Pérdida de autonomía en la política exterior
La relación de la Argentina con Irán es uno de los temas más controvertidos de la política exterior argentina del último año.
La decisión del gobierno argentino de iniciar un diálogo con el régimen de Teherán para lograr el avance de los procedimientos judiciales en la causa AMIA fue duramente criticada por los gobiernos de Estados Unidos y de Israel. La pregunta, entonces, es por qué -a pesar de los costos internacionales que el país se arriesga a pagar- la Argentina avanzó con el acuerdo.
¿Es económica la explicación? En el plano comercial, Irán compra alimentos y algunos productos tecnológicos, como lo fue sobre todo en el área nuclear. Como el país compra básicamente tres productos -café, té y especias-, el balance superavitario está en sintonía con los objetivos comerciales gubernamentales argentinos.
Desde que asumió Cristina Kirchner en 2007, las ventas a Irán crecieron 234 por ciento. Esa cifra trepa casi al 1000% si se la compara con respecto a 2005. La relación comercial con Irán es autónoma, pero no independiente de la relación política.
¿La explicación es diplomática? En el plano internacional, Irán es un enemigo estratégico del Estado israelí. En esta confrontación existencial -que en relaciones internacionales quiere decir que no hay espacio para la convivencia de ambos-, tradicionalmente Estados Unidos tomó partido incondicional a favor de Tel Aviv. Pero la pérdida relativa de poder de la nación norteamericana -en el mundo en general y en Medio Oriente en particular-, y la primera administración del gobierno de Barack Obama, que debió demostrar su "apoyo total e inequívoco a Israel", modificaron un poco el cuadro.
La designación del senador Chuck Hagel al frente del Departamento de Defensa en el segundo mandato de Obama también despertó inquietudes en Israel. La explicación, aquí, sería que tanto los gobiernos de Carlos Menem como de Néstor Kirchner habrían privilegiado sus relaciones con Israel y con Estados Unidos. Esto se modificaría con una mayor apertura de Cristina Kirchner. También rescataría una tradición diplomática argentina de diálogo y resolución pacífica de las diferencias.
El peso político
El último vector de análisis es el político. Esta explicación tiene variantes que van desde la coincidencia ideológica -Venezuela, Luis D'Elía y el reconocimiento del Estado palestino- hasta el puro pragmatismo que busca solucionar diferendos para allanar el camino a asociaciones estratégicas con estatales energéticas internacionales.
Pero todas apuntan a una pérdida de autonomía de las relaciones externas del país en la coyuntura política interna. El posicionamiento internacional del país no privilegiaría avanzar el interés nacional argentino en el mundo, sino que sería un subproducto de decisiones internas más improvisadas que informadas y más efectistas que estratégicas.
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