Qué opina uno de los fundadores del Grupo de Puebla, que se reúne hoy con Alberto Fernández
Carlos Ominami es uno de los fundadores del Grupo de Puebla, el foro de dirigentes de centroizquierda latinoamericanos al que Alberto Fernández busca acercarse para recomponer el alicaído polo progresista en la región. De buen vínculo con el presidente electo, el exsenador socialista chileno confía en que Fernández logrará otorgarle un nuevo rostro a la izquierda latinoamericana en tiempos en los que las sociedades cuestionan a los gobiernos "neoliberales" como los de la Argentina, Chile o Ecuador.
"Puede ser una muy buena síntesis de los aciertos de los gobiernos progresistas pero también una síntesis que asuma positivamente los errores. Puede iniciar algo nuevo", dice Ominami en una entrevista a LA NACION.
Al mismo tiempo, el dirigente cree que el presidente electo deberá enfrentar una situación "extremadamente difícil" y que las primeras medidas de su gestión serán cruciales para todo su gobierno. "Lo que ocurra desde el 10 de diciembre será muy determinante. (...) Fernández tiene que ser capaz de darle un respiro a las clases populares y las clases medias. Requiere dar señales en los primeros días", agrega Ominami.
En la víspera de la segunda cumbre del Grupo de Puebla, que encabezará Fernández y que tendrá lugar entre mañana y el domingo en Buenos Aires, el exfuncionario chileno además propone que una nueva concertación izquierdista en la región mantenga una política de "no alineamiento" ni con China ni con Estados Unidos y sugiere que una alianza progresista fuerte puede obligar al Brasil de Jair Bolsonaro a "meditar" sobre su postura confrontativa.
–¿Qué impacto tiene la derrota de Macri en la región?
–Hay que ser cauto y no hacer grandes teorías sobre una contingencia. Si uno junta la derrota de Macri, el cuestionamiento implacable que hace la sociedad chilena respecto de [Sebastián] Piñera y las marchas contra [el presidente de Ecuador] Lenin Moreno son elementos que apuntan en la dirección del ocaso del neoliberalismo en la región. Pero hay que ser prudente en las interpretaciones porque la tendencia dominante hoy es que vencen las oposiciones. Todos sabemos que la elección en Uruguay [donde el Frente Amplio puede perder el poder] es una elección extremadamente difícil.
–¿Entonces es pronto decir que la región gira hacia la izquierda?
–Hay que ser muy cuidadoso con eso. Sí hay una nueva ola que empieza a recorrer nuestra región que demanda un proceso de integración en la que los gobiernos de Argentina y México van a estar articulados.
–¿Tras el fracaso de la Unasur, las críticas la Grupo de Lima y la poca actividad del Prosur, la región es capaz de mantenerse unida en el largo plazo?
–Tenemos que asumir que nuestro proceso de integración es más necesario que nunca. Hay que discutir sobre eso. Hay que evaluar algún tipo de recomposición de la Unasur, actuar con mucha imaginación y humildad.
–¿Cuál es el rol del Brasil de Jair Bolsonaro en este contexto?
–Si se pudiera generar una articulación eficaz entre México y la Argentina, que sería algo histórico, y si el proceso chileno [contra Piñera] avanza en una buena dirección se podrían generar condiciones para que Brasil también tenga que meditar respecto de su futuro. Es el país más importante de la región. Tengo confianza en las capacidades internas de la diplomacia brasileña.
–¿Por qué el Grupo de Puebla funcionaría?
–Porque somos un grupo de personas de buena voluntad que tiene una predisposición importante. Nuestra tarea es pensar y articular. Esos son nuestros objetivos. Pensar de manera imaginativa, novedosa y hacer una nueva síntesis de los gobiernos progresistas. Es una tarea que tiene una perspectiva de largo aliento. Me parece que es un grupo que tiene todavía mucho trabajo por delante.
–¿Qué se puede esperar de la cumbre de este fin de semana en Buenos Aires?
–Es una reunión sin lugar a dudas muy importante porque es la consolidación de una iniciativa que se constituyó en julio y que ha venido adquiriendo gravitación. En ese sentido, hay hechos nuevos que muestran que este pretendido ciclo conservador que había llegado para establecer su hegemonía durante un tiempo largo en la región parecería estar terminando. La derrota de Macri va en ese sentido. Sabíamos que eso podía ocurrir pero había que esperar a que se produjera. Alberto, además, le da al grupo una significación que no tenía. Le agregaría las manifestaciones en Chile, que tienen un desenlace abierto.
–¿Qué postura tomará el grupo de puebla respecto a Venezuela?
–Somos sumamente críticos de cualquier idea de intervención militar. Nos ha parecido muy grave el retroceso que ha tenido la administración norteamericana respecto a América Latina, por lo que nos parece muy lamentable el alineamiento del llamado Grupo de Lima sobre esa estrategia norteamericana. Ese grupo ya está muerto. Macri ya no está.
–¿Los gobiernos de izquierda de América Latina deben enfrentarse a Estados Unidos?
–No, en absoluto. Al contrario. Tiene que haber una política de no alineamiento activo: ni con Estados Unidos ni con China. Hay que poner por delante nuestros intereses. Creo que esa política tiene mucha fuerza. Los esfuerzos que hace Bolsonaro para establecer una alianza con Estados Unidos van a chocar con la realidad. Hay que decirlo fuerte y claro. China no puede establecer con nosotros la misma relación con nosotros que tuvo Estados Unidos: la subordinación. Hay que relacionarnos de manera distinta.
–¿Qué rol cree que tendrá Alberto Fernández en la región?
–Finalmente es él el que tiene que tomar sus definiciones. Creo que el triunfo es visto con mucha simpatía y esperanza sabiendo que tiene una tarea extremadamente difícil. Puede ser una muy buena síntesis de los aciertos del gobiernos progresistas pero también una síntesis que asuma positivamente los errores. Puede iniciar algo nuevo. Él será prudente para que no se vuelvan a cometer los mismos errores estructurales.
–¿Cuáles?
–No aprovechar el boom de las materias primas. En algunos casos no se construyó fuerza política y se estableció una dependencia de un solo líder. Un buen caso es el de Evo Morales, por ejemplo. Tampoco fuimos suficientemente intransigentes en combatir los casos de corrupción. Alberto no es uno más. Es la posibilidad de una síntesis que recoja lo bueno y recoja de una manera autocrítica las cosas malas.
–El gobierno de Fernández enfrentará una crisis económica grave. ¿Cree que podrá gestionarla?
–La suerte de los gobiernos comienza a jugar en los primeros días. Si no se mueven las cosas en una cierta dirección al principio después se hace muy difícil reorientar el rumbo. Lo que ocurra desde el 10 de diciembre será muy determinante. Tenemos la ilusión de que Alberto y Cristina y el movimiento detrás puedan crecer. Ojalá puedan dejar atrás la grieta. La Argentina es un gran país.
–¿Cuál es ese camino que debería adoptar el futuro gobierno?
–Tiene que ser capaz de darle un respiro a las clases populares y las clases medias. De priorizar los problemas que hay que resolver al mismo tiempo. Requiere de una sintonía muy fina, de dar señales los primeros días para poder ir haciéndose cargo de las prioridades más urgentes, de reactivar la economía y recuperar la confianza en la Argentina.
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