Primeras escenas de la nueva estrategia de campaña del Frente de Todos
La remozada línea discursiva del oficialismo busca emparentar a Juntos por el Cambio con una oposición obstruccionista; y la enfrenta con un mensaje de inusual tono moderado y propositivo
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El oficialismo tiene una nueva estrategia de campaña. Parece lógico después de haber perdido las PASO a nivel nacional y sobre todo, en la decisiva provincia de Buenos Aires. Los cambios ya se vieron en la renovada actitud del presidente Alberto Fernández de salir a “escuchar” las demandas de la población y esta misma semana, en el comportamiento del Frente de Todos en el Congreso, donde apeló a cierta victimización política como una herramienta para invertir la carga negativa con Juntos por el Cambio.
Una primera lectura de la sesión en la que los diputados dirigidos por Máximo Kirchner no consiguieron reunir el quorum para tratar la Ley de Etiquetado Frontal indicó que el oficialismo fracasó en su intento de imponer a JxC una agenda parlamentaria sin consulta previa. Pero en términos políticos, también fue evidente que el FDT buscó colgarle a la principal coalición opositora el cartel de una fuerza que ejerce el obstruccionismo. Y que con tal de bloquear al Gobierno, no facilita la sanción de leyes reclamadas por la sociedad.
Ahí radica, justamente, la lógica de fondo en la que el Frente de Todos quisiera desarrollar su campaña hacia las elecciones legislativas de noviembre: a diferencia de lo que sucedió en la antesala de las PASO, cuando el Gobierno quedó emparentado con el “encierro” de la pandemia (el ejemplo más concreto y acuciante fue el de las escuelas), ahora el objetivo de los estrategas oficialistas es mostrarse como aperturistas, en todos los rubros: la educación, el fútbol, los boliches. Lo que haga falta para apagar el enojo de los argentinos.
Después de hacer la catarsis por la derrota, que incluyó cambios forzados por Cristina Kirchner en los gabinetes nacional y bonaerense, en el Frente de Todos llegaron a la conclusión de que el mal clima que motivó el comportamiento del electorado se debió en alguna medida a la incapacidad de los candidatos oficialistas de transmitir un mensaje positivo. Un terreno que, en cambio, aprovechó la oposición con el “estilo Larreta”, moderado pero firme, en especial para diferenciarse de lo que significó la cuarentena más dura.
De ahí que en el aparato comunicacional oficialista perdieron posiciones los que tienden a elaborar un discurso más confrontativo y en espejo con la oposición, avanzaron los moderados. El ejemplo es la influencia ascendente del asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí, quien pasó de los cuarteles de invierno del Frente Renovador massista en Retiro directamente a la quinta de Olivos para modificar la comunicación presidencial e intervenir en la campaña del Frente de Todos, después de haber sido muy crítico puertas adentro.
Rubí, que había trabajado en la campaña de Cristina Kirchner en 2017 y que luego se acercó a Sergio Massa en 2019, es autor del libro “Gestionar las emociones políticas”, en el que sostiene que “los estados de ánimo se han convertido hoy en día en auténticos estados de opinión y tienen una repercusión importante tanto en la política como en las elecciones”. En la misma línea, el consultor catalán advierte: “Las emociones pueden provocar resultados inesperados”. Como el que impactó al Gobierno en las elecciones primarias.
Según pudo saber LA NACION, Rubí avisó antes de las PASO que el estado de ánimo de la sociedad argentina podía llevar a una derrota del oficialismo. “Más tres, menos tres”, repetía ante sus interlocutores, dando a entender que la elección estaba abierta. Esa advertencia, así como otras –una de ellas de Sebastián Galmarini, que elabora una encuesta propia– fue desoída por el entorno del presidente Fernández, que insistía en que habría una victoria de entre 7 y 8 puntos en la Provincia, que apuntalaría al FDT a nivel nacional.
La presencia de Rubí en las cercanías de Fernández y en la mesa que arma la campaña del FDT despertó inicialmente rumores que señalaron cierto malestar de Máximo Kirchner con Massa, pese a que ambos venían actuando en un aceitado tándem tanto en Diputados como en la interna oficialista. Pero el hijo de Cristina Kirchner instrumentó la movida para presentar a Juntos por el Cambio como obstruccionista, algo que encajó de lleno en la estrategia del consultor catalán. Y que, en definitiva, impulsa Massa casi a modo de salvataje electoral.
El propio Máximo Kirchner blanqueó la estrategia: “Quisimos hacer la prueba; y han vuelto a comportarse como siempre fueron”, lanzó hacia Juntos por el Cambio desde su banca el martes, después de haber pasado por la Casa Rosada el lunes. También aprovechó para reprochar a María Eugenia Vidal que planteó que la oposición podría quedarse con la presidencia de la Cámara baja el 10 de diciembre y por lo tanto, intervenir en la línea de sucesión: “Deberían ser más pacientes, para 2023 faltan dos años, eso es la República”, ironizó.
El jefe de La Cámpora no fue el único que hizo política en el Congreso esta semana. También se lo vio por allí a Axel Kicillof transitando los pasillos del Senado, donde se reunió con Cristina Kirchner, y luego en Diputados. ¿Será cierto que el gobernador le pidió a Massa que designe un dirigente afín para sumarse al Gabinete bonaerense? El antecedente no es favorable a Kicillof, que quería incorporar a Malena Galmarini en 2019, pero la titular de AySA desistió. Ahora, el massismo podría levantarle el pulgar al gobernador, que necesita dejar atrás el fantasma de que tiene intervenida la gestión por Martín Insaurralde.
Con Cristina Kirchner, en tanto, Kicillof abordó temas de campaña en la Provincia –que ayer llevaron al gobernador a una recorrida por la Séptima Sección, clave para la futura integración del Senado bonaerense– como también de gestión. “El tema de los precios es un punto crítico”, comentó el exministro de Economía tras su visita la vicepresidenta en la Cámara alta. La relación del kirchnerismo con el ministro Martín Guzmán no está en su fase explosiva, pero las diferencias ya no se ocultan e incluso suenan a reivindicación ideológica.
Tanto es así, que en el Congreso especulan con que el oficialismo recién iniciaría el tratamiento del Presupuesto 2022 tras las elecciones del 14 de noviembre. Una de las posibilidades es que el presidente Alberto Fernández tenga que decidir más cambios en el Gabinete y en el FDT no faltan los que piensan que para ese momento, será el turno de la salida de Guzmán y de otros funcionarios del área. Mientras tanto, el oficialismo parlamentario parece decidido a marcarle la cancha al joven ministro de Economía.
“El debate más fuerte que tenemos es ser más eficientes en la asignación de los recursos”, deslizó un diputado bonaerense que participó de las charlas de autocrítica del Frente de Todos convocadas por Máximo Kirchner. Por eso en el oficialismo le asignan mucha importancia al censo que prepara el Indec al comando de Marco Lavagna, que será clave para “enfocar la ayuda social” y no salir “atontados” a repartir planes y subsidios. “Hay que ordenar la macroeconomía”, afirman inesperadamente entre los diputados kirchneristas.
Pero eso ya es, para la coalición de gobierno, pensar en el mediano plazo. En lo inmediato, necesita remontar el resultado negativo de las PASO y con ese objetivo el Frente de Todos modificó sustancialmente su estrategia electoral. El nuevo discurso positivo de Fernández –”Le digo que sí al trabajo, le digo que no a la especulación”, inaugurado en la convención anual de la Cámara Argentina de la Construcción– y la idea de presentar a Juntos por el Cambio como una oposición de carácter negativo, obstruccionista, domina por estos días la lógica de la coalición gobernante.
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