Los éxitos con la inflación y en el Congreso; la recesión y su impacto sobre la recaudación; crisis en la DAIA por Lijo; Sturzenegger, un desafío a la “caputocracia”; la polarización sacude a la Iglesia de Francisco
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Anoche, el Gobierno, con Javier Milei en el centro, llegó a montar la liturgia que se había pensado para mayo. El acuerdo que se celebró esta madrugada en Tucumán sigue teniendo su nombre original, aunque más estrictamente serían los “pactos de julio”. Estos documentos y este ritual nos pueden servir de excusa para evaluar en qué situación está hoy la Argentina, en qué situación está el oficialismo. Y quién es hoy Javier Milei.
Milei llega a Tucumán con un trofeo, que es la baja de la inflación. Como el famoso libro de Ortega y Gasset que se llama “El tema de nuestro tiempo”, la inflación en la Argentina es el tema de nuestro tiempo. Hay que recordar las discusiones de Cristina Kirchner en relación con la inflación cuando estuvo en la Universidad de Georgetown hacia el final de su segundo mandato. Dijo aquella frase: “No, no puede haber una inflación del 25% anual. Estallaría todo por el aire”. Desde entonces, ella era desafiada por la inflación. Macri estuvo desafiado por la inflación y no logró doblegarla. Alberto Fernández recibió una inflación alta y dejó una más alta todavía. Un 25,5% de inflación en diciembre. Y Milei logra retrotraerla a un poco más de 4,2% en el mes de mayo. Todavía no conocemos la de junio, que será informada este viernes. Es cierto que la inflación de la ciudad de Buenos Aires, que predice la nacional, ahora aparece un poco más alta: 4,8%. Pero, desde el 25,5% de diciembre al 4,2% de mayo, es un descenso muy fuerte que le da a Milei la posibilidad de presentarse como el San Jorge que, por ahora, viene matando al dragón.
El Presidente llega también con dos leyes importantes, una formulación que también es engañosa. Cuando uno mira el articulado de esas leyes, los contenidos tanto de la Ley Bases como del paquete tributario, ve que son muchas normas. No hay que reprocharle, a mi juicio, al Congreso haber demorado seis meses en sancionarlas porque, si uno mira el contenido de lo que se debatió, en otras condiciones, hubiera llevado más de un año. El Presidente llegó a Tucunán con instrumentos para desarrollar reformas que pongan a la Argentina en la orientación del mercado, de una economía más desregulada, con mayor intervención del sector privado y un Estado más chico, todo obtenido desde el Congreso. Esto significa también, y tal vez es más importante que el contenido de las leyes, que un gobierno desprovisto de capital institucional logra un esquema de gobernabilidad, una ecuación política que le permite sacar esas leyes y conquistar esas reformas para llevar adelante sus programas. Este es el gran logro que pudo mostrar Milei en Tucumán cuando se firman los acuerdos de mayo o, más bien, de julio.
Es igual un esquema político de fronteras móviles, de una geometría que uno no termina de calibrar. ¿Dónde empieza y dónde termina el oficialismo? ¿Dónde empieza y dónde termina la oposición? No sabemos todavía. El bloque de Miguel Pichetto, por ejemplo, no concurrió a Tucumán. Mauricio Macri está con reservas. Pero llega Milei con estas dos conquistas, estas dos colinas capturadas: una baja importante de la inflación y la demostración de que pudo gobernar el juego en relación con el Congreso.
Llega también con una situación económica muy agobiante. Acá empezamos a ver todo un reajuste en el oficialismo en relación con la administración, la economía, y frente a la necesidad de ejecutar esas leyes que obtuvo del Congreso. La situación es agobiante por la extraordinaria caída del nivel de actividad, que es la otra cara de la derrota a la inflación. Una recesión muy importante y difícil de resolver mientras no se despeje una incógnita central: ¿cuál es el régimen cambiario y monetario de la Argentina? ¿Cuánto cuesta el dinero? ¿Cuál es la competitividad de la economía? Hasta no despejar la cuestión cambiaria y haya un solo tipo de cambio, hasta que no se despeje la cuestión monetaria y se sepa con alguna estabilidad cuál es la tasa de interés, es muy difícil que la economía despegue.
Alcanzar el superávit fiscal, equilibrar las cuentas públicas, es para el Gobierno el principal objetivo. La tesis oficial es que si se equilibran las cuentas públicas, se puede financiar más sanamente el gasto del Estado. No se necesita expandir tanto la masa monetaria y, por lo tanto, se puede dominar a la inflación. Pero el ajuste fiscal y monetario ha sido tan severo que empieza a impactar sobre la actividad. Cae la actividad y con esto cae la recaudación. De allí resulta un nuevo problema. Un gráfico publicado por la consultora Suramericana Visión presenta el movimiento de la recaudación general del Estado entre junio del 2007 y junio del 2024. En mayo de este año, hubo un gran repunte de la recaudación, en especial por el cobro del Impuesto a las Ganancias de las empresas. Y de mayo a junio, se produjo una caída estrepitosa que va desde 13 billones de pesos a 11 billones de pesos. Si tomamos los impuestos que tienen que ver con la actividad y excluimos el Impuesto PAÍS, ligado a las importaciones y al tipo de cambio, la caída es mayor. Hablamos de una caída que va de 13 billones de pesos a 10 billones de pesos.
El Gobierno está frente a un problema para alcanzar el objetivo del superávit fiscal. Si quitamos de estos números lo que el Gobierno le entrega a las provincias por coparticipación, ha habido una caída entre mayo y junio de 763 mil millones de pesos aproximadamente. Este fenómeno pone un signo de interrogación sobre uno de los aspectos más importantes del programa económico de Luis Caputo, que es el ancla fiscal.
Esto, por supuesto, impacta sobre las provincias, dado que lo que se transfiere a las arcas por coparticipación cayó aproximadamente $1.300.000.000.000. De aquí derivan consecuencias para provincias enemistadas con el gobierno nacional y muy dependientes de los giros del poder central. En La Rioja, por ejemplo, se empezó a pagar sueldos con una cuasimoneda llamada “Chachos”. Hay economistas que hoy se preguntaban si esta salida al brutal ajuste fiscal que están teniendo las provincias, por la caída de la recaudación y suspensión de giros, no será contagiosa hacia otras provincias.
Hay un contraste. Ricardo Quintela, gobernador riojano, es kirchnerista. Kicillof es kirchnerista. El gobernador de la provincia de Buenos Aires estaba buscando crear una cantidad de empresas ligadas al sector de la salud, una de estas es de ambulancias. No son estrictamente empresas del Estado. Son sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria y donde el Estado tiene que invertir. La participación del Estado es del 51% y el 49% restantes es de privados que no sabemos quiénes son. Aunque Kicillof no encontraba el número para aprobar la creación en la Cámara de Diputados, ahora lo consiguió. Está citada para este miércoles una sesión para que la provincia de Buenos Aires, que tiene un problema fiscal gigantesco, inaugure una empresa con mucha participación del Estado. El gobernador consiguió el número por un bloque de ocho diputados provinciales llamado Unión, Renovación y Fe, que llegaron a la Legislatura en las boletas de La Libertad Avanza de Milei. Se sacaron las caretas y dijeron “no, nosotros en realidad éramos de Massa”.
En el Senado ocurrió lo mismo. Sobre todo con un senador que, cuando uno decía que era de Massa, se ponía muy nervioso: Sergio Vargas. Ahora forma parte del mismo sector que colabora con Kicillof para que pueda llevar adelante un programa estatista que sería repudiado por muchos de los votantes que eligieron en Provincia a Milei. ¿Se puede decir que esto es fraude electoral? Es una palabra demasiado fuerte. Lo cierto es que Kicillof está logrando objetivos que tienen que ver con montar un modelo absolutamente contrastante con el del gobierno nacional gracias a diputados que llegaron a la Legislatura con las listas del oficialismo. A lo mejor este tipo de trampa o malversación tienen que ver con la crisis de representación que afecta a la Argentina.
A este problema fiscal lo seguiremos viendo. Es hijo de la recesión. Los que piden tener cuidado con los shocks fiscales y monetarios, piensan en que los resultados son los contrarios a los que se pretenden. Se produce un desequilibrio. Esto está ligado al nivel de dinamismo de la economía. Y el nivel de dinamismo está emparentado con la cuestión monetaria y cambiaria. Todo esto es un paquete. No es el único problema.
Hay también una cuestión que no tiene tanto que ver con el diseño de la política económica sino, más bien, con el diseño del Gabinete, con la operatividad de la gestión y la posibilidad de implementar las reformas que el Gobierno obtuvo por autorización del Congreso. Vemos cómo se está reformulando el equipo de Gobierno por estos días. Milei llegó a Tucumán con la conquista de haber bajado la inflación de manera significativa, de haber logrado un esquema de gobernabilidad que le permitió sacar leyes importantes en el Congreso, con un enorme problema de recesión que impacta sobre lo fiscal. Y también llega con un Gabinete que se reformula de a poco.
Tenemos una novedad en una de las área más importantes si uno mira a la economía argentina desde el punto de vista sectorial. Dos materias, minería y energía. Petróleo y gas. Designan, ya se hizo cargo del área, a Daniel González. ¿Quién es? Fue el encargado de finanzas de YPF durante la gestión de Miguel Gutierrez, etapa Macri. Es director ejecutivo de IDEA. Está vinculado al sector agropecuario porque es director de Adecoagro, una de las grandes empresas agropecuarias de la Argentina. Y ahora va a ser una especie de puente entre Luis Caputo, el ministro de Economía, y el área de Energía y Minería, que conduce todavía Eduardo Rodríguez Chirillo, secretario de Energía que sobrevive desde la época de Nicolás Posse. Todos estos son cambios que están llevando los Caputo, Luis y Santiago, el principal asesor del Presidente. Son cambios respecto del esquema de poder que había armado Nicolás Posse, el anterior jefe de Gabinete que fue sustituido por Guillermo Francos. ¿Por qué digo que el secretario de Energía sigue todavía? No sabemos si Rodríguez Chirillo va a estar cómodo con que ahora le pongan encima a un hombre, González, que viene con un mandato muy fuerte de Luis Caputo, de quien es amigo. Es una especie de viceministro de todas estas áreas, y Rodríguez Chirillo es un hombre de la glaciación anterior y probablemente no se sienta cómodo con esta nueva jefatura.
Con Rodríguez Chirillo pierde poder una persona clave: Carlos Bastos, una especie de asesor en las sombras en la gestión de Energía, es director en YPF, un gran experto en electricidad, fue el que hizo la gran reforma eléctrica en la época de Domingo Cavallo. Hoy Bastos está muy ligado a José Luis Manzano, que es uno de los empresarios influyentes dentro del Gobierno.
Toman el poder mucho más que antes los Caputo, que operaban en Energía a través de un funcionario, asesor, informal, al estilo de este gobierno, Diego Aduriz, que es primo hermano de Luis Caputo y, por lo tanto, pariente de Santiago Caputo.
Hay una especie de Caputocracia en el Gobierno, con enorme poder de Santiago Caputo, que tiene un pie en YPF a través de Guillermo Garat, su socio en la consultora de opinión pública y estrategias electorales, Move, con la que ellos trabajan desde hace mucho tiempo.
El otro cambio importantísimo es que finalmente se creó el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, al frente del cual termina formalizando ahora sí, nítidamente, su lugar dentro del Gabinete, Federico Sturzenegger. Se firmó el decreto 585/24, que hay que mirar con detenimiento porque no solamente asigna funciones al Ministerio de Desregulación y Transformación de Sturzenegger, sino que al hacerlo rediseña todas las funciones de la Jefatura de Gabinete y también del Ministerio de Economía.
Si se mira con atención, se puede entender por qué se demoró tanto la designación de Sturzenegger. Es evidente que el terreno que le demarcaron surge de una larga negociación con la Jefatura de Gabinete y, sobre todo, con el ministro de Economía. Ha habido un proceso de negociación que debe haber sido bastante difícil para que Sturzenegger tenga sus funciones asignadas, que son de todo tipo. Muchas de ellas tienen que ver con el terreno de la microeconomía y el funcionamiento de la administración pública. Tiene muchas funciones relacionadas con los mercados específicos, con actividades específicas. Este nuevo ministerio es el órgano administrativo del programa que está en el decreto 70, el DNU que elaboró Sturzenegger y que está navegando sin luces por el Congreso.
El flamante ministro tiene algunas competencias en relación directa con el programa económico. Por ejemplo, como señala este fragmento del DNU: “Entender en la elaboración de políticas tendientes a aumentar la competitividad, eliminar cargas burocráticas, facilitar el funcionamiento de los mercados, impulsar el crédito, disminuir regulaciones y controles, aumentar la libertad económica y disminuir los costos del sector privado y productivo, en coordinación con las áreas competentes de la administración pública nacional”.
“Disminuir los costos”, básicamente es política tributaria, por eso se agrega, con mucho cuidado, “en coordinación con las áreas competentes”. Podíamos imaginar, en coordinación con la Jefatura de Gabinete y con el Ministerio de Economía, con Caputo.
Otro fragmento del DNU dice: “Participar, junto con las áreas de la competencia en la materia - no se corte solo-, en la revisión de esquemas tributarios, exenciones impositivas y regímenes especiales que generen privilegios o distorsiones en el funcionamiento de los mercados y la economía”.
¿Qué nos aparece en la cabeza cuando leemos esto? De todas las protecciones, privilegios, distorsiones que tienen los mercados en la Argentina por prebendas que concede la corona, el Estado, hay una destacada: Tierra del Fuego. Exenciones impositivas y regímenes especiales que está dominado por varios empresarios, pero por sobre todo por dos: Rubén Cherñajovsky, de Grupo Newsan, y Nicolás Caputo, primo hermano del ministro de Economía, tío segundo de Santiago Caputo, el principal asesor del presidente.
Sturzenegger está mirando ese jardín de la familia Caputo. Habrá que ver cómo se coordinan las competencias en la materia con las demás áreas. Un lindo tema político.
La pregunta que se hace muchísima gente es cuál es la relación entre Caputo y Sturzenegger. Sobre todo, cuando uno mira que en un momento en que lo fiscal empieza a generar dudas, a Sturzenegger le dan funciones en lo fiscal.
¿Hay tensión? Se exagera. Por ejemplo, se dijo: “Caputo se fue corriendo de la jura de Sturzenegger porque seguramente tendría alguna reunión o responsabilidad y no lo saludó”. No, fue el segundo en saludarlo y después se fue. También se iba corriendo Patricia Bullrich. Formalmente, no hay un conflicto.
Es cierto que siempre, desde que la administración pública es administración pública, la relación entre alguien que es sucedido por alguien, antecesor y sucesor, siempre es un poco tirante. Y hay que recordar que Caputo fue el sucesor de Sturzenegger cuando lo sacaron del Banco Central en la gestión Macri. En la comida que se celebró hace un par de meses en la Fundación Libertad, Milei descubrió a Sturzenegger entre el público, lo elogió, y dijo: “Cuando lo echaron a Sturzenegger empezó el regreso del kirchnerismo”. Lo dijo delante de Macri, que es el que lo echó. Y delante del que lo sucedió. Lo echaron por Caputo, su ministro de Economía. Uno no sabe hasta dónde Milei es consciente de algunas definiciones políticas muy agresivas.
En aquel Banco Central que conducía Sturzenegger había una figura principal que se fue antes de tiempo, que es Demian Reidel. Probablemente, el economista que más habla con Milei. Me animaría a decir que habla más que Caputo, y que fue designado la semana pasada como asesor del Presidente. Ahí se blanqueó algo.
La pregunta es: ¿Milei decidió empezar a lotear el Ministerio de Economía como hicieron otros gobiernos? ¿Milei quiere tener una visión alternativa de la que le ofrece Caputo? ¿O se conforma con su propia visión autosuficiente, la de alguien que cree que va a ganar el premio Nobel?
Un dato adicional es la foto en la que aparece Ilan Goldfajn, actual presidente del BID; José de Gregorio, expresidente del Banco Central de Chile y macroeconomista autor de un gran manual clásico. En las puntas de la foto está Federico Sturzenegger, con cap y lentes de sol, y Rodrigo Valdés, el encargado del hemisferio occidental en el Fondo Monetario Internacional (FMI), de quien Milei sugirió que es un bolivariano, que pertenece al Foro de Sao Paulo, por el pecado de haber sido el ministro de economía ultraortodoxo de Michelle Bachelet. Hay un vínculo intenso de amistad, que no tiene la misma intensidad y la misma cordialidad que el vínculo entre Luis Caputo y Rodrigo Valdés, el encargado del programa del Fondo para la Argentina. Este vínculo de Sturzenegger con Valdés es importante desde el punto de vista de las relaciones exteriores de la economía.
Santiago Caputo adquiere un poder enorme. Probablemente hoy es el funcionario más importante del Gobierno. Aunque en lo formal es sólo un asesor, que tiene un contrato de locación servicios con la hermana del Presidente. No tiene ningún cargo importante. Ni siquiera está claro como revista en materia impositiva, si es persona políticamente expuesta o no. Algo muy importante para los funcionarios y para los ciudadanos en general. Este Caputo también interviene en la política judicial. El ministro Mariano Cúneo Libarona está bastante “pintado”. Quien maneja el Ministerio es un íntimo de Santiago Caputo, encargado ahora de la operación sobre el Senado, que se llama Sebastián Amerio, compañero de Caputo desde la primaria.
Me refiero a los pliegos de Manuel García-Mansilla y Ariel Lijo, que fueron enviados en ese orden: primero García-Mansilla y después Lijo. ¿Eso quiere decir que deben ser tratados de esa manera? Si se descubre que García-Mansilla, como dicen, no tiene más de 30 votos en el Senado, ¿siguen con Lijo o se caen los dos? Hay una ley dentro del Gobierno: o dos o nadie. Hay quienes dicen que no es un dogma. “A lo mejor podemos entregarlo a García-Mansilla y poner a una mujer, de tal manera que salga Lijo”. Eso es lo que quiere Lijo; García-Mansilla, aparentemente, no cuenta con más de 30 votos. ¿Lijo con cuántos cuenta? No se sabe. Porque es tan escandalosa la designación de un juez muy sospechado de corrupción, que los senadores tienen vergüenza de decir si lo votan. Se necesitan dos tercios de los presentes en el recinto.
Para entender la vergüenza que tienen algunos por estar obligados a votar a Lijo, el caso de la senadora Guadalupe Tagliaferri es muy llamativo. En una entrevista que le hace Matías Moreno en LA NACION, la presidenta de la Comisión de Acuerdos dice, con mucha suficiencia: “Pro está mareado y desteñido, perdimos la identidad original”. Ella pide un PRO más definido, más contundente, con un perfil más claro. Pero cuando le preguntan por Lijo, contesta: “Los dos son candidatos del Poder Ejecutivo. Iniciaremos el proceso de audiencias y en función del proceso, las impugnaciones y adhesiones resolveré cómo va a ser mi voto en el caso de los dos candidatos de la Corte”.
Después le preguntan: “Si Macri pide que el bloque rechace a Lijo -cosa que Macri está cerca de hacer- ¿usted se desmarcará como hizo durante el tratamiento de la Ley Bases?”. Ella respondió: “Voy a actuar de acuerdo a lo que estoy convencida y a lo que necesita cada momento, proyecto y acompañamiento”.
¿Qué quiere decir esto? Que no sabemos si PRO está mareado, como diagnosticó Tagliaferri. Pero ella seguro está mareada. Porque ante semejante tema que es la designación o no, por la comisión que ella preside, de un juez que ha desatado una tormenta como nunca se vio en la designación de un juez de la Corte en la historia argentina, por sospechas muy elocuentes de corrupción, Tagliaferri todavía no se puede definir. Y dice que es el partido el que está mareado. Es el segundo caso donde uno se pregunta si estas dudas sobre temas tan importantes tendrán que ver con la crisis de representación que se vive en la Argentina.
El caso Lijo está teniendo una repercusión enorme en muchos campos. Basta observar la carta que le enviaron al presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, los expresidentes de la institución: “Usted se pronunció en nombre de la DAIA, que es la entidad que reúne a las principales entidades judías de la Argentina a favor del doctor Lijo para la Corte. Es increíble que no haya hecho consultas frente a la designación de un hombre que se está produciendo en el marco de un claro disenso de opiniones que fueron expresadas públicamente. Vemos con preocupación que usted comprometa la opinión y la posición de las entidades que integran la DAIA sin haber convocado una asamblea extraordinaria. Le pedimos que convoque a una asamblea extraordinaria para ver si nos tenemos que pronunciar o no”.
Hay que recordar que Lijo -denunciado por la DAIA en aquel momento- convalidó la creación de un partido nazi en el país. Eso es lo que está detrás de esta carta, que firman Rubén Ezra Beraja, Ariel Cohen Sabban, Aldo Donzi, José Hercman, Alberto Indij, Akmalia Polak, Ángel Schindel, Julio Schhlosser y Roberto Zaindemberg. Se abre un debate importante dentro de la DAIA por un pronunciamiento inconsulto de su presidente a favor de Lijo.
La designación de Lijo ha tenido repercusión internacional. Ha habido notas en la prensa internacional acerca de que este Milei que llega a Tucumán tiene una imagen muy borrosa de la calidad institucional. Pareciera que es unidimensional, hipereconomicista y que otras cosas no le interesan demasiado, como por ejemplo la designación de un juez señalado como corrupto en la Corte.
Estas peculiaridades se proyectan sobre un aspecto muy importante de este gobierno que firma este pacto: la dimensión internacional. Milei se ve así mismo, antes que como un presidente de la Argentina, como un líder global, un líder ideológico y esto lo ha llevado a enemistarse con otros jefes de Estado. Había una costumbre, probablemente malsana, que se fue expandiendo en los últimos años, por la que determinados presidentes viajan a otro país a favorecer a sus amigos en las luchas electorales. Se ponía entre paréntesis el principio de no intervención, que indica que un Estado no interviene en la política interna del otro. Esto se fue resquebrajando y comenzó a ser habitual que un presidente haga campaña por quien es su amigo en otro país.
Ahora se inauguró algo distinto. No solo se va a hacer campaña en favor de su amigo, sino que también se va a insultar al enemigo de su amigo. Por lo que a veces puede terminar en una enemistad con un jefe de Estado. Por ejemplo, como pasó con Pedro Sánchez en España, más allá de que lo hayan insultado a él antes de que él insultara a Pedro Sánchez. Mucho más grave es el caso de la relación con Brasil, de la relación con Lula, que estuvo pendiendo de un hilo todos estos días. Hasta la reunión de la que participó Milei en Camboriú hablando sobre la situación brasileña y la situación argentina. ¿Qué se preveía? Que él pudiera volver a decir que Lula “es un comunista corrupto”, como le dijo en su momento a Jaime Bayly en una entrevista. Eso a Lula lo ofendió muchísimo, tanto que quebró un compromiso que era que ninguno de los dos iba a hablar del otro -y ese compromiso Milei lo venía sosteniendo a lo largo del año-, diciendo: “Milei me tiene que pedir perdón por las tonterías que dijo”. A partir de ese momento, Milei resolvió: “No voy a la Cumbre del Mercosur”. Que se celebró en Asunción.
Milei fue a Camboriú, no habló de Lula, habló del socialismo, de que Bolsonaro, su amigo, es un perseguido político por la justicia brasileña. El dato curioso: llevó a Luis Petri, ministro de Defensa, en lo que era un viaje privado. Hay negocios de Defensa que están discutiendo con Brasil. Llamó la atención.
No fue a Asunción. Y la ausencia generó la reacción de Luis Lacalle Pou, con quien todavía no hay una pelea. Le reprochó a Milei no haber formado parte del encuentro. Por otro lado, Itamaraty, la Cancillería brasileña, rescató el gesto de Milei de no haber hablado de Lula y llevó a cabo un encuentro entre el presidente brasileño, Diana Mondino y el canciller Mauro Vieira. La “coincidencia” fue replicada por Cancillería Argentina en redes sociales. Esto da a entender que hay un esfuerzo de las dos cancillerías por encarrilar la relación con Brasil de manera más o menos cordial. Es un vínculo en el que se interponen temas nucleares, energéticos, de comercio internacional, etc.
Todo esto es consecuencia de un clima general en todo Occidente: el de una fractura ideológica, grandes polarizaciones en todas las sociedades. Hay fracturas en la Argentina, en Brasil y esto termina proyectándose sobre la política exterior. Están apareciendo derivaciones de manera impensable en esta tendencia a la polarización. ¿Por qué? Porque llegó a la Iglesia. Aun para quienes no somos religiosos, desde el punto de vista político y cultural, son hechos de gran magnitud. El Papa Francisco excomulgó al arzobispo italiano Carlo Maria Viganò por haberse pronunciado en su contra de manera insultante. ¿Hace cuánto tiempo un Papa no excomulga a un arzobispo? ¿Un siglo? ¿Dos siglos? No lo sabemos ahora. Pero es algo sumamente novedoso. El Papa Francisco está diciendo: “Viganò ha iniciado dentro de la Iglesia un cisma”. Viganò se pronunció en cartas, junto a otros obispos que también fueron sancionados, en contra de la política del Papa respecto de cuestiones de género y la administración de sacramentos para divorciados. También Francisco echó del Vaticano, donde vivía, a un cardenal americano, al arzobispo de Saint Louis Raymond Burke, que ahora se jubiló. El Papa destituyó al arzobispo de Tyler, en Texas, Joseph Strickland. En la curia, empieza a haber consecuencias de una gran fractura interior que se ha manifestado en el pronunciamiento de muchos obispos y cardenales en contra del Papa, levantando siempre la imagen de Joseph Ratzinger como el verdadero Papa. Un ortodoxo. Estos impulsos reaccionarios hacen juego con Milei, que intervino la Cancillería a través de su hermana Karina y puso allí a la abogada Úrsula Basset, solo para revisar pronunciamientos de la Argentina en materia de género, medio ambiente y derechos humanos. Una política exterior que también se va ideologizando.
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