Puerto Eva Perón, el pueblo obligado a reinventarse por el cerrojo de Insfrán
RESISTENCIA.– En Puerto Eva Perón, los chaqueños tuvieron que reinventarse. No había panadería, carnicería, farmacia ni estación de servicio. Dependían de Mansilla, la localidad formoseña que está del otro lado del puente interprovincial de la ruta 11. Hoy, imposibilitados de acceder a Formosa por las restricciones impuestas por Gildo Insfrán, tienen pan y carne a mano –al doble del precio promedio–, pero les faltan medicamentos y combustible.
El municipio junta de a diez recetas médicas y viaja a algún pueblo cercano para buscar los fármacos para los alrededor de 1000 habitantes de Eva Perón.
La cantidad de habitantes es incierta. Según los vecinos, oscila entre 500 y 2000; para el intendente, Diego Lavia, son 1060, y para el intendente interino, Rubén Montenegro –que actualmente reemplaza a Lavia por vacaciones–, son 830. Cualquiera fuera el número de locales, ninguno tiene la posibilidad de acceder a una farmacia.
¿La nafta? La buscan algunos vecinos, pero no en la estación de servicio que tienen a cinco cuadras, porque queda en Formosa. Viajan hasta La Leonesa, a 60 kilómetros, o a Resistencia, a 100. "En la estación que está del otro lado del río, el litro de nafta cuesta alrededor de $60. Lo estamos pagando $100, pero no nos queda otra opción", dice a LA NACION Cristian Espíndola, de 51 años, dueño del almacén RS.
Espíndola es uno de los habitantes de Eva Perón que se reinventaron. Su almacén, desde mayo, también es panadería. "Estuvimos tres meses sin nada de pan. Cada vecino se hacía el suyo, porque si lo íbamos a buscar a 60 kilómetros no cerraba el costo", explica Espíndola, y agrega, mientras muestra, orgulloso, dos tiras de pan francés esponjosas: "Al principio, probaba y no me salía nada. Me salía feo, no se inflaba. Mi señora empezó a buscar en internet, y terminamos aprendiendo".
El comerciante –y ahora panadero–, de tez morena, poco pelo y cejas negras y frondosas, vive en Eva Perón desde hace 30 años, con su mujer y su hijo. El nuevo rubro, dice, le cambió la vida: "Empiezo a las 18 y termino a la madrugada. A las 5, de nuevo arriba, a calentar el pan. Hago 70 kilogramos por día, para abastecer a todo el pueblo".
Según cuenta Espíndola, los vecinos se quejan por el aumento de precios en su almacén, pero no tienen alternativa más que comprar. "Tuvimos que aumentar por completo los precios. Para que me traigan la carne acá, me cobran $320 el kilo de corte, y lo tengo que vender a $420. Antes, podía vender un kilo por $200", detalla, en alusión a los tiempos en los que negociaba con proveedores de Mansilla.
En el pueblo escasean las frutas y verduras. Los comercios están desprovistos. Apenas ofrecen algunas zanahorias, papas y cebollas, que exhiben en pallets y cajones plásticos. Con suerte, se encuentra alguna fruta. "Es que la manzana aguanta, pero la banana se te va. Lo mismo el tomate. No podemos traer mucha variedad porque eso implicaría viajar seguido y subir aún más los precios", afirma Espíndola, que también es empleado municipal, al igual que la mayoría de los trabajadores de Eva Perón.
"Acá, el 75% son empleados municipales. Algunos de planta permanente, y otros, contratados. También hay un plan de ayuda municipal, por el cual se les paga a otros tantos trabajadores para que cumplan tres horas diarias, prestando algún servicio al municipio", cuenta Montenegro, el intendente interino, que interrumpe su almuerzo familiar de domingo para dialogar con la nacion, en la vereda de su casa.
Montenegro es presidente del Concejo Deliberante local y, aun con su cargo político, no puede ingresar a la provincia vecina. "Yo no puedo pasar a Formosa. Solo hasta el control de la Gendarmería, no bien se cruza el puente", dice. Es de los pocos afortunados en poder, al menos, atravesar el primer control policial, que las autoridades formoseñas montaron en la mitad del puente que cruza el río Bermejo, para asegurarse de que nadie ponga un pie en la provincia. Cada tanto, Montenegro hace uno de su beneficio y busca provisiones para su pueblo. "La gente de Mansilla me acerca paquetes y medicamentos, pero tengo que ir yo mismo en persona", dice, y advierte que no suele hacerlo, "para no molestar". "No lo hacemos mucho, porque implica pedir un permiso, que tarda uno o dos días en ser autorizado. No puedo circular con libertad", afirma el intendente interino, y agrega: "Formosa es un país aparte. Por más que hagamos reclamos al intendente de Mansilla, él no decide. Decide el gobernador; la palabra la tiene Insfrán".
A comienzos de la pandemia, entre marzo y abril de 2020, cuando permanecieron varados alrededor de 50 formoseños en el costado de la ruta, frente al acceso a Puerto Eva Perón, el municipio chaqueño tuvo que desplegar recursos para asistirlos. "Fue muy complicado porque tuvimos que abastecer a las personas con nuestros propios medios".
Desde ese entonces, por disposición de la Subsecretaría de Seguridad Vial de Chaco, el acceso a la localidad fronteriza quedó restringido únicamente a los habitantes, con permisos de visitas familiares eventuales. Abigail Mendoza, de 26 años, es una de las personas encargadas de supervisar ese ingreso y desinfectar el exterior de todo vehículo que pase al pueblo. Sentada, bajo la sombra de un árbol, junto a Nadia Peralta –quien también cuida el acceso–, cuenta que tuvo que convivir nueve meses con su papá, tras el bloqueo de Formosa.
"Mucha gente tiene familia del otro lado. Mi papá iba y venía, porque vive con su mujer en Mansilla. El 13 de abril del año pasado, vino a pasar el día y tuvo que quedarse durante nueve meses en mi casa. No pudo volver a su lugar hasta noviembre", se lamenta Mendoza, y detalla: "Los primeros días, los dejaban acercarse hasta el puente, con barbijo, y charlar en el control policial. Pero no se podían tocar. A partir de mayo, tuvo que empezar a saludar a su mujer de lado a lado del río. Se gritaban, uno en cada orilla". Las mujeres desconocen hasta cuándo tendrán que controlar la entrada a Puerto Eva Perón. Chaco está subordinado a las decisiones del gobierno formoseño.
Fácil salir, difícil volver
El destino de Irma López también está en manos del gobierno de Insfrán. Después de 12 meses, la mujer, de 64 años, que vive en Formosa capital, pudo cruzar el río Bermejo para asistir a su familia. "Siempre iba y venía a cuidar a mis papás, que viven acá desde 1978. Necesitaba venir sí o sí, porque mi hermana ya no podía manejarse sola con ellos", cuenta López, desde el jardín de la casa de Abel, pronto a cumplir 99 años, y Catalina, de 88. "En Chaco no me hicieron problema para entrar, pero el tema fue salir de Formosa. Después de un año, recién pude pasar este 4 de febrero", agrega, y detalla que, para reencontrarse con sus padres, tuvo que pedir al municipio de Eva Perón que la buscara del otro lado del puente, ya que su hijo, quien la acercó al límite interprovincial, no tenía permiso para cruzar.
El regreso a su ciudad es lo que inquieta a López. Consiguió una habilitación para volver a la capital formoseña el próximo mes, pero el Consejo de Atención Integral de la Emergencia Covid-19 no le confirma cuál será su paradero cuando ingrese. "No sé qué pasará cuando vuelva. Me dieron fecha de paso para el 14 de marzo, pero nadie me responde si tendré que ir a un centro de aislamiento. Yo pedí hacer la cuarentena en mi casa, porque soy mayor de 60 y tengo lugar para estar sola", sostiene, aunque le advirtieron serán las fuerzas de seguridad quienes la busquen del otro lado del puente.
"Igual, si tengo que ir a un centro, lo haré", se resigna la mujer. "Si es orden de ellos, estamos dispuestos a lo que digan", concluye López. Otra fortuna que, al igual que la de los habitantes de Puerto Eva Perón, pende de las resoluciones de Gildo Insfrán.
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