Liderazgos de “marca blanca” se consolidan en las provincias; se hacen fuertes en los tres poderes del Estado local y toman distancia de la pelea nacional
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Cerró el escrutinio y el equipo del ministro Sergio Massa, aliado del gobernador Gustavo Sáenz, que acababa de ser reelegido, lo celebró con un comunicado titulado “Una elección sin precedentes en Salta”. Sáenz había ganado en los 23 departamentos y había logrado el 47,5% de los votos, pero además, con menos de la mitad de los sufragios totales, se quedaba con las 11 bancas en juego en el Senado provincial y con 26 de las 30 de la Cámara baja.
Esto fue posible gracias a un sistema electoral que favorece al ganador –establece, por ejemplo, que cada departamento elige un solo senador y no hay representación de las minorías– y a que “Gustavo Gobernador” fue un frente de frentes –impugnado sin éxito en la Justicia por un sector opositor–, una “super alianza” transversal.
La estrategia de Sáenz, apodado “El equilibrista”, fue plantear la elección como “absolutamente provincial”. Esta semana, después de su triunfo, se reunió con Alberto Fernández, pero además dialoga con Horacio Rodríguez Larreta y convivió en buena sintonía con Mauricio Macri cuando eran intendente y presidente.
Forma parte de un fenómeno, advierten los analistas políticos, de provincias cada vez más autónomas, desenganchadas de lo nacional. Gobernadores “marca blanca”, que toman distancia de un gobierno nacional sumergido en la crisis económica. Se hacen fuertes puertas adentro, controlan de manera desproporcionada las Legislaturas y eso les permite nombrar jueces y dominar los espacios de control, frente a una oposición que queda desarticulada ante semejante poderío institucional.
Sáenz es de origen peronista, pero su vecino radical, el gobernador Gerardo Morales, logró algo comparable en Jujuy. Su delfín Carlos Alberto Sadir se convirtió hace dos semanas en gobernador electo con el 49% de los votos y ahora la fuerza de Morales tendrá mayoría agravada por sí misma en la Legislatura (hasta ahora estaba muy cerca, pero no la alcanzaba). Su próximo paso será avanzar con una reforma constitucional que no tendrá problemas para aprobar una convención constituyente en la que tiene mayoría. Además, Morales nombró a seis de los nueve jueces de la Corte, incluidos su exfiscal de Estado y dos de los legisladores radicales que habían votado en favor de que se ampliara el tribunal, un proyecto que Morales presentó el día después de asumir en 2015.
Ricardo Quintela, en La Rioja, reelegido con el 50% de los votos, también tiene en marcha una reforma constitucional. En las últimas elecciones consiguió hacerse de 27 de los 36 constituyentes que van a modificar la Constitución; entre otras cosas, revisarán la “periodicidad” de los jueces y la integración del Tribunal Superior de Justicia.
Ocho provincias votaron ya a sus gobernadores desacopladas de las elecciones nacionales. En siete ganó el oficialismo: Río Negro, Jujuy, La Rioja, Misiones, La Pampa, Tierra del Fuego y Salta. Solo perdió en Neuquén, la provincia de Vaca Muerta, donde fue electo gobernador Rolando Figueroa, un disidente del Movimiento Popular Neuquino, que llevaba 60 años en el gobierno. El tiempo dirá si es un caso extremo en el que la hegemonía oficialista es tal que le permite trasladar su interna al electorado general.
Que ganen los oficialismos no es algo nuevo, destacaron a LA NACION los politólogos Andrés Malamud (que explica que desde 1983 hasta ahora en más del 80% de los casos ganaron candidatos oficialistas) y Miguel De Luca (que advierte que desde el 83, nueve de cada diez gobernadores que compitieron por la reelección la lograron).
“La gente vota cercanía”, dice Malamud, que se opone -con un dejo de ironía- a que se hable de provincias “feudales”. Afirma Malamud: “El feudalismo era un modo de producción: los siervos producían y el señor les exigía. No estaban contentos porque tenían que trabajar. Las provincias son un sistema rentístico; viven de no producir”.
De las ocho provincias que votaron gobernador hasta ahora la mayoría tiene una enorme dependencia de los fondos que recibe del Estado Nacional. Salvo Neuquén y Tierra del Fuego, las otras seis están por encima de la media en cuanto al porcentaje de sus ingresos totales que tienen origen en transferencias automáticas y no automáticas de la Nación. Además, tienen altos índices de empleo público sobre el total de empleo registrado: La Rioja, 67%; Jujuy, 59%; Misiones, 55%; La Pampa, 47%; Salta, 45%; Tierra del Fuego, 45%; Neuquén, 44% y Río Negro, 40%, según datos oficiales a enero de 2023.
¿Por qué ganan los oficialismos?
De Luca advierte: “La ventaja de los oficialismos es un fenómeno de todas las democracias contemporáneas, que en el mundo anglosajón llaman la ventaja del incumbent. Las tasas de éxito de esos incumbent son altísimas”. El politólogo destaca que hay algunos “componentes institucionales” que potencian los triunfos oficialistas, como ciertas leyes electorales y las cláusulas de reelección inmediata.
“Solo dos provincias no tienen reelección consecutiva y siguen siendo bastante competitivas: Mendoza y Santa Fe”, explica. “En el 83, ningún gobernador tenía la reelección inmediata a nivel constitucional y desde entonces, 22 reformaron [las constituciones] para tener al menos una reelección consecutiva. Eso hace que los oficialismos ganen o tengan más chances de ganar”, afirma.
De Luca advierte que, en general, cuando ganan su reelección, los gobernadores consiguen hacerse de mayorías más abultadas en las Legislaturas. “Tienden entonces a designar jueces más cercanos en las cortes provinciales, que a su vez relajan los controles. Después, si tienen un rival interno en su partido, utilizan ese poder para tratan de neutralizarlo. Y lo mismo si tienen un rival al frente de una ciudad importante”.
Pero De Luca dice que hay que contemplar un aspecto más, que son “otras condiciones de la competencia que no tienen que ver con las reglas, sino que se dan en el plano de cómo se emite la información política y cómo se consume” y con cómo es la estructura de la sociedad civil. “Si hay medios provinciales opositores a la provincia; si existe una estructura productiva menos dependiente del aparato estatal; si hay organismos de la sociedad civil que monitorean”.
Para De Luca, las oposiciones deben “aprender a jugar con esta cancha inclinada” porque “si cooperan, pueden derrotar a los oficialismos”.
Provincias “alambradas”
El politólogo Pablo Touzon advierte que cada vez son más los oficialismos locales que decidieron “ponerle un alambre de púa a las provincias” y “no disputar el poder nacional, en una especie de pacto implícito con el gobierno central de ‘yo no salgo de acá, pero vos no entrás tampoco”.
Según Touzon, este “proceso de desacople entre la realidad política de las provincias y la Nación” empezó, sobre todo, durante el kirchnerismo. “Cuando el kirchnerismo empieza a tornarse un partido casi exclusivamente bonaerense”, sostiene.
“El Frente de Todos tuvo en algún momento la premisa explícita de volver a juntar a los 24 gobernadores, pero nunca se realizó”, relata Touzon, que afirma que “hoy está todo 100% atomizado”, a tal punto que “el Frente de Todos termina siendo una especie de partido de la provincia de Buenos Aires y el Pro, uno de la ciudad”.
En este escenario, explica, “lo que lograron hacer muchos gobernadores es trasladar los malos costos de su gestión”. Tanto hacia arriba, a la Nación, por ejemplo en cuanto a la inflación, como hacia abajo, donde los costos más operativos caen en los municipios.
“Hoy cualquier gobernador quiere ser [Carlos] Rovira, el mandamás de un poder que se perpetua sin siquiera estar sujeto a esta tómbola de las reelecciones, que puede terminar como termina en la Corte, y consolidar un formato que prescinde absolutamente de lo nacional”, dice Touzon.
Rovira es caudillo que maneja desde hace más de dos décadas el poder en Misiones. Fue gobernador, pero extendió su hegemonía incluso cuando se le obturó el camino para otra reelección propia. En las elecciones de hace dos semanas celebró el triunfo de Hugo Passalacqua con su sello, el del Frente Renovador de la Concordia, que nombró a ocho de los nueve jueces del Superior Tribunal de Justicia provincial y hoy tiene 27 de los 40 legisladores provinciales (dos tercios) gracias a la elección de 2019, en la que consiguió más del 70% de los votos. Esta vez Passalacqua ganó con el 64%. A partir de diciembre, tendrá 25 legisladores propios, pero en Misiones descuentan que para el rovirismo no será difícil hacerse de dos aliados que le garanticen los dos tercios.
Alberto Weretilneck, en Río Negro, también intentó una reelección que se le frustró. Fue en 2019. El Superior Tribunal de Justicia de la provincia lo había avalado, pero la Corte Suprema nacional falló en su contra. Debió esperar y el mes pasado volvió a ganar la gobernación con el 42% de los votos. Sucederá a la actual gobernadora, Arabela Carreras, que en 2019 iba a ser su vice pero, tras el fallo de la Corte, ocupó su lugar. El triunfo del oficialismo fue menos holgado esta vez. En 2015, Juntos Somos Río Negro había conseguido más del 52% de los votos. A partir de diciembre Weretilneck tendrá una mayoría más ajustada en la Legislatura.
En La Pampa y en Tierra del Fuego fueron reelegidos los dos gobernadores. En Tierra del Fuego, se impuso el actual mandatario, Gustavo Melella, con más del 50 por ciento de los votos. En La Pampa, en una elección más ajustada, Sergio Ziliotto ganó nuevamente, con el 47 por ciento.
Ziliotto y Rolando Figueroa son los dos gobernadores elegidos este año que deberán trabajar para consolidarse en las Legislaturas. El caso de Figueroa es particular: derrotó en las urnas al candidato del Movimiento Popular Neuquino (MPN) y eso fue muy celebrado por los opositores al partido como el fin a 60 años de hegemonía absoluta en Neuquén del poder del movimiento que fundó Felipe Sapag. Pero, ¿es realmente el fin? La misma noche de su elección, Figueroa declaró: “Yo no reniego de mi pertenencia. Soy un hombre del MPN”.
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