Predominan el cambio moderado y los oficialismos
La elección del domingo pasado que consagró a Horacio Rodríguez Larreta como el próximo jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires marcó el final de la etapa de elecciones provinciales que se inició el 12 de abril en Salta. Los próximos meses estarán signados, en cambio, por la elección presidencial del 25 de octubre, previa escala por las elecciones PASO del 11 de agosto.
Esta primera parte del año electoral deja como conclusión la persistencia de los oficialismos locales: con la excepción de Mendoza y Tierra del Fuego, en el resto de las provincias triunfó el partido gobernante, ya sea este peronista aliado al gobierno nacional, peronista opositor, radical, Pro, socialista o provincial.
Esta preponderancia por la continuidad está muy vinculada con las dinámicas locales de cada distrito, pero influye también el contexto nacional y el estado general de la opinión pública: hoy la mayoría de los argentinos no hace una evaluación crítica de la situación del país ni de la economía; sigue predominando la idea de un cambio moderado y el optimismo ciudadano lleva un año de continuo crecimiento.
A su vez, el cierre de listas y los acuerdos electorales que se produjeron en estos últimos meses parecen dejar mejor parado al oficialismo nacional que a la oposición, al menos con vista a las PASO.
Todo aquel que quiera votar a favor del gobierno tiene una sola opción en Daniel Scioli. En cambio, el voto opositor estará repartido en más de diez candidaturas: Mauricio Macri, Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Margarita Stolbizer, Sergio Massa, José Manuel de la Sota, Adolfo Rodríguez Saá y los candidatos de izquierda.
Todo indica que la pregunta principal en relación a las elecciones del próximo 9 de agosto no es qué candidato las va a ganar, sino por cuánto se va a imponer.
Los dirigentes nacionales no peronistas siguen en deuda con el sector social que representan.
Desde la explosión de la Alianza en 2001, la oposición no ha generado acuerdos, consensos y esquemas duraderos que permitan ir recuperando parte del equilibrio institucional que se perdió con la crisis de principio de siglo.
A pesar de los esfuerzos de este año, las disputas entre sectores que deberían encarar un proyecto nacional conjunto en provincias como Santa Fe o la ciudad de Buenos Aires generan daños difíciles de saldar.
Martín Lousteau, luego de hacer una gran y dura campaña frente a Pro, declaró ayer que no votaría por Macri, a pesar de hacerlo por el Frente Cambiemos en las próximas PASO del 9 de agosto.
¿Cuántos otros dirigentes piensan así? Hace unos meses, el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, respondió ante la pregunta sobre un hipotético ballottage nacional que "si llegado el momento tengo que optar entre un representante de la derecha y alguien del oficialismo, no tengo la menor duda de que a la derecha no la voto".
Los candidatos opositores tienen ahora el desafío de mostrar, a pesar de la disputa electoral, coordinación y mensajes en común, y evitar que en las próximas semanas se produzcan más daños y divisiones.
Deben tratar de prolongar el proceso electoral hasta el ballottage de noviembre, con la esperanza de vencer si la percepción de la situación del país se deteriora y el voto se concentra a pesar de las diferencias internas.
Si esto no ocurre, la experiencia de estos últimos meses será tal vez el anticipo de los próximos, y los oficialismos seguirán ganando.
El autor es director de Poliarquía Consultores
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