Posiciones y contradicciones políticas de la Iglesia
Los obispos pregonan la necesidad de diálogo y consenso en un país fracturado por las divisiones políticas. Pero son ellos, a veces, los que cavan la grieta o se ponen de un lado de los actores políticos. Inclinan la cancha, en una abierta contradicción con su prédica. Un espectáculo de esa paradoja se vio el domingo en Salta, cuando el arzobispo de la provincia, Mario Cargnello, le recriminó al Presidente la existencia de los pobres y le recordó que su promesa de campaña había sido que lograría la pobreza cero. "Mauricio, llévate el rostro de los pobres", lo sermoneó en la cara. El caso no es único, porque, hace poco más de un año, el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, respondió también con un duro discurso una exposición que acababa de hacer la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en la inauguración de la Semana Social.
Nunca antes un obispo había tomado el micrófono para refutar a una funcionaria elegida por la sociedad.
Cargnello cometió dos errores. Uno fue faltarle el respeto a la investidura presidencial. Tuteó al Presidente, con quien no tiene relación personal, para hacerle un reproche en un acto religioso solemne. Ni siquiera otros obispos salieron en defensa del prelado salteño, aunque aclararon que es "una buena persona". "Quiso decir algo descontracturado y le salió una imprudencia", señalaron fuentes episcopales, aunque aceptaron que se trataba solo de una inferencia, no de una información.
El segundo error fue nombrar solo al Presidente. Un tercio de la sociedad argentina está bajo la línea de la pobreza desde 2001. Es un drama humano y un fracaso político de varias generaciones de dirigentes de distintas extracciones. El país nunca había tenido semejantes índices de pobreza. En los primeros años 70, la pobreza en la Argentina no superaba el 4 o el 5 por ciento. Solo en 1995 llegó al 18 por ciento y provocó entonces un escándalo político porque el dato se conoció poco después de que Carlos Menem fue reelegido. Sin embargo, ese 18 por ciento es un número muy inferior al 30 por ciento (que puede ser 28, 32 o 34, según las épocas) que se registra desde la gran crisis de principios de siglo. No obstante, Cargnello pareció colocar la culpa de esa tragedia solo en los hombros del actual presidente. La falta de rigor es una ofensa para los gobernantes de ahora, pero es también una advertencia para los futuros gobernantes, porque luego, si el poder cambiara de mano, podrían ser ellos las víctimas de la injusticia.
Cargnello se olvidó, además, de los gobernantes de Salta. La provincia del norte fue gobernada por peronistas desde 1983 (con la excepción de un exmilitar elegido, Roberto Ulloa, entre 1991 y 1995). ¿Los gobiernos provinciales no tienen ninguna responsabilidad por el estado de su sociedad? ¿Son funcionarios impotentes que solo dependen de lo que hace el gobierno nacional? "Salta le da rostro a la pobreza", dijo el arzobispo, y nombró solo a Macri.
Al lado del Presidente estaba el actual gobernador, Juan Manuel Urtubey, que lleva gobernando la provincia casi 12 años. Urtubey es también candidato a vicepresidente de Roberto Lavagna. Urtubey es uno de los dirigentes peronistas que integran la franja democrática de ese partido y que ganó legítimamente dos reelecciones provinciales. Nadie desconoce que tiene un futuro posible e importante como dirigente nacional. Pero el reclamo de Cargnello debió comprenderlo si se propuso ser justo con el drama social y con la historia.
La Iglesia tiene una posición oficial, pero no está políticamente unificada. La posición consiste en promover el diálogo y el consenso para superar la grieta. Lo dijo el Episcopado en sus documentos preparatorios de los dos bicentenarios, en 2008 y en 2015. Lo acaba de reiterar el cardenal de Buenos Aires, Mario Poli, y lo repite hasta el cansancio el presidente de la Conferencia Episcopal, Oscar Ojea. Ojea suele hacer reclamos sociales en público, pero siempre con un tono de cuidadoso respeto a las autoridades. Desde la cima del Episcopado hasta los curas villeros aceptan que la Iglesia tuvo siempre un diálogo inmejorable con dos mujeres del gobierno de Macri: Vidal y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Con ellas coordinaron la ayuda social de la Iglesia a las personas más vulnerables, sobre todo a las que necesitan la asistencia de comida. Tampoco el aborto puede ser un tema que justifique la posición política de algunos sectores de la Iglesia. Tanto el candidato a presidente del peronismo, Alberto Fernández, como la candidata a vicepresidenta, Cristina Kirchner, adelantaron una posición a favor del aborto.
Una Iglesia preocupada por la pobreza no es una novedad. La novedad es la inclinación política de algunos obispos. En rigor, la Iglesia se ocupará de la pobreza mientras exista un solo pobre. Esa doctrina viene desde Juan XXIII y fue ratificada por todos los pontífices posteriores. Tal vez el papa que más haya hablado en nombre de los pobres haya sido Juan Pablo II, a quien nadie puede etiquetar de izquierdista ni de progresista. Fue un conservador en el cuidado del dogma dentro de la Iglesia, pero con una notable sensibilidad social.
Ni la prédica del consenso ni la denuncia de la pobreza pueden ser cuestionadas.
Llama la atención, sin embargo, que algunos obispos tomen partido en momentos electorales. El hecho no es ignorado por importantes prelados. "La posición de la Iglesia no solo no está unificada, sino que será difícil de unificar", aceptó un arzobispo importante. La diferencia está entre los obispos con claras simpatías hacia el peronismo y lo que sostienen que solo se puede predicar la necesidad del diálogo y el consenso desde una posición no partidaria. Difícilmente la Iglesia encuentre una solución a esas diferencias antes de las elecciones del 27 de octubre, porque la próxima reunión plenaria del Episcopado está prevista para noviembre.
Los obispos que este año han visitado al papa Francisco aseguran que una de las pocas cosas que el Pontífice les dijo (escuchó más de lo que habló) es que no dejen de predicar el diálogo y el consenso. Se mostró especialmente dolido por la grieta que fractura a la sociedad argentina y les aconsejó que hicieran todo lo posible (y lo imposible, les reclamó) para que los períodos electorales y constitucionales se cumplieran pacíficamente. "Hay que defender las instituciones", le señaló claramente a uno de ellos. El arzobispo salteño, Cargnello, no es ni ha sido nunca un hombre cercano a Bergoglio, ni siquiera cuando este era cardenal de Buenos Aires. En verdad, la posición histórica de la Iglesia sobre la necesidad del diálogo fue instaurada durante el liderazgo de Bergoglio en la institución religiosa. Fue él quien promovió el Diálogo Argentino en las vísperas de la crisis de 2001, aun con la oposición de los sectores internos ultraconservadores. Una de la diferencias de Francisco con Macri radica precisamente en que el Presidente aceptó el diálogo solo como una herramienta parlamentaria y no como un modo de hacer política.
Diálogo y consenso son políticas contradictorias con las simpatías partidarias de algunos obispos y con la adjudicación de culpas, por parte de ellos, a un solo sector de la política argentina. La pobreza existe, y existe desde hace casi 20 años. Un fugaz escándalo en un domingo de religión no solucionará el problema. Hay mejores y más eficientes maneras de superar esa inexplicable derrota política.
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