PASO 2019: la intimidad de la peor derrota de Macri en 20 años de carrera política
Pasada la una de la tarde, dejó a un costado el celular y se prometió no escuchar bocas de urna que lo "contaminen". Rodeado de su familia, más algunos amigos de siempre, Mauricio Macri almorzó en la quinta Los Abrojos y pasó la tarde sin conexión con encuestas ni sondeos de la elección, que según su visión influirá en "los próximos treinta años" de la Argentina. Horas después, y luego de una larga conversación con sus dirigentes de confianza en la quinta de Olivos, llegaría la confirmación de una derrota "previsible" en general, pero mucho más fuerte y dolorosa de lo pensado en los números.
Dolido, y hasta enojado por momentos -un sentimiento que pocas veces dejó traslucir desde su llegada a la Casa Rosada-, Macri dejó unos pocos indicios de su estrategia futura. Intentar hacer "su parte" para que los mercados no se desboquen a partir de hoy, y empezar la conquista de aquellos votantes que prefirieron otras opciones, o no fueron a votar.
Apenas llegó al predio de Costa Salguero, Macri estaba dispuesto a reconocer la derrota. "Tuvimos una muy mala elección", dijo en el escenario principal, sin dar lugar a interpretaciones complacientes. "No tenía sentido estirarla, siempre fue así cuando supo el resultado", contó un colaborador de muchos años. "Nadie se lo va a reconocer, pero tuvo los cojones para salir ahí y decir que nos fue muy mal", completó otro funcionario en defensa de su jefe.
"Espero que tengan el mismo nivel de compromiso, yo voy a hacer mi parte", dijo en la conferencia de prensa cuando se le preguntó por un eventual llamado a Alberto Fernández que, por el momento, no está en sus planes
En el camino desde la quinta de Olivos, el Presidente comenzó a pensar en los detalles de la gigantesca remontada que necesitará en octubre para tener otros cuatro años en la Casa Rosada. "Va a ser difícil", decían en su entorno, con un dejo insoslayable de resignación.
Quienes lo vieron en las últimas horas -incluido el período en el que se definía el destino de la elección- coincidían: el Presidente estaba "muy tranquilo" y esa sensación se extendía al jefe de gabinete, Marcos Peña. "Está convencido de que hizo lo que había que hacer", afirmó uno de los dirigentes que lo conoce desde hace años. "Espero que tengan el mismo nivel de compromiso, yo voy a hacer mi parte", dijo en la conferencia de prensa cuando se le preguntó por un eventual llamado a Alberto Fernández que, por el momento, no está en sus planes.
Distinta es la percepción cerca del Presidente, en relación con Roberto Lavagna, José Luis Espert o Juan José Gómez Centurión. "No creo que acordemos, sí creo que vamos a ir a buscar ese elector, salvo que estén para bajarse", comentó uno de los estrechos colaboradores de Marcos Peña, otro de quienes apenas pudo maquillar la sensación de desánimo que invadió al oficialismo.
Dos millones de votos
El propio Peña, ante una pregunta de LA NACION en una conferencia previa a la difusión de los resultados, había trazado el plan. Recordó que entre las PASO y las generales de 2015 "se recuperaron dos millones de votos" de argentinos que no fueron a votar en las primarias. Por las dudas, tanto él como Macri dejaron en claro que consideran a Lavagna y los demás candidatos que superaron el piso dentro de quienes "quieren mirar hacia el futuro, porque no hay pasado en el futuro", según repitió ayer el propio Presidente.
Luego de la conferencia de prensa, Macri reunió a algunos ministros y miembros de la coalición oficialista, como Gerardo Morales o el propio Rodríguez Larreta, para hacer una evaluación de lo sucedido y plantear una mirada hacia adelante. "No te puedo decir si habrá cambios", afirmaban cerca del jefe de gabinete cerca de la medianoche, cuando todo era desolación. Nicolás Dujovne, el responsable de la economía, fue uno de los funcionarios a los que Macri llamó en esas horas de desánimo.
¿Hay chances de revertir el resultado? "La verdad es que el problema es más de fondo. Nosotros cometimos un montón de errores, pero muchos de ellos se robaron todo y ahora sacan esa cantidad de votos", comentaba resignado otro alto funcionario, mientras Macri y los principales ministros seguían reunidos en Costa Salguero, ya vacía de militantes y con las luces semi apagadas.
Ni Macri ni nadie podía aventurar acerca del futuro de la coalición gobernante. Cerca de María Eugenia Vidal, que no reconoció la derrota a pesar de haber llegado a Costa Salguero antes que el Presidente, evitaron cargar las tintas en la estrategia electoral, a cargo de Peña y que incluyó la unificación de las elecciones nacionales con las bonaerenses. "No es momento, ya se hablará", anticipaban cerca de la gobernadora, que declinó la invitación de Elisa Carrió, quien desde el escenario llamó a "defender la República" y hasta insinuó que una victoria en octubre -en la que pocos creían a esta hora- es posible.
Lejos quedaron los medidos festejos del viernes, cuando los mercados dieron por cierto algunos sondeos que hablaban de un empate, un resultado que en el Gobierno se leía como un eventual triunfo. "De 4 para arriba de diferencia entramos en la angustia", afirmaba un amigo del Presidente, sorprendido -como el propio Macri- por el resultado final, que daba por tierra todos los pronósticos.
"Va a seguir, pero es difícil. Veremos que pasa mañana", contestó un funcionario cuando LA NACION quiso sondear el ánimo del Presidente. Los llamados a Lavagna y Espert están ahí, entre las opciones que, de manera desordenada, se plantearon en la reunión privada que siguió a la derrota más dura en los casi veinte años que sufriera Macri en su carrera política, que comenzó a principio de siglo y que ayer quedó sumida en la incertidumbre.
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