¿Qué hará Mauricio Macri?, el dilema que inquieta a la oposición
Las imágenes de Mauricio Macri paseando por París en el momento más crítico de la pandemia en la Argentina fueron un deleite para la comunicación kirchnerista. Pero sobre todo desataron un debate molesto en una oposición incapaz de definir qué papel asignarle al expresidente derrotado en las elecciones de octubre.
¿Es Macri el líder que conducirá a Juntos para el Cambio hacia una resurrección electoral? ¿Le interesa siquiera a él ese lugar? ¿Hay alguien dispuesto a reclamar el testigo? A pesar de las diferencias ideológicas, personales y de contexto, el dilema replica aquel que vivió el peronismo al final de la presidencia de Cristina Kirchner. Se trata de decidir dónde poner la energía a la hora de edificar una alternativa de poder: en la reivindicación de una gestión pasada o en la fundación de un proyecto novedoso.
Macri sacó 41% de los votos. Concentra hoy niveles de simpatía y de rechazo significativos. Piso alto y techo bajo, según los encuestadores. Un diagnóstico similar al que fastidiaba a Cristina en los años que pasó en el llano. En Juntos por el Cambio la gran incógnita es hasta qué punto el expresidente desea volver a competir. Saben que quiere revancha, pero no tienen claro si pasa por poner el cuerpo o por empujar desde un lugar simbólico el resurgir de una alianza que hace cinco años -con él al frente- supo ofrecer un mensaje esperanzador.
El Gobierno se entretiene con esa intriga. Identifica a Macri como un factor de polarización que podría facilitarle el desempeño electoral en tiempos de vacas flacas. Y se ilusiona con una candidatura a diputado del expresidente en busca de fueros (espejo de la jugada de Cristina en 2017) ante la amenaza de causas judiciales que podrían complicarlo.
En ese mar de dudas, la oposición gasta el Zoom para mantenerse unida. Las fuerzas que demanda el presente postergan el futuro. Horacio Rodríguez Larreta encarna como nadie esa lógica. La gestión de la pandemia lo acercó al presidente Alberto Fernández hasta límites que irritaron a muchos de sus compañeros de coalición. Se juramentó no entrar en el barro antes de tiempo, incluso cuando la Casa Rosada y el Instituto Patria hayan lanzado ahora un operativo despegue, cargado de dardos envenenados. Quiere que su nombre se asocie a la moderación.
El fracaso económico del gobierno macrista le permitió a la expresidenta ser la arquitecta de un futuro con tantos rasgos calcados del pasado
Los dirigentes que sueñan con un relevo de Macri se impacientan con Larreta. Creen que debería aprovechar su alta consideración pública actual para reclamar el liderazgo opositor y relanzar la coalición con la mira puesta en el centro, donde se juntan las mayorías.
Esa construcción está en pausa. Hubo esbozos que se frenaron cuando se hizo pública una reunión pensada para ser secreta a la que asistieron Larreta, María Eugenia Vidal, Martín Lousteau y Emilio Monzó, entre otros. Cuando salió a la luz –porque Vidal se contagió el coronavirus- hubo un pico de tensión con el ala dura del Pro y con Elisa Carrió.
El Gobierno apuesta a que la atomización opositora sería inevitable si Macri saliera a competir en 2021. A su manera, los peronistas transitaron ese camino en 2017, cuando la dejaron sola a Cristina en la defensa electoral de su legado. Cada cual se dedicó a cuidar su territorio y se postergó indefinidamente el debate de un proyecto de renovación. Al final, el fracaso económico del gobierno macrista le permitió a la expresidenta ser la arquitecta de un futuro con tantos rasgos calcados del pasado. La comparación -con sus limitaciones- sirve para todos: a los que reclaman alumbrar ya lo nuevo y a los que creen que la redención está al final del camino.
Nadie, al menos fuera de su círculo íntimo, le pregunta a Macri cuál es su plan. Tampoco le han transmitido reproches por el timming político de su viaje a Europa, más allá de su incuestionable derecho a usar a gusto su tiempo y su dinero.
El consenso vigente en Juntos por el Cambio se basa en administrar con discreción las batallas internas. El largo plazo es fantasía. La resistencia a otra hegemonía kirchnerista es por ahora la amalgama que mantiene unido a un grupo de políticos que atraviesa el duelo por el poder perdido.
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