Pese a los rencores, Alberto Fernández y Cristina Kirchner sostienen el comando de deliberación
El Presidente volvió a convocar a su vice tras analizar medidas monetarias y cambiarias; el oficialismo vive días de paranoia
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Aunque no logran superar sus rencores, Alberto Fernández y Cristina Kirchner sostienen el comando de deliberación secreto que crearon en Olivos para capear la crisis económica, que se agravó seriamente esta semana. Ayer, la dupla presidencial volvió a encontrarse, según pudo saber LA NACION. Alguien que estuvo con el Presidente el viernes lo había escuchado decir que tenía previsto conversar con ella de las medidas monetarias y cambiarias que analizó con la ministra de Economía, Silvina Batakis, y el titular del BCRA, Miguel Pesce.
“Entiendo que sí (hablaron). Hoy es de sentido común que él la llame”, dijo otro importante funcionario al tanto de las conversaciones entre el Presidente y la exmandataria.
Hasta ahora, la dupla presidencial sostuvo el pacto de no agresión. Pero exhibió mucha dificultad para ofrecer resultados concretos, enredada en los reproches personales mutuos. “Todavía no salen de la primera fase: poner a prueba la confianza. Se siguen midiendo. Alberto, Cristina y Sergio (Massa) siguen negociando algo entre los tres, pero nadie sabe bien qué y si eso va a terminar bien”, dijo un testigo indirecto de los encuentros en Olivos antes de que se conociera la cumbre de ayer.
El Presidente y su vice no lograron hasta acá dar señales políticas contundentes y ahora la crisis de los mercados corre a otra velocidad. “Hasta ahora, el plan de los dos es Batakis y tomar medidas para contener la corrida. ¿Cuál es el plan alternativo de Cristina? No es que no se sepa, es que no existe”, dijo un importante ministro con llegada a Fernández.
El Presidente dio vueltas sobre varias ideas durante las últimas horas para frenar la escalada del dólar blue, que se acercó peligrosamente a los $350 en la última rueda de la semana. La misión del Gobierno es frenar la sangría de reservas para “pasar el invierno” hasta que cedan las importaciones de energía.
Sobre la mesa estuvo la opción de generar un incentivo para acelerar la liquidación de la cosecha, pero esa idea perdió fuerza en el ocaso de la semana. “El viernes (los productores) liquidaron el doble que el jueves”, justificó un alto funcionario ante LA NACION.
Para ese entonces, la senadora cristinista Juliana Di Tullio había criticado en Twitter a los productores agropecuarios y reclamado la implementación de la Ley de Abastecimiento. “Nos dicen lo que tenemos que hacer mientras están de vacaciones en el Congreso”, se quejó un importante colaborador de la Casa Rosada.
Con ese escaso margen de maniobra política, Fernández se sentó ayer frente a Cristina con la propuesta de continuar con un pack de resoluciones ministeriales e instrumentos del BCRA como se hizo hasta ahora.
Paranoia política
La gravedad que adquirió la coyuntura económica obliga a todos los actores del Gobierno a caminar con extremo cuidado. Batakis todavía tiene una línea abierta con la vicepresidenta aunque habla “menos que al principio”, dijo alguien que conoce a la ministra. Cristina interpuso otros intermediarios entre ella y la funcionaria. Principalmente a Axel Kicillof, que mantiene diálogos periódicos con la funcionaria. Quienes conocen de larga data a la flamante titular del Palacio de Hacienda, saben que debió digerir con antiácidos la idea de debatir el rumbo económico con el gobernador bonaerense, por el retaceo de fondos que ella sufrió cuando integraba la administración de Scioli.
Batakis se interpone a esa historia. “Ella siempre quiso ser ministra de Economía y ahora no va a cometer el mismo error que (Martín) Guzmán. Va a hablar con el kirchnerismo antes de actuar”, dijo un importante colaborador de la Casa Rosada.
El Frente de Todos vive días de extrema paranoia política, donde todos se mueven bajo las reglas de confidencialidad del kirchnerismo. Massa, por caso, el viernes estuvo a pasos del despacho presidencial con el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello. Fernández pasó parte del almuerzo con ellos. Pero el titular de la Cámara baja se cuidó de desligarse de la mesa de trabajo que el jefe de Estado mantuvo con Batakis y Pesce.
Fernández, en tanto, había querido dar otra puntada de sutura a su vínculo con Cristina Kirchner y, por iniciativa propia, publicó un hilo de tuits para respaldar a la vicepresidenta en su diatriba contra la Justicia.
Pero minutos después, a 178 kilómetros de Buenos Aires, verbalizó ante una mesa de intendentes sus sentimientos hacia la exmandataria: dio a entender -según dos de los presentes- que ella no lo ayudó a gobernar, pero que espera que eso cambie y que reconozca que se equivocó.
“Fue un análisis político, una retrospectiva de lo que pasó, nada más”, minimizaron la escena cerca de Fernández. La vicepresidenta no vio con buenos ojos que se despachara así frente a tantos testigos. La confesión presidencial fue un error garrafal que puso en riesgo todo.
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