Recoleta, territorio kirchnerista: el “acampe” de la militancia frente a la casa de Cristina
La contramarcha surgió para hacer frente a los cacerolazos, pero alteró el ritmo de un barrio que de noche no suele tener movimiento; calles bloqueadas, cánticos y locales cerrados
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El cacerolazo contra Cristina Kirchner en Recoleta derivó en una contramarcha de la militancia kirchnerista, que colmó varias calles alrededor del edificio en el que vive la vicepresidenta, en Juncal y Uruguay.
“Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, era uno de los cánticos más entonados. Chicos y chicas de La Cámpora y la JP se amontonaron frente de la casa de la titular del Senado, que mantenía las luces apagadas. Lo que surgió como una barrera para evitar cualquier protesta espontánea terminó como un “territorio marcado”. La custodia se dispersaba con handys en medio de la militancia y la casa de Cristina se volvió, de pronto, un lugar “seguro”.
Pero aquellos que se congregaron en apoyo a la vice no solo coparon varias cuadras sino que algunos se subieron a los balcones que tienen postigos cerrados. Cerca de las 22, apenas había lugar para poder pasar. Ya no entraba un alfiler, como se dice en la jerga popular. En medio de este evento inusual, los restaurantes y comercios de la zona decidieron cerrar más temprano, hasta Rapa Nui, la heladería favorita de la vice.
Otros vecinos se toparon con la imposibilidad de entrar o salir a sus propios edificios con sus autos. Las manzanas alrededor de la esquina del edificio estaban colmadas de vehículos, algunos intentaban circular con balizas y otros detuvieron su marcha totalmente. Recoleta fue cooptada por la militancia kirchnerista.
Una mujer que fue a visitar a su madre a pocas cuadras de la esquina en la que vive Kirchner contó a LA NACION que vio cómo bajaban cajas con bebidas y mate para lo que parecía ser un eventual acampe. Los militantes se acercaron dispuestos a pasar allí la noche, entre los rumores de que Cristina pueda salir al balcón y la necesidad de “bancar a la jefa”.
“Vinimos autoconvocados porque lo que están haciendo con Cristina es una injusticia”, aseguró Roberto Montenegro, quien manejó desde José León Suarez para apoyar a la vicepresidenta. De fondo, al unísono se escuchaba un coro en loop: “Si la tocan a Cristina...”.
El hombre agregó: “Se pudre todo porque nadie nos dio tantos derechos como ella”. A su lado, una persona asentía con la cabeza. Muchos otros se preparaban para quedarse y hacían cola en los kioscos de la zona que permanecían abiertos para comprar provisiones.
Pero no solo la juventud se acercó al lugar. “Vine porque amo a Cristina, porque le voy a hacer el aguante de por vida, hasta el ultimo día. Que metan en cana a mugricio (sic)”, dijo Betty Ponce a LA NACION, una mujer de 73 años y oriunda de Barracas. También, se pudo observar a algunos niños, que circulaban junto con sus padres.
Pasadas las 23, se mostró en el lugar el diputado nacional Leandro Santoro, que declinó hablar con este medio.
Entre tanta gente, un chico se desmayó. Algo cansados, algunos militantes detuvieron los coros y se tomaron unos minutos sentados en la vereda, donde tomaron mate y comieron snacks. Los restos se acumulaban en el asfalto.
Los celulares compartían fotos y videos. “CFK se defiende”, rezaba un cartel, que en realidad era una patineta pintada y reconvertida en insignia. Un hombre alzaba una imagen de Diego Maradona. “Si hay pruebas, que las muestren”, decía otro de los mensajes.
“Chori y paty, ¡en Recoleta!”, bromeó una mujer que no pudo contener una carcajada. Tan pronto como se montó la parilla, la cola se formó con militantes.
Cerca de la medianoche, llegó un camión desde Villa Soldati con mercadería dispuesta a ser vendida durante la víspera. De allí, bajó un hombre con latas de cerveza, que las ofrecía a $400. “Mientras seamos peronistas acá estaremos”, dijo a LA NACION. Muy cerca, se instaló otro vendedor con patys a $600, choris a $500 y bondiola a $800. Todo se preparaba como para pasar una noche larga.
Los halls de los edificios se convirtieron en lugares de reuniones, en los que muchos amigos se reencontraban. La militancia llegaba con la esperanza de que Cristina saliera al balcón. En las calles se vivía un clima festivo, pese al pedido de condena. Cuando faltaban 15 minutos para la medianoche, algunos empezaron a desconcentrar.
Por la mañana, hablará Cristina Kirchner por redes, luego de que pidió hacerlo en el marco de una ampliación de indagatoria, algo que el Tribunal le negó.
Los teléfonos apuntaban al quinto piso. Con ilusión de ver a “la jefa”. En una rápida consulta por variados grupos, la conclusión era la misma: es víctima de una operación judicial y mediática. “Que investiguen a Macri”, acusaban, mientras desligaban a la vicepresidenta de cualquier acusación del fiscal Diego Luciani, quien pidió este lunes para ella 12 años de cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
El reloj marcaba casi la medianoche. “¿Alguien más se viene en mi auto?”, consultó un hombre a su grupo. La ilusión de ver a Cristina Kirchner por la ventana del quinto piso se diluía a esa hora para algunos. Otros, en cambio, continuaban agitando las banderas y los bombos, y coreaban, con emoción: “¿Cuánto les falta para entender que no fue magia?”.
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