Razones oficialistas para pasar de las PASO
La discusión carece casi por completo de los nobles motivos que se esgrimen para sostener o cambiar las reglas de juego electorales; del ahorro a la utilidad, nada es como se dice
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Lo que alguna vez intentó ser una mesa política en la Casa Rosada o en la residencia del gobernador bonaerense quedó reducido a un micrófono de una emisora oficial(ista). Allí se fue componiendo públicamente el debate que el oficialismo no puede darse cara a cara. Ni siquiera en secreto.
El kirchnerismo, que hizo de la comunicación directa una formidable herramienta de construcción política, termina dirimiendo su interna mediáticamente, como un símbolo del ocaso de ese poder alguna vez hegemónico, sostenido en liderazgos indiscutidos e indiscutibles.
El debate radial (en sentido amplio) que sostuvieron alternadamente esta semana las figuras más relevantes del habitualmente secretista cristicamporismo y el locuaz Presidente en torno a la idea de mantener o derogar las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) confirma la compleja e inaudita situación por la que atraviesa el Frente de Todos. Un auténtico Destape, que mostró a todos los actores desnudos.
La discusión carece casi por completo de los nobles motivos que se esgrimen para sostener o cambiar las reglas de juego electorales. Del ahorro a la utilidad. Nada es como se dice. Solo hay razones de índole práctica y conveniencia política y personal. No faltar escarbar mucho para que emerjan.
En primer lugar, como casi no se ha visto desde la recuperación de la democracia y menos desde que la reforma constitucional permitió la reelección presidencial, el partido o la coalición gobernante de turno carece a esta altura de una oferta potencialmente competitiva a mano. También, de un aspirante natural en condiciones de disputar con alguna chance esos comicios. En el casting no hay actores como Eduardo Angeloz, en 1988; Carlos Menem, en 1994; Eduardo Duhalde, en 1998; los Kirchner de 2007 y 2011; Daniel Scioli, en 2015; Mauricio Macri o María Eugenia Vidal, en 2019.
Por eso, no opera solo como obvio incentivo para derogar las PASO la densidad de las disputas por las candidaturas ya desatadas en la principal alianza opositora, tan carente de otras herramientas para dirimir la competencia que podría derivar en una ruptura. No es poco, pero no es lo único.
El FDT padece una fractura, una fuga de funcionarios del Gobierno y una disputa interna que le impide encarar un proceso virtuoso de construcción de esa oferta (en candidatos y proyectos), sumados a la crisis económica y a la existencia de actores con más capacidad de veto que liderazgo indiscutido. Necesita tiempo, como mínimo.
Para peor, la colisión oficialista cuenta con un presidente jibarizado, que se resiste a ser no el pato rengo sino el pato de la boda por anticipado. Entregar ahora las PASO implicaría para él devolver muy prematuramente las últimas gotas de tinta de la lapicera que alguna vez Cristina Kirchner dijo haberle dado.
Fernández se reserva todavía algunas firmas. Y se resiste a gastarla en la promulgación de una ley de derogación de las PASO. Protege sus últimas fronteras con la presunción (por carencia de convicciones) de que no están todavía, al menos, los votos para aprobar el proyecto que presentaron diputados aliados del oficialismo. Coinciden con él hasta algunos abolicionistas, que de todas maneras no descartan contar –como ocurrió con el presupuesto– con la ayuda de algunos opositores,
Acorralando al Presidente
Los intentos de acorralar a Fernández, como el que ayer formalizó su propio ministro político, por ahora son retóricos. El cristicamporismo sigue tirando a las piernas, aunque cada vez más seguido levanta la mira. Lo hicieron esta semana los Kirchner, madre e hijo, en sendos actos de toma de larga distancia de “su” gobierno. El presente y el futuro a veces son caminos que se cruzan.
El afán por derogar las PASO lo instalaron algunos gobernadores por motivos políticos locales, conveniencia nacional e instigación desde Buenos Aires. Una vez puesto en agenda, aparecieron los verdaderos interesados y necesitados de esa reforma: los principales dirigentes cristicamporistas Máximo Kirchner, Eduardo de Pedro y Axel Kicillof. Ellos le dieron volumen y densidad para desafiar la resistencia que (por ahora) expresa Fernández.
Entre los dirigentes peronistas no kirchneristas explican que el furioso embate contra las primarias se debe a que, sin el dedazo, La Cámpora carece de chances electorales en la mayoría de los territorios. “No están en condiciones de volver a imponer a los suyos como hicieron antes, y si arman listas propias van a tener a todos los demás unidos en su contra. No tienen votos ni amigos fuera de su propio espacio”, explica un líder del conurbano bonaerense que busca blindar su distrito.
Algunos de esos dirigentes territoriales que mantienen diálogo con Máximo Kirchner revelan que está tan obstinado en conseguir su objetivo que llega a proponer alternativas que siempre había resistido y a prometer ofertas que resultan inverosímiles. “Hace unos días dijo que hay que armar una mesa política con todas las patas del Frente para resolver el tema y que él no descarta ni rechaza que Alberto sea el candidato, si está decido y puede hacer una buena elección”, cuenta un incrédulo interlocutor del diputado.
El dirigente creyó ver en la supuesta generosidad de Máximo la construcción de una víctima propiciatoria. O una trampa cazabobos. Se trataría, en todo caso, de aceptarlo como candidato para que se haga cargo de una derrota irreversible. Siempre y cuando no afecte las posibilidades de retener el bastión bonaerense, donde el camporismo se refugiaría con la ilusión de que llegue un futuro más promisorio.
Las tres vitales C
En el bando de la resistencia, el Presidente cuenta (también por ahora) a los “Gordos” de la CGT y a los movimientos sociales no kirchneristas. Ambos le disputan a La Cámpora tres vitales C: cajas, cargos y candidaturas. Y ahora el Movimiento Evita va por territorios estratégicos, como La Matanza.
A su vez, los abolicionistas cuentan a su favor con el silencio, a la espera de una oportunidad, de Sergio Massa, que más por su rol de ministro bombero que por su potencial de candidato es la última esperanza del oficialismo para arribar a las elecciones con expectativas. Y hasta para llegar a las elecciones en tiempo.
El escenario es propicio para globos de ensayo y cortinas de humo, como la instalación de precandidatos, el cambio de las reglas de juego y las promesas económicas. Condiciones subjetivas y objetivas imprescindibles para encarar cualquier proceso electoral. En ese contexto, pasar de las PASO es la mayor urgencia.
Las razones hay que buscarlas no solo en las debilidades propias del oficialismo, sino también en la capacidad de daño para los adversarios (internos y externos) que estas maniobras tienen.
“Necesitamos tiempo para que la estabilización de la economía se consolide y la inflación entre en un sendero descendente, que sea percibido por la sociedad, aun cuando eso pueda resentir la actividad”, admiten y se ilusionan cristicamporistas, massistas y caciques provinciales.
“Las PASO adelantan tiempos, llevan a la gente a focalizar en lo que ha hecho el Gobierno y ordenan y fortalecen la oferta opositora, al operar como una primera vuelta. Además, potencian el voto útil. Nada que nos convenga en la situación en la que estamos”, dice uno de los ardorosos defensores de la derogación.
El debate sobre la eventual candidatura de Cristina Kirchner que volvió a enfrentar esta semana a su hijo biológico Máximo y a su hijo político Axel, expone las fragilidades y, también, cierto desconcierto que atraviesa aún a los referentes de un espacio que no suele padecer la duda cartesiana. En las dificultades, hasta las creencias flaquean.
El balbuceo, la mímica y los matices del primogénito ante el comunicador oficial(ista) respecto de la no postulación presidencial de su madre fueron corregidos por el gobernador bonaerense por un par de razones contundentes.
Por un lado, Kicillof advirtió y confirmó la inconveniencia de dar de baja anticipadamente a la figura del oficialismo que más votos sigue concentrando.
En segundo lugar, subrayó la ausencia de potencial electoral de una figura alternativa de ese espacio. A excepción de él mismo, que es quien más capacidad tiene para retener el voto de Cristina Kirchner. Pero el gobernador y los suyos saben que ese potencial es insuficiente para disputar la presidencia con similares perspectivas de éxito a las que tiene para intentar la reelección en la provincia de Buenos Aires. El miedo a un ascenso desvela a la blindada célula kicillofista.
El candidato Wado no mide
Wado de Pedro, a quien pretendió empezar a instalar tímidamente y entre dientes Máximo Kirchner, tiene hoy ratios de imagen y retención del voto de la vicepresidenta que no le permiten augurar éxitos en la carrera hacia la primera magistratura. Más aún: en ninguna de las encuestas serias el ministro del Interior aparece en las menciones espontáneas (no inducidas) de candidatos a la presidencia. Sus índices de conocimiento ni siquiera se condicen con el alto cargo que ocupa como ministro del Interior desde que empezó el gobierno de Fernández, ni como parte del grupo fundador y referente de La Cámpora, la más poderosa organización política juvenil de las últimas dos décadas.
Las falencias se magnifican cuando se incorpora al análisis el infatigable despliegue personal y extrafuncional de De Pedro, tanto en el exterior como en el interior, ante gobiernos extranjeros y subnacionales, factores de poder internacionales, nacionales y regionales, militantes y electores. Acciones que publicita por todos los medios y plataformas un equipo de comunicación, prensa y propaganda a su servicio excepcional, por tamaño, profesionalismo, dedicación full time, creatividad y recursos. Una organización que ridiculiza el precario y cuestionado aparato comunicacional del Presidente y que solo compite con el team de Massa, tanto en tamaño como en volumen de producción de piezas y comunicaciones, que inundan a toda hora los dispositivos de los medios y periodistas.
Massa ya
No resulta casual la mención de Massa ni la referencia a la estructura de comunicación con la que cuenta. Pero su caso tiene otra dimensión, potenciada por su recorrido y por el vínculo que ha construido en años y gestiones con buena parte del ecosistema mediático, al que le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo.
El titular de Economía está siempre en la lista de presidenciables, aunque en los últimos tiempos trabaje (sin mucho éxito ni excesiva constancia) para invisibilizarse como postulante y subrayar su rol de ministro. No es solo un antídoto contra la envidia y los recelos internos, sino una apuesta final a reconstruir su deteriorada credibilidad sobre la base de resultados de gestión.
“Sergio pierde cuando su imagen se pone en disputa en el terreno de la confianza, de los imperativos morales o de la confiabilidad. En cambio, mejora y gana cuando se lo evalúa por su capacidad de trabajo y gestión”, admite uno de sus colaboradores más cercanos, a modo de explicación de su estrategia de mostrarse solo en rol ministerial. Nada de superministro ni presidenciable en las gateras. Por ahora. Dependerá de los resultados.
Entre sus allegados, se barajan tres escenarios posibles para Massa en función de su performance al frente de Economía, a los que le asignan distintos porcentajes probabilísticos: éxito, fracaso y neutral. En los dos primeros se pone en juego su futuro inmediato (léase 2023) y de largo plazo (2023 y más allá, no Massa ya), mientras que el último lo dejaría en situación de espera. La ilusión del éxito, que es mucho más alta que la pronosticada por la mayoría de los economistas y politólogos, lleva a los massistas a soñar con una candidatura presidencial inevitable, impulsada, sostenida y tolerada por todo el FdT.
Para despejar esas incógnitas cruciales, no solo el ministro sino todo el oficialismo necesitan tiempo. Y las primarias son un impedimento decisivo. Salvo a Fernández, a todos les urge pasar de las PASO.
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