Preparativos para un movimiento sísmico
El sistema político y económico quedó en extrema tensión ante la posibilidad de que Milei llegue al poder, pero algunos ya conversan con él; el plan de acción que se fijó el libertario y los problemas estratégicos de Bullrich y de Massa
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Tres semanas después de las PASO el sistema político todavía debate cómo interpretar el resultado electoral de cara al futuro. Un sector, guiado por la racionalidad de los números, se prepara para encarar la dura campaña hacia las generales de octubre. El escrutinio definitivo que se conoció esta semana acortó algo más las distancias y los tres principales candidatos, Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa, quedaron comprimidos en una diferencia de dos puntos y medio. Tercios y escenario abierto. Empieza otra temporada con los equipos de campaña abocados a reajustar sus estrategias.
Pero hay otra ala, inspirada más por una percepción emocional y algunos datos preliminares post PASO, que entiende que la partida quedó definida en agosto porque será muy difícil frenar la inercia que generó la sorpresa del triunfo de Milei (las primeras encuestas muestran que amplió sus números). Y especialmente, la naturaleza de ese éxito electoral. Aunque ni siquiera alcanzó un tercio del total, el voto libertario fue transversal en distintos planos: capturó adhesiones entre las dos principales coaliciones; en todos los segmentos sociales, en todos los grupos etarios y en diferentes sectores del país. La única disparidad se dio en materia de género, porque lo apoyaron mucho más los hombres que las mujeres.
Ese votante de Milei constituye un nuevo sujeto electoral, diferente al que caracterizó al peronismo (popular, clase media y baja, suburbano, trabajador) y también al de Juntos por el Cambio (clase media y alta, profesional, urbano y rural productivo). Es transversal en un sentido profundo del término porque no se siente identificado con las viejas categorías sino que busca recrear una nueva identidad, basada en el concepto de libertad; así de abstracto, y también de incierto. Los cohesiona el enojo con “la casta” que gobernó hasta ahora y la expectativa que ha sabido regenerar Milei con su discurso y también con su estilo. El sentido de pertenencia entre ellos hoy parece fortalecido, pero en el fondo es frágil como las amalgamas que se generan por necesidad en períodos de crisis. Depende de cómo funcione el experimento.
En el campamento libertario están convencidos de que quedaron muy cerca de la presidencia. Apuestan a ganar en primera vuelta porque así evitarían el riesgo de un frente a lo “anti Le Pen”, pero todavía los números no le alcanzan. Igual piensan que en un ballottage son muy altas las probabilidades de imponerse. Y lo ilustran con el sincericidio santafesino: el gobernador peronista Omar Perotti y su probable sucesor, el radical Maximiliano Pullaro, dijeron que votarían a Milei en una segunda vuelta. Es la expresión más cabal de que, por distintos motivos, las dos principales fuerzas prefieren una victoria de La Libertad Avanza a un triunfo de sus rivales tradicionales. La inercia de la grieta. Si gana el adversario histórico, es un problema propio; si gana el outsider, es un problema de todo el sistema. Además, el peronismo cree que así podría regresar más rápido al poder; y el macrismo, tener más incidencia. Parece una subestimación del fenómeno.
Optimistas sobre sus chances de gobernar a partir de diciembre, los libertarios están preparando escenarios posibles de asunción, que incluyen la hipótesis de un agravamiento brusco de la situación económica que fuerce a una transición consensuada. La dinámica de funcionamiento es aluvional, como el propio Milei. No hay reuniones del estilo “gabinete en las sombras”, y cada referente de área va explorando su propio camino, algunos con poco acceso al líder (de hecho no conoce a varios integrantes de sus listas legislativas). Por ejemplo, el recién regresado Guillermo Francos, eventual ministro del Interior, estableció contacto con algunos viejos conocidos a los que les pidió números de teléfonos y ayuda para reconectarse con una realidad de la que estuvo alejado.
Los referentes económicos hasta ahora emergen con distintas líneas de acción, al menos en lo que se refiere al plan de dolarización, por un lado el trío FMI (Roque Fernández, Carlos Rodríguez y Darío Espstein), y por el otro Emilio Ocampo. “Trabajamos con el concepto de opciones abiertas, lo que nos permite debatir alternativas antes de definir un camino”, argumentan. Un hombre clave en el intento de articular esta estructura es Nicolás Posse, a quien identifican como posible jefe de Gabinete. Es uno de los que tiene la interpretación más fiel de lo que Milei quiere hacer en la gestión y hoy se está encargando del armado de equipos técnicos, que traducido sería el equipo de gobierno. Al igual que Francos, viene de la factoría Eurnekian, un ámbito que para Milei tiene tanta gravitación que aún visita semanalmente para ver amigos e intercambiar ideas. De hecho recuerdan que su pasión por la escuela económica austríaca surgió al escuchar a un ejecutivo de la compañía con quien compartió, un proyecto ferroviario binacional con Chile, iniciativa donde también trabó relación con Posse.
“¿Qué vamos a hacer en el gobierno? Transformar las lógicas con las que se manejó el poder hasta ahora. Vamos a trabajar con objetivos por áreas y vamos a interactuar con los actores del sistema que no sean casta a partir de establecer incentivos. Pensamos soluciones desde la realidad, no desde la autopreservación del poder como piensa la casta. No vamos a buscar la confrontación porque sí, porque no nos interesa el conflicto. Vamos a ser flexibles cuando debamos serlo”, señala uno de los integrantes del equipo de Milei.
El diseño embrionario de poder que están pensando en La Libertad Avanza está destinado a cambiar radicalmente el tablero político y económico del país. De aplicarse el modelo en preparación, generaría un verdadero terremoto. Más allá de que moderó su discurso, Milei está determinado a sacudir las tradiciones de negociación política con el convencimiento de que rápidamente la dirigencia se alineará con sus planteos, y también los mecanismos de interacción con el establishment económico, al punto de que viene rechazando sistemáticamente pedidos de reuniones de importantes referentes. La baja del gasto público que imagina será drástico y ya tiene las partidas en evaluación: 2,5 puntos del presupuesto de obras públicas, 5 de subsidios, 5 de transferencias discrecionales a las provincias, 1 del déficit de las empresas públicas y 1 de las jubilaciones de privilegio. Después vendrá la baja de los impuestos para que las empresas sean más competitivas, la “modernización laboral”, la eliminación de las restricciones para terminar con una total apertura del mercado, mientras en paralelo se avanza con la dolarización (o “libre competencia de monedas”, como la llaman).
Hay por lo menos tres problemas centrales en el desarrollo del planteo libertario. En primer lugar, la linealidad de la secuencia de medidas económicas, que parece subestimar las resistencias que van a surgir en el camino y los desvíos que pueden forzar. Ahí emerge cierto voluntarismo al momento de plantear cómo sortearlas, basado en el segundo inconveniente: cómo se define quién es “casta” y quién no; quiénes quedan del lado de los reformistas y con quiénes se debe confrontar. Hay una realidad objetiva: tanto desde JxC como de UP hay actores dispuestos a acordar en el caso de que gobierne Milei y ya mandaron intermediarios. Esto incluye a gobernadores, intendentes y dirigentes relevantes, que están convencidos de que lo que se avecina es un nuevo mapa político, donde dejarán de existir las dos coaliciones tal como están diseñadas hoy y que habrá una reconfiguración completa del tablero. La línea divisoria, la nueva grieta, estará marcada por quienes estén dispuestos a negociar y pasen a formar parte de la alianza táctica que propone Milei, y quienes se opongan y se integren a las filas de la resistencia. Se abriría así una etapa de confrontación más dura que la que marcó la polarización kirchnerismo-macrismo, sin certezas de que quede circunscripta al marco institucional.
El tercer inconveniente es el modo de liderazgo de Milei, que combina una narrativa avasallante, excentricidad y dosis de violencia verbal. Una cosa es un candidato en campaña, otra muy diferente un presidente en funciones. Es un rasgo que quienes lo conocen admiten irreparable. “Él es así, cuando desafían sus valores se pone vehemente, o cuando le discuten sin fundamento, te atropella”, justifican en su entorno. Esta emocionalidad inmanejable ante situaciones adversas genera mucha preocupación no solo dentro de la política, sino también en sectores empresarios, en instituciones y organismos no gubernamentales que han estado debatiendo el tema. Perciben un rasgo autoritario peligroso, porque interpretan que puede naturalizar un estado de confrontación social riesgosa, entre quienes adhieren y quienes no a sus ideas.
Cómo entrar al ballottage
La convicción de los libertarios contrasta con las dificultades que arrastran Bullrich y Massa desde las PASO. Ambos se disputan el rol de contendientes de Milei para estar en una segunda vuelta. Para la candidata de JxC en esta etapa lo prioritario es superar al ministro, y por eso va a enfrentarlo directamente, para recién en una tercera fase post octubre concentrarse en el líder libertario. Massa, en tanto, busca polarizar con Milei, para bajarle el precio a Bullrich y antagonizar con “la derecha”.
En el fortín de Bullrich conviven emociones mezcladas. En su entorno más cercano hay un ánimo renovado desde la designación de Carlos Melconian como eventual ministro de Economía. Su incorporación apunta a fortalecer un frente débil de la candidata y la principal fortaleza de Milei. Tendrá el economista una dura tarea por delante: demostrar la inviabilidad de los planes libertarios y reemplazarlos por los propios. No es un vacío a llenar, es un recipiente ocupado, cuyo contenido deberá suplantar. Prevalece la idea de que si Bullrich se queda con el 40% de quienes no fueron a votar y retiene el 80% de los apoyos a Horacio Rodríguez Larreta, puede superar el objetivo de los 30 puntos y estar en la segunda vuelta. Aparece la ilusión de repetir la secuencia de 2015, cuando Daniel Scioli quedó a punto de ser presidente en las PASO, pero después no pudo crecer más y la sorpresa fue Mauricio Macri, quien desde las generales se encaminó hacia el triunfo. Esta idea está basada en la hipótesis de que Milei tiene un techo cercano a su desempeño en agosto.
Pero no será fácil, ya que Bullrich es la que más debe luchar para retener votos. Según un trabajo de la Facultad de Psicología de la UBA actualizado esta semana, la candidata conserva el 81% de sus votos y se queda con el 49% de Larreta; mientras que Milei se asegura el 92% de sus votos y Massa el 95% de los suyos y el 81% de Juan Grabois.
Este tipo de datos llena de dudas a varios sectores del espacio que ven que a Bullrich le cuesta reposicionarse en el escenario post PASO, como si la interna con Larreta hubiera sido tan absorbente que la dejó sin épica para la nueva etapa. Sorprendió a varios empresarios la falta de definiciones en el discurso que dio en Córdoba, cuando presentó a Melconian, y es un tema que generó preocupación en su equipo. La otra complicación deriva de la dificultad para volver a cohesionar a todo el frente. Deambulan sin consignas claras desde Larreta y Gerardo Morales, hasta Diego Santilli, Martín Lousteau, Ernesto Sanz o Emilio Monzó. Más allá de las fotos y los gestos, los derrotados a nivel nacional, bonaerense y porteño perciben que no hay voluntad de una auténtica integración. “Las heridas no cicatrizaron”, plantean. Prevalece en ellos la idea de que Bullrich está condicionada por un Macri que está aprovechando las circunstancias para derechizar a la coalición y arrastrarla a las orillas de Milei. Este tema fue abordado con preocupación en un encuentro reciente entre figuras clave del espacio. En todas estas fisuras se filtra el pesimismo y la tentación de pensar en cómo acomodarse a un futuro libertario.
Massa no está en mejor situación. La semana en la que apuntaba a recuperar sintonía social con las medidas de compensación a la devaluación, se transformó en un calvario y evidenció todas sus debilidades. No solo los empresarios criticaron la suma fija, sino que se le rebelaron gobernadores, intendentes y gremialistas de su propio partido. Massa venía bajo una fuerte presión de Cristina y Máximo Kirchner para otorgar un bono que se sumara a lo que eventualmente se acuerde en paritarias, pero la propuesta del ministro de que fuera a cuenta de futuros acuerdos, no los convenció. “Cristina quedó muy disconforme porque entiende que la reparación llegó muy tarde y que no es suficiente”, explican en el Instituto Patria. A su vez los gobernadores quedaron enojados porque no fueron consultados antes de tomar la medida. “Interpretan que buscó exponerlos frente a la gente en venganza por el resultado electoral en las provincias”, esgrimen. Lo cierto es que Massa no logró el efecto económico que buscaba y agravó su frente interno, más allá de la gestualidad pública.
Su campaña pegó un giro brusco y hay un dato que lo grafica: la operatoria del búnker central de la calle Mitre está ahora gobernado por Malena Galmarini. Es ella quien imparte las principales directivas, ante la retracción evidente del “jefe de campaña” Wado de Pedro. A muchos les llamó la atención que el ministro del Interior no activara sus vínculos para que los gobernadores acompañaran la suma fija. En este contexto, y con la vicepresidenta y su hijo sin dar señales de participación, Massa evidenció un aislamiento que hasta ahora había sido disimulado, con la única compañía de Axel Kicillof, otro solitario. Las campañas de los intendentes en varios municipios bonaerenses no tienen ninguna referencia al candidato presidencial ni a la sigla UP. Es un peronismo cuentapropista que preanuncia el desbande.
Massa tiene a favor algunos indicios de que está en competencia para meterse en un ballottage, pero tiene en contra una realidad económica que esta semana lo exhibió con un instrumental vencido: los acuerdos de precios, las sumas fijas y los congelamientos de aumentos de servicios cada vez son menos efectivos. Pese a este cuadro, los economistas de los distintos frentes no visualizan un escenario de hiperinflación en el corto plazo, sí de índices de dos dígitos y de un deterioro social acelerado.
La definición electoral y la transición del poder se darán en un contexto de altísima volatilidad. Se avecinan tiempos turbulentos.
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