PASO 2019. Del padrón con votantes "sanos" a las peleas en las parroquias: viejas recetas que aseguraban una victoria electoral
Ganar una elección era más fácil antes. No había que caminar en el barro ni sacarse fotos con bebés. No había que pagar un batallón de trolls ni hacer playback de un cuarteto para una propaganda en la tele.
"En 1860 las cosas se definían a las trompadas en una parroquia, por ejemplo.El partido que custodiaba una mesa, solía ganarse la mayoría de los votos", cuenta el historiador Gabriel Di Meglio.
O peor: más atrás, en tiempos de la Asamblea del año XIII y el Congreso de 1816, solo las personas "sanas" formaban el cuerpo electoral. Había que ser blanco, tener una casa, un trabajo digno y ser honrado. ¿Quiénes lo certificaban? Otros honrados. Incomprobable.
"Sin el voto de las mujeres, los artesanos, los mestizos, los negros, indios y criollos, una minoría poderosa de "candidatos" tenía la victoria asegurada", explica el investigador.
En 1821, empezaron a votar todos los ciudadanos mayores de 20 años, pero solo uno de cada 10 lo hacía. Todavía no existía el padrón y había que presentarse una semana antes para anotarse en una parroquia, que en aquellos años dividían el terreno en secciones.
Sin el voto de las mujeres, los artesanos, los mestizos, los negros, indios y criollos, una minoría poderosa de candidatos tenía la victoria asegurada""
El día de la elección, el ciudadano se encontraba con un líder político -al que hoy le diríamos puntero- y viajaba en grupo hacia una de esas iglesias. Una vez adentro, se paraba frente a una autoridad de mesa y gritaba su nombre y su voto.
En 1874, de la viveza criolla nació una nueva receta para ganar una elección. Cuando eligieron al presidente Nicolás Avellaneda (tucumano, 37 años) era común que una persona se anotara en varias parroquias con nombres y apellidos diferentes.
Pero la creación del padrón no garantizó una elección limpia. Una junta calificadora resolvía la lista de votantes habilitados sin dar muchas vueltas: con el dedo decía "este sí" o "este no".
El presidente Hipólito Yrigoyen ganó las elecciones en 1916 con el voto universal, secreto y obligatorio. Obtuvo 340.000 votos sobre un total de 747.000, poco más que la cantidad de votantes que tiene La Plata hoy.
En 1874, de la viveza criolla nació una nueva receta para ganar una elección. Cuando eligieron al presidente Avellaneda era común que una persona se anotara en varias parroquias con nombres y apellidos diferentes
"Después vino el fraude, el verdadero fraude. Porque antes de la 'década infame' se cometían muchas avivadas o ventajas. En 1930 se empezaron a dar vuelta los resultados", explica Di Meglio.
El gobernador bonaerense Manuel Fresco (1936-1940) decía que todos los ciudadanos "de una democracia de bien" debían votar a cara descubierta para asumir sus responsabilidades. Para él el voto secreto era fraudulento.
Y después vino Ortiz.
Llegó a la Casa Rosada tras ganar las elecciones -cuanto menos dudosas- de 1938. Poco tiempo después de asumir se propuso terminar con el fraude. Pero la diabetes terminó antes con su vida. Ramón Castillo tomó el mando, pero no se apartó ni un solo centímetro de sus costumbres "conservadoras" -por llamarlas de alguna manera-.
Recién en 1946 una elección argentina fue considerada como excepcional. No solo porque no hubo denuncias de fraude, sino porque después vinieron 27 años de cosas mucho peores.
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