La historia de Margarita de Dinamarca, la princesa que volvió a la Argentina convertida en reina
Cuando Margarita II vino a la Argentina en 1966, tenía 25 años, era princesa heredera y cruzar el océano desde Dinamarca le sirvió, además de para conocer el país, para darse cuenta de que no podía vivir sin Enrique de Monpezat, su pareja. Al año siguiente se casaron, y luego tuvieron dos hijos, Federico y Joaquín. Su primogénito, el príncipe heredero, es quien acompaña a la reina en un nuevo viaje al país, su primera visita de Estado tras la muerte de su marido.
Muchas cosas cambiaron desde aquel marzo de 1966, cuando la reina recibió de manos del entonces presidente, Arturo Illia, la Orden del Libertador San Martín, y viajó al "triángulo danés" en el sur de Buenos Aires, Necochea, Tandil y Tres Arroyos. El principal hito fue en 1972, cuando murió su padre, el rey Federico IX, y ella ascendió al trono, justo antes de que estallara la crisis del petróleo y Dinamarca entrara en una crisis, por su dependencia energética, que terminaría con una serie de políticas que lo convirtieron en un país de vanguardia.
Durante el reinado de Margarita -la primera mujer que accedió al trono danés por derecho propio, tras un acta de 1953, por no tener hermanos varones-, se aprobó en 2009 una enmienda que establece que el primogénito del rey, no importa cuál sea su género, será el heredero. Otro hito en estos tiempos. "Nunca sentí que ser mujer haya sido un problema para mí. De hecho, ha sido un lindo desafío", dijo en una entrevista con medios argentinos, entre ellos, LA NACION. La monarquía en Dinamarca, una de las más antiguas del mundo, es constitucional desde 1849, por lo que la reina no puede involucrarse en política. Tiene roles institucionales, como la aprobación del gobierno y la representación del país en el exterior.
Dos hechos se mantienen incólumes desde 1966: la popularidad de la monarquía -en 2014, el 82% de los daneses estaban en contra de abolir la institución-, y la compulsión de la reina a fumar cigarrillos griegos, aunque ella lo haga solo en el ámbito privado, en un país que se jacta de "verde". " Ni voy a abdicar ni a dejar de fumar", dijo en su 75 cumpleaños.
Ni voy a abdicar ni a dejar de fumar
Esto no es lo único que la hace una reina "inusual", como la describen quienes la conocen. En su entrevista con medios argentinos, se la percibió relajada, sin mayores exigencias de protocolo y con un hablar pausado, en un inglés perfecto que le dejaron sus años en universidades británicas, donde complementó sus estudios de Arqueología y Ciencia Política que recibió en Dinamarca y Francia.
Si bien hace tiempo decidió vivir en el Palacio de Fredensborg, una parte de Margarita quedó en la residencia principal, la de Amalienborg. En uno de sus edificios se exhiben obras de la monarca, quien suele decir que de no haber sido reina hubiese sido artista. Logró serlo, de todas maneras: también hizo escenografías y vestuario para obras y films y hasta tuvo un pequeño rol en una adaptación para el cine de Los cisnes salvajes, de Hans Christian Andersen.
Enrique, el consorte rebelde
Como todas familias, la de la Reina tiene sus propios problemas, pero en su caso todas las historias toman estado público, desde sus peleas conyugales a las picardías de sus hijos.
Margarita estudiaba en Londres y el conde Enrique era un diplomático francés en esa ciudad cuando se conocieron. Aficionado de la música, del arte y del vino –tenía su propia bodega en su castillo francés en Caix, donde solían pasar los veranos con la reina-, el príncipe consorte mantuvo un reclamo desde la boda real: quería el título del rey, así como las mujeres de los monarcas adquieren el de reina. Nunca lo logró y ese camino de frustraciones estuvo acompañado por una ruta de escándalos monárquicos.
Desde que estoy sola, comparo mis días con mis amigas que también están viudas y estoy contenta de tener mi trabajo. Soy una persona con suerte
El más grande ocurrió el día del casamiento de Guillermo de Holanda con Máxima Zorreguieta, en febrero de 2002. Ese mismo día, un diario danés publicó una nota en la que Enrique decía sentirse "inútil y relegado" y anunciaba que se mudaría a Caix para "reflexionar sobre su vida". Margarita, que había ido sola a la fiesta real en Ámsterdam, volvió a Copenhague en medio del revuelo. La tensión se mantuvo oculta durante años hasta 2016, cuando la reina dijo que su marido se retiraría de la vida pública. En febrero del año pasado, Enrique murió a los 83 años tras sufrir complicaciones por una infección pulmonar.
El enojo no se lo llevó a la tumba. Contrario a la tradición monárquica de enterrar a las parejas reales juntas, Enrique fue cremado. Fue su deseo: decía que no si no fue rey en vida, no quería serlo muerto. "Fue su decisión, era una persona libre. Y lo respeto", dijo la reina casi un año después de la muerte de su esposo, a quien tiene presente a través de su perra salchicha, Tilia, que la acompaña a todos lados. La viudez aferró a la reina aún más al trono. "Desde que estoy sola, comparo mis días con mis amigas que también están viudas y estoy contenta de tener mi trabajo. Soy una persona con suerte", dijo.
El príncipe "que no quería ser rey"
El príncipe heredero, Federico, quien tendrá el título que su padre no logró, pasó de ser el "príncipe turbo", por su afición por los autos y la velocidad, al "príncipe de hierro", por sus capacidades como atleta, al "príncipe que no quería ser rey", por una confesión que hizo el año pasado. En un documental por sus 50 años, contó que de adolescente fue "muy incómodo" darse cuenta de que tendría que asumir como rey, pero admitió que desde su casamiento con la abogada australiana Mary Donaldson, en 2004, ya se siente preparado.
Antes hubo romances y aventuras que le merecieron más de una portada, sobre todo un episodio policial -un test de alcoholemia positivo de una novia que manejaba imprudentemente con el príncipe a su lado-, tras el que Margarita decidió enviarlo a la Universidad de Harvard a terminar sus estudios de Ciencia Política.
Hoy tiene cuatro hijos con la princesa Mary, a quien le costó años conseguir la aprobación de reina. Cristian, el mayor y tercero en la línea de sucesión, ya marcó un nuevo giro en la monarquía. Es el primer príncipe heredero en asistir a una escuela pública, a diferencia de su padre, egresado de un colegio de elite, y su abuela, pupila en el Palacio de Amalienborg.
Este también es el segundo viaje de Federico a la Argentina. Miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) desde 2009, el año pasado vino a los Juegos Olímpicos de la Juventud y se reencontró con Horacio Rodríguez Larreta, excompañero de Harvard y actual jefe de gobierno porteño. El mandatario porteño lo llevó a la cancha de Racing y para esta visita tienen previstas otras actividades fuera de agenda.
Por su parte, el hijo menor de la reina, Joaquín, de 49 años, se mudará este año a Francia, tierra natal de su padre y de su actual mujer, la princesa Marie con sus hijos mayores, Enrique y Atenea, para hacer un curso en la Escuela Militar de París. Sus hijos mayores, de su primer matrimonio, Nicolás, de 20 años, y Félix, de 17, se quedarán en Dinamarca. El más grande no solo seguirá con sus estudios en la academia militar, también con su carrera de modelo. Otra particularidad de esta nueva generación de la monarquía danesa.
La agenda de hoy
- 12. Ofrenda a la estatua del Gral. San Martín
- 12.30. Reunión y almuerzo con Mauricio Macri y Juliana Awada
- 15.15. Visita al Congreso
- 16. Visita a la Corte Suprema
- 19. Recepción para la delegación comercial en el Yatch Club Argentino
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