Reseña: Traducción de la ruta, de Laura Wittner
Con diez libros publicados y una obra reunida (Lugares en los que una no está, 2017), Laura Wittner es una poeta insoslayable dentro de la literatura argentina reciente. Traducción de la ruta, su última colección, se instala, sin ningún tipo de dramatismo, en una zona de felicidad. Fugaz y provisoria, siempre imperfecta –"En el centro de cada escena hay una falla", se lee–, esta felicidad se materializa en el tono conversacional que hace poesía con escenas de la vida cotidiana: la hija, el hijo adolescente, el oficio diario de la escritura, las traducciones, el deseo de viajar.
El libro se organiza en tres secciones: "Diez respuestas verdaderas a preguntas ficticias", "Lo imperfecto es nuestro paraíso" y "Traducción de la ruta". En la primera se encuentran poemas como "Por qué las mujeres nos quemamos con el horno" ("La marquita roja la tenemos todas. Acá en la mano izquierda, con la que escribo/ está también mi quemadura de horno") o "Por qué si me postran mil veces me levanto" donde hace un listado de aquello que tiene la posibilidad de salvarla como "La memoria de todas las caricias/ que dejaron su dibujo indeleble." Hay una gozosa libertad en Wittner, que escribe con la naturalidad de quien hace rato encontró su tono. No descuida el corte de verso ni la elección de las palabras –la poeta es, además, traductora de poesía: sabe que escribir es un acto de orfebrería–, pero los versos fluyen como si fuesen una prolongación de lo cotidiano. Por eso puede hacer un poema a partir de la voz de la hija que mira la lluvia caer: "La vimos caer un rato,/ ma,/ pero el agua sigue/ sigue/ y sigue/cayendo." Pero también encontrar la manera de hablar de lo religioso, de ese sentimiento perdido que sólo parece encontrarse en el arte, en la música como hace en "A un dios desconocido".
Si se tuviera que buscar un poema que brindara una llave para saber qué es la poesía para Wittner, ese poema sería "Las cosas oscuras". En él juega con la concepción estereotipada de que un poema debe ser denso, hermético. En oposición a esto propone una poesía en la que las cosas sean "ligeras, parpadeantes/capaces de interrumpir la luz/ sin ninguna certeza: ni ellas saben qué contienen." La poesía de Wittner será, para quienes no la han leído, un gran descubrimiento. La certeza de que lo poético está siempre ahí, al alcance de la mano. Solo hay que mirar como lo hace Amelia, la hija, en uno de los poemas: entrecerrar los ojos, para entender mejor.
Traducción de la ruta
Por Laura Wittner
Gog&Magog
80 páginas. $ 500
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