Cantos contra Macri: ¿picardía o cambio de humor social?
En on o en off, el Presidente siempre se ufana de haberse curtido en el fútbol para ascender la escarpada cuesta de la política. En estos días debe haberse dado cuenta de que hay más vasos comunicantes entre una y otra pasión. ¿Intuyó Mauricio Macri que eso tendría un costo tal vez más elevado del que pensaba? Lo haya pensado o no, lo cierto es que ese búmeran le viene pegando por estas horas. En Olivos creen que la frase del entrenador de River, Marcelo Gallardo -"Macri, Angelici y Tapia nos hacen tener la guardia alta"-, fue "muy desafortunada y bien aprovechada por los K". En torno a la Jefatura de Gabinete analizan que solo se trata de "bronca futbolera con algo de oportunismo K".
Fue una combinación de factores: el arbitraje que favoreció a Boca en el partido con San Lorenzo; la casi certeza de que la barra brava del club xeneize sería la hinchada oficial de la Argentina en el Mundial de Rusia, y que el presidente de la Nación recibió al DT de ese equipo, Guillermo Barros Schelotto, nada menos que en la Casa Rosada.
No es ninguna novedad: por más asuntos difíciles de Estado que pueda tener entre manos, el fútbol sigue estando entre las prioridades más irrenunciables de Macri. Tan pronto recibe en Olivos al Chiqui Tapia, titular de la AFA, como al DT del seleccionado nacional, Jorge Sampaoli, intercambia pareceres con Fernando Marín o anuncia que viajará hasta dos veces a Rusia si la Argentina es uno de los dos equipos que llegan a la final del Mundial. ¿Produce más malestar que el Presidente influya sobre temas futboleros que su apresurado respaldo al policía Luis Chocobar? Por la repercusión de uno y otro episodio, se diría que sí.
"¡Mauricio Macri, la puta que te parió", el cántico de la hinchada que subió con la fuerza de la leche hirviendo en la cancha de San Lorenzo y que como reguero de pólvora se desparramó después por el Monumental y los estadios de Huracán y de Independiente, fue de inmediato capturado y reformateado por el kirchnerismo como una gran oportunidad para transformarlo en una herramienta política de fuerte impacto mediático que rotularon el "hit del verano". Eufóricos, festejaron entre sí la patriada aniñadamente en las redes sociales.
Más clubes, entonces, se fueron sumando a la ola para corear el estribillo difamador en medio de sus partidos: Chacarita, Gimnasia, All Boys, Rosario Central. Y de allí partió también hacia lugares ajenos al deporte, como los recitales de Los Guasones y Dancing Mood, y hasta resonó en la línea D del subte. Convertido en un muy viralizado hashtag (#MMLPQTP), ¿podríamos estar hablando ya de una eventual epidemia? ¿Cabe darle una verdadera significación política?
El cántico es cortito, rítmico y pegadizo. Divierte a las hinchadas, que, de paso, hacen catarsis rápido y fácil, no solo de bronca porque el equipo del Presidente se haya despegado tanto en la punta de la tabla, sino también porque, de paso, aprovechan para descargar cierto mal humor social producido por la economía, que no termina de arrancar.
Opina Alejandro Catterberg, director de Poliarquía: "No me parece que sea intrascendente, y si se instala o amplía a otros ámbitos será negativo para el Gobierno. Hay dos hechos que lo matizan: 1) Macri viene del fútbol y nunca escapó de la chicana futbolera; 2) el insulto presupone una manipulación y un uso indebido del poder, y en la política argentina es mejor ser insultado por malo que por débil".
El espíritu tribunero es lúdico, travieso y desafiante. No es Macri el primer presidente ni el último que será hostigado desde las canchas. Ni siquiera la última dictadura militar, con toda su ferocidad, pudo zafar de los cánticos y silbidos poco amistosos. Los más veteranos recordarán que la obsesión reglamentadora de aquel régimen quiso imponer que no se tiraran papelitos durante los partidos y el tiro le salió por la culata. Ni la prédica del hiperoficialista relator deportivo de la época, José María Muñoz, pudo contra la campaña de Clemente, el simpático personaje de Caloi que desde la contratapa de Clarín alentaba a lo contrario. Una de las dos entidades de árbitros amenazó con suspender los partidos no bien arranque el estribillo más temido, pero se echó atrás. Menos mal: habrían convertido un cántico pasajero en un grito de rebeldía permanente. Además, podría prestarse a manipulaciones: aquel equipo que no tuviese una buena tarde se tentaría de apelar a la áspera frase con tal de interrumpir el partido. Como siempre sucede en estos casos, estallaron los memes y hasta un hashtag (#approvedsongs) con desopilantes sugerencias de canciones favorables al Presidente. Nada es tan dramático: los argentinos nos reímos de todo.
Juan Germano, de Isonomía, considera que "el malestar existe, pero también hay un uso mediático y llamativo, aunque todavía ni siquiera alcanza para encender la alarma amarilla".
Aunque el coro contra Macri tiene su indudable origen en una bronca sinceramente futbolera, se convierte en la práctica en un eficaz misil de doble lectura: aparte de ir contra la esencia innegablemente bostera del primer mandatario, sirve para denostar algunas de las políticas que aplica su gobierno.
"El #1Marzo sería perfecto que se lo cantemos en la cara", alentó entusiasmada la tuitera @CarlaNac&Pop, en referencia a la visita que el jefe del Estado hará mañana al Congreso para inaugurar el período ordinario de sesiones y dirigir un mensaje sobre la marcha de su gobierno. ¿Cómo pensar que no querrán aprovecharlo?
Después de probar todo tipo de artefactos mediáticos desde el 10 de diciembre de 2015 para horadar el prestigio y, fundamentalmente, la gobernabilidad del presidente Macri, el kirchnerismo residual celebra creer haber encontrado, por fin, un dispositivo que rompa el corralito de sus propios adherentes y de la izquierda siempre funcional, para derramar en una masa más amplia y heterogénea de gente.
El modus operandi es más o menos siempre el mismo: presentar a la sociedad sucesivos episodios creados a veces desde meras consignas ("Macri gato"); otras, desde hechos reales, a los que se los reviste de una gravedad inusitada para que la opinión pública reaccione y haga suya la necesidad de ponerle fin anticipado al actual gobierno.
Las "plazas de la resistencia"; el eslogan "resistir con aguante"; los programados escraches contra el Presidente y, colateralmente, contra la gobernadora María Eugenia Vidal; el suvenir del helicóptero en la Plaza de Mayo; las amenazas de bombas a colegios; la ocupación de la calle para fatigar al ciudadano común; los cantos de sirena al golpismo de variados personajes encabezados por el ex miembro de la Corte Eugenio Raúl Zaffaroni, y las 14 toneladas de piedras arrancadas de veredas y bancos para intentar impedir el tratamiento de la reforma previsional en el Congreso intentaron la desestabilización y no lo lograron.
El caso de Santiago Maldonado tal vez haya sido el más ambicioso intento, pero también el más perverso, fallido y bochornoso. "Macri ya tiene su desaparecido", escribió Horacio Verbitsky en Página 12, antes de las dos elecciones consecutivas que ganó el oficialismo. Parecía congratularse de que eso pudiera ser verdad.
Anteanoche, en el programa de Alejandro Fantino, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, tipificó el origen de estos fenómenos que se suceden uno tras otro con tres palabras: "Populismo sin votos".ß
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