Repudio y justificación: el peronismo frente al asesinato de Aramburu
"El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo sueño nuestro. Debía significar precisamente la aparición pública de la organización". Con esas palabras, Mario Firmenich y Norma Arrostito justificaban el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, militar que había ejercido como presidente de facto luego del golpe de Estado que derrocó a Juan Domingo Perón, en 1955. Fue la presentación en sociedad de la organización guerrillera Montoneros.
A 50 años de la muerte que transformó la vida política del país y dividió aguas dentro del propio peronismo, LA NACION dialogó con dirigentes justicialistas históricos y actuales, cuyas visiones sobre el violento hecho ocurrido en 1970 oscilan entre el repudio y la comprensión de aquel episodio como parte de un contexto en el que la violencia abundaba. Pese al paso del tiempo, sigue tratándose de un tema espinoso para el peronismo.
"Yo era muy joven. Recién empezaba a militar en el peronismo. No estábamos con los actos de foquismo, de ninguna manera. Sigo condenando los hechos de violencia, pero era una época muy turbulenta, y cuando no hay democracia siempre se producen este tipo de desbordes. Lo mejor siempre es la democracia y la política", sostuvo José Luis Gioja, diputado nacional y presidente del PJ, en una suerte de síntesis donde confluyen ambas posturas. Julio Bárbaro, histórico dirigente peronista que fue diputado nacional entre 1973 y 1976, aún recuerda el día en el que asesinaron a Aramburu. Estaba militando en el barrio porteño de Barracas con la agrupación Guardia de Hierro. "Fue un error histórico. El asesinato no tuvo nada que ver con Perón", opinó sobre el crimen perpetrado por Montoneros, a quienes critica duramente.
"Aramburu era el hombre que adelantaba la negociación que después llevó adelante [Alejandro] Lanusse. Era un personaje muy oscuro, pero su muerte no jugaba a favor del peronismo, sino de la guerrilla. Le dio un poder enorme, que después utilizó mal. Perón los intentó incorporar a la democracia, pero ellos asesinaron a [José Ignacio] Rucci. Nunca quisieron la democracia, y nunca hicieron una autocrítica", sentencia, al mismo tiempo que desliza una hipótesis alternativa: "Teníamos dudas de si el asesinato no tenía que ver con Onganía", apuntó.
En una línea similar se expresó Fernando "Pino" Solanas, cineasta y actual embajador ante la Unesco, que en ese entonces integraba el grupo Cine Liberación.
"El peronismo no tuvo políticas de venganza ni de ejecución sumaria. Yo lo he tratado de cerca a Perón y sé cuál era su pensamiento. Después de marzo del 73, las organizaciones armadas siguieron con su actividad violenta. Fueron provocaciones a la reconstrucción democrática en curso. Estoy a favor de la concertación política, como la que buscó Perón cuando abrazó a Balbín", afirmó.
Sin embargo, existen otras visiones dentro del peronismo que matizan las críticas hacia Montoneros, porque ubican el asesinato de Aramburu dentro del contexto de violencia de la década del 70.
"En ese momento, lo vi como una reivindicación del pueblo. Fue un hecho que el peronismo reivindicó. No hay que juzgarlo con los parámetros de hoy. Lo inscribo dentro de los hechos de violencia que ocurrieron en ese contexto de anormalidad hasta 1983", señaló Jorge Landau, actual apoderado del PJ y diputado nacional durante el anterior período kirchnerista. "Discrepábamos con los Montoneros porque creíamos que el peronismo debía ser conducido solo por Perón y no por una elite armada. Pero los Montoneros eran compañeros nuestros y había que pelear por que estuvieran dentro del peronismo. No coincidíamos en el método, pero teníamos los mismos objetivos", agregó Landau. Cuando asesinaron a Aramburu, lideraba una agrupación peronista en la Facultad de Derecho de la UBA.
Para el kirchnerista Gustavo Menéndez, intendente de Merlo, la muerte de Aramburu influyó en la caída de Onganía y el regreso del peronismo al poder. "Resultó un tsunami que sacudió todas las instituciones establecidas de poder. Disiento con quienes aseguran que abrió las puertas del infierno de la guerra civil de los 70. Desde 1955 se sucedían democracias restringidas, el partido mayoritario estaba proscripto; su líder, exiliado. Se trató de un acto temerario y resonante de rebelión contra la opresión, protagonizado por jóvenes peronistas criados en dictaduras", concluyó.
"Son temas que de solo pensarlos me hacen poner muy mal", expresó una exdiputada nacional que optó por no brindar su opinión, al igual que otros intendentes, senadores, diputados, ministros y expresidentes consultados por LA NACION. Medio siglo después, la polémica en torno a Aramburu aún sigue viva.
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