Paro de la CGT: el comienzo de un plan de lucha que abre un desafío para Milei y los gremios
En la central obrera un sector pide negociar y otro, redoblar la apuesta; el Gobierno no dio tampoco señales de tregua
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La precoz reacción sindical de activar un paro general contra Javier Milei, a solo 45 días de haber asumido la Presidencia y después de cuatro años de silencio y letargo, es apenas el inicio de un plan de lucha que nació deshilachado. Es parte del trazado de una hoja de ruta que expone diferencias en la cúpula de la CGT, hoy punta de lanza de un peronismo derrotado, con sus principales líderes, sobre todo Cristina Kirchner, recluidos y sin dar señales nítidas de un recambio que parece inevitable.
En la CGT surgen disidencias sobre la estrategia de confrontación en un contexto minado por la amenaza latente de la hiperinflación. Chocan las posturas de los dirigentes moderados, que buscan forzar un diálogo con el Gobierno a toda costa, y los más combativos, que miran detenidamente el calendario para fijar la próxima huelga, tal vez en coincidencia con la fecha del comienzo de clases. Casi un reflejo de lo que sucede en el Congreso, con la llamada “oposición dialoguista”, que intenta auxiliar a Milei, y la oposición lisa y llana, encarnada en el PJ, dispuesta a frenar la ley ómnibus.
En este juego de equilibrios, el riesgo de la CGT es quedar atrapada por las presiones del kirchnerismo y la izquierda para profundizar las protestas. Hasta Sergio Massa, el candidato presidencial que cosechó unánime apoyo entre los gremios, le reprochó haberse apresurado para activar la huelga. “Si a 45 días le haces un paro general, a los 90 días, ¿qué haces? ¿Un bombardeo?”, cuestionó el exministro de Economía hace tres semanas. Ayer, sin embargo, Malena Galmarini, su esposa, se olvidó de la moderación con un mensaje por redes sociales.
Te aumentaron la nafta, los alimentos, las tarifas, la prepaga, el impuesto PAIS, el monotributo, el boleto de bondi y de tren.
— Malena Galmarini (@MalenaGalmarini) January 23, 2024
Te sacaron la devolución del IVA y los créditos de ANSES
Quieren aumentar las retenciones a la industria, a las economías regionales y al campo.…
Durante la madrugada del miércoles, la cúpula de la CGT recibió aliviada la noticia de que el proyecto de ley ómnibus había obtenido dictamen. La presión se traslada ahora al Congreso y correrá por unos días a los gremialistas del centro de la escena. Héctor Daer, uno de los jefes cegetistas, resbaló frente a la intensidad mediática al amenazar por radio a los legisladores que avalen las medidas oficialistas. Daer es un dirigente racional, dialoguista, que se recuesta en dos mentores: Carlos West Ocampo y Armando Cavalieri, históricos referentes de “los Gordos” (grandes gremios de servicios) que supieron posicionarse durante el menemismo.
El apriete de Daer a los diputados fue leído entre sus pares como un intento de no ceder terreno en la pelea por el liderazgo de la CGT ante el protagonismo que recobró el camionero Pablo Moyano, otro de los jefes, de perfil más combativo y menos negociador. Daer, de hecho, fue junto con Gerardo Martínez, líder de la Uocra, el que habilitó al mercantil Cavalieri abrir una negociación con Milei a través de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que estaba dispuesta a ceder en lo relativo a las contribuciones patronales, una maniobra de los gremios para recaudar más fondos. Esa frustrada negociación eyectó a Horacio Pitrau, que ni siquiera había sido oficializado como número dos de la Secretaría de Trabajo que conduce el macrista Omar Yasin, quien actúa digitado por el exministro Jorge Triaca y Julio Cordero, uno de los abogados del Grupo Techint.
La tensión y la desconfianza guiaron el vínculo entre Milei y los gremios desde que el libertario venció a Massa en el balotaje presidencial. Se abrió inicialmente un canal de diálogo entre la CGT y el ministro del Interior, Guillermo Francos, pero la letra chica del DNU 70/23 presentado a fin de año dinamitó los puentes. En una cumbre secreta en Sanidad, el gremio de Daer, Francos, Santiago Caputo y Cordero se reunieron con el ala dialoguista de la central obrera. Nada de lo que se conversó allí se reflejó horas después en el decreto presidencial, según fuentes de ambos sectores. El avance de Milei con la reforma laboral por decreto fue considerado una provocación para los gremios, que sintieron amenazados por primera vez en mucho tiempo su poder de representación y recaudación. El capítulo laboral del DNU quedó finalmente suspendido hasta tanto se expida la Corte Suprema después de una seguidilla de fallos judiciales en instancias inferiores que la dirigencia cegetista consideró como un triunfo propio. Así y todo, mantuvo en pie la huelga. “La Corte juega con los tiempos y los ánimos sociales. Esperamos que se expida por la anulación”, presionó un sindicalista con llegada al Poder Judicial.
La huelga se activó en un peligroso contexto de inflación desbocada y con el Gobierno dispuesto a avanzar con un ajuste del gasto público a ritmo de machete. Contempla fuertes caídas en el poder adquisitivo de los montos de los planes sociales y el salario mínimo, y también de las jubilaciones. También de los salarios del sector público y privado. Además, Milei pretende restituir el impuesto a las ganancias a partir de los salarios superiores a $1.350.000, lo que abriría un foco de conflicto adicional con los sindicatos, sobre todo, con los transportistas y bancarios. Se trata del mismo tributo a los salarios que Milei, como diputado nacional, votó para que sea eliminado. En la CGT ya se preparan marchas en contra de los gobernadores y legisladores que apoyen el regreso del tributo que pesa sobre los salarios. El desliz retórico de Daer tal vez no sea una mera equivocación.
Hasta antes del DNU, los dirigentes sindicales creían que la clase media iba a ser el fusible que encienda la protesta social, con marchas espontáneas y cacerolazos para expresar su descontento. Proyectaban ese primer estallido recién para marzo o abril, cuando la inflación haya devorado aún más los salarios, el ajuste ya haya dejado de su huella y el dinero de muchas familias no alcance para alimentos, pagar las tarifas, prepagas y educación privada. Pablo Moyano, incluso, descartó activar un paro en enero y febrero “porque los laburantes están de vacaciones”. Los tiempos se precipitaron y con un documento la CGT amplió su reclamo a lo estrictamente laboral y económico.
“Hay que voltear el decreto de Milei en la Justicia, en el Congreso y en la calle”, planteó Daer cuando la CGT presentó a fin de año el amparo que frenó el capítulo laboral del DNU. Lo reiteró este miércoles ante la militancia congregada en las calles. El trazado del plan, que involucra a todo el peronismo, se aceleró dramáticamente cuando se cortaron los intercambios con el Gobierno. Desconcierta a los gremios no tener un interlocutor. No les había pasado nunca, ni siquiera con los militares. Un sindicalista de peso e influyente contó que Francos les confesó que la toma de las decisiones es exclusiva de Milei y su hermana Karina. A Francos ya no le creen. A los Caputo, tampoco.
“No es nuestra intención perturbar la gobernabilidad. La batalla es ahora legislativa”, buscó bajar decibeles un jerarca sindical de buen trato con kirchneristas, macristas y libertarios. El desafío es ahora reconstruir el vínculo con un Gobierno que recién da sus primeros pasos y tomar distancia de ese pesado estigma del sindicalismo antropófago, capaz de engullirse a cualquier gobierno que no sea peronista.
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