Para que haya justicia, de una vez por todas
Cuando empecé a trabajar en Tribunales teníamos un profundo respeto por los jueces, fiscales, secretarios de juzgados y demás funcionarios jerárquicos del "Palacio". Esos adolescentes que entrábamos a coser expedientes sentíamos que estábamos ante figuras honorables, valientes, incapaces de desviarse del camino recto. No se nos cruzaba por la cabeza que pudieran hacer algo incorrecto. Luego, a través de sonoros casos, la historia argentina se encargó de desmentirnos dolorosamente y el mensaje de desazón, de que el que las hace no las paga, se instaló en nuestra sociedad.
Aun así, a pesar de los malos ejemplos, miles de personas valientes y honestas se siguieron levantando todas las mañanas para hacer bien su trabajo en el lugar en el que les tocara estar dentro del Poder Judicial. A pesar de las dificultades estructurales, de las restricciones presupuestarias, de la falta de incentivos y de las presiones, muchos jueces y fiscales honran todos los días su trabajo haciendo lo que corresponde.
Esos magistrados, secretarios y fiscales honestos son los que inspiraron hace ya varios años a un grupo de jóvenes investigadores de una modesta fiscalía de barrio. Ellos, a sabiendas de que se jugaban sus carreras y sus sueños, se animaron a desentrañar una sugestiva maraña de maniobras financieras que vinculaba fuertes sospechas y denuncias de corrupción política con sofisticados mecanismos de fuga y lavado de dinero en el exterior. Con entusiasmo trabajaron triple turno para averiguar todo lo posible antes de que, como ya intuían, alguna decisión de arriba les quitara el expediente. En poco más de 20 días esos hombres y mujeres de menos de 30 años habían reunido la prueba de lo que luego los medios de comunicación llamaron "La ruta del dinero K": la primera ficha de un dominó que llevaría inexorablemente a la adjudicación de obra pública que a partir de hoy comienza a juzgarse.
Esos jóvenes fueron brutalmente castigados por hacer bien las cosas. Disgregados en distintas oficinas, despojados de funciones, fueron sometidos a un cruel destrato por hacer lo que tenían que hacer. Afortunadamente el sol suele tener mayor diámetro que la palma de la mano que quiere taparlo, los vientos cambiaron y finalmente pudieron volver a hacer lo que más les gusta: trabajar por una Justicia mejor. Hoy, como muchísimos argentinos, esperan que nada de todo eso haya sido en vano, que ese sacrificio haya valido la pena y que de una vez por todas haya Justicia.
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José María Campagnoli es fiscal de Instrucción
José María Campagnoli
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