Prudencia fiscal y reformas para crecer
Dos hechos hacen de hoy un día muy especial. Como resultado de una astuta y velozmente ejecutada estrategia del presidente Mauricio Macri y su equipo, apoyados por un tribunal que usó la escasa discrecionalidad de que dispone para favorecer a la Argentina como lo había hecho durante los primeros años luego del default, ayer se cerraron acuerdos con los acreedores más recalcitrantes, dando vuelta la página más polémica de un default tan caro como litigioso que duró más de 15 años.
A su vez, hoy el Presidente abre el período de sesiones ordinarias del Congreso, ese templo supremo de la representación democrática al que la Constitución reserva la atribución exclusiva de contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación y de arreglar el pago de la deuda. Nuestro problema con los holdouts es fácil de comprender si lo asimilamos a los álbumes de figuritas que coleccionábamos de niños. De un álbum de 100 figuritas, ya teníamos 93 y ahora conseguimos las siete restantes: podemos llevarlo al quiosco y cambiarlo por un regalo a nuestra elección. A cambio del álbum lleno, el quiosquero ofrece elegir entre dos bebidas: yogur, que fortalece nuestros huesos y nos ayuda a crecer, o cerveza.
En efecto, muy pronto nuestro país volverá a tener libre acceso a los mercados financieros internacionales. En un mundo todavía abundante de liquidez y en el que las tasas de interés para países emergentes aún son bajas, tenemos la oportunidad y el riesgo de ser un destino predilecto de las inversiones financieras. Ello expone a nuestro sistema político a un dilema.
Por un lado, al igual que el yogur, cantidades moderadas de deuda pueden suavizar los efectos sociales de las reformas que es necesario hacer para darle eficiencia a la economía y que ésta vuelva a generar oportunidades de crecimiento.
Pero, al igual que la cerveza, también nos tienta con otra fiesta de consumo insostenible que suba meteóricamente la popularidad del gobernante de turno y nos deje en la puerta de otra crisis de endeudamiento. El punto de partida es difícil, porque el kirchnerismo nos dejó con un déficit fiscal de 7% del PBI, uno de los más altos de nuestra historia.
Pero, en una visión más larga, hace unos 80 años que nuestro sistema político perdió la disciplina fiscal que tuvo durante las décadas que nos hicieron uno de los países más prósperos de la Tierra. Es hora de retomar aquella ambición de independizarnos de los humores del mercado financiero.
La historia abunda en ejemplos de que el mercado es una institución muy poco confiable para delegarle el cuidado de nuestra sostenibilidad fiscal a lo largo del tiempo. De modo que nosotros mismos debemos hacer esa antipática tarea. Porque, cuando el mercado nos da la espalda y viene la crisis, les pega mucho más fuerte a las familias más humildes, arrasa con sus ilusiones y proyectos y los vuelve estructuralmente más pobres por muchos años.
Por eso debería el Congreso, junto con revertir las leyes cerrojo y de pago soberano, impulsar sin hipocresías ni partidismos una nueva ley de responsabilidad fiscal que busque esta estabilidad. Eso sería como discutir cuánto y de qué bebida le pedimos al quiosquero, para dejarles a nuestros hijos una república sin buitres.
El autor es director del Centro de Investigación en Finanzas, Univ. Di Tella
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