Reflejo de la solidez económica
Los años electorales solían ser períodos de cautela, caracterizados por una ralentización de las decisiones de consumo e inversión. Ante la proximidad de comicios presidenciales, las empresas optaban por posponer planes y muchas familias elegían diferir decisiones de compra en bienes durables. Lejos de esos escenarios, este año proyecta un cierre de alto crecimiento, consumo e inversión. En un mundo de elevada volatilidad y una crisis sin resolución clara en los países centrales, la Argentina se ubica como el segundo país del mundo de mayor crecimiento, detrás de China.
Es cierto que se ha producido una mayor demanda de dólares, pero esta situación ha revelado dos aspectos destacables. El primero de ellos es la capacidad y espaldas de los organismos públicos, tanto el BCRA como el Ministerio de Economía y la Anses, para administrar el contexto. El otro es que la tendencia a la dolarización de portafolios (uno de los lados de la denominada fuga de capitales) es un fenómeno estructural e histórico en nuestra economía y, sin embargo, en esta ocasión convivió con elevados niveles de inversión productiva, los cuales se ubican hoy en valores próximos al 25% del PBI, (para encontrar niveles similares hay que remontarse a comienzos de los 70).
En definitiva, lo cierto es que este proceso electoral se vio caracterizado por una virtual ausencia de cuestionamientos al modelo económico. El Gobierno mostró resultados, coherencia y rumbo. La oposición, ninguna de las tres cosas. Y no está de más recordar que las críticas siempre existieron. Vale señalar, a modo de ejemplo, que en el transcurso de la fuerte recuperación económica hubo sectores que mencionaron que se trataba sólo de un "veranito", un fenómeno pasajero pronto a finalizar. Lejos de ello, nuestro país mostró uno de los niveles más altos de crecimiento, inversión, reducción del desempleo, desendeudamiento y reindustrialización de la región.
Más aún, en el período 2003/2011 se produjo un cambio de paradigma en la gestión de la economía. Hubo una etapa en que los sectores más conservadores instalaron la idea de que la política debía quedar al margen de las decisiones económicas, delegando tales funciones en una tecnocracia liberal, escudada en un supuesto saber científico que establecería los límites de lo posible. Con Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner finalizó ese ciclo de terciarización de la gestión económica y la política no sólo recuperó objetivos de desarrollo económico y social, sino que logró crecimiento con una disciplina fiscal y un desempeño productivo como no se había visto en décadas.
Los lanzamientos de tres planes estratégicos para el desarrollo del agro, de la industria, y de la ciencia y la tecnología marcan la agenda de los próximos años, orientada a fortalecer las bases microeconómicas de este modelo, mejorar la productividad, la creación de nuevos emprendimientos y nuevos empleos de mayor calificación. Una agenda del desarrollo para alcanzar metas de pleno empleo, las cuales parecen cada día más cercanas.
El autor es economista, director del Banco Nación y presidente de AEDA