Para el Gobierno, el tribunal reafirmó su perfil opositor
En la Casa Rosada se interpretó como un desafío político la fecha elegida por Fayt
Sin reacciones en público y con un meditado silencio presidencial, el Gobierno tomó como una postura opositora la decisión del juez Carlos Fayt de renunciar a la Corte Suprema de Justicia el mismo día en el que Cristina Kirchner deje de ser presidenta.
En la Casa Rosada creen que el magistrado podría haber extendido el 31 de diciembre su idea de dejar el sillón en el máximo tribunal, como una manera de disimular -según la visión oficial- su intención de irse cuando la Presidenta ya no tuviera el poder.
Pero en la lectura que hizo ayer el Gobierno, el máximo tribunal buscó dejar en claro que lo que único que pretendía era no darle la posibilidad al kirchnerismo de hacerse de una nueva vacante y enviarle una señal de oposición a la actual gestión, sobre todo por el momento político, en plena campaña electoral, de hacer un anuncio que recién se concretará en tres meses.
Cristina Kirchner optó por no mencionar el tema durante el acto que encabezó ayer en la Casa Rosada. Habló de casi todo, incluso de la denuncia por corrupción que compromete al periodista Fernando Niembro, candidato a diputado por Cambiemos. Pero no dijo ni una palabra de la renuncia de Fayt.
Puertas adentro, en el gabinete nacional opinan que la decisión del magistrado era "previsible e inevitable", y aunque esquivaron en las primeras horas hacer declaraciones, hacia el interior del Gobierno había más sorpresa que un claro conocimiento de que la Corte estuviera cocinando una decisión de tal magnitud.
"Los jueces decidieron asumir el rol de los opositores en el Senado. Una cosa es que un legislador, en su rol opositor, rechazara que la Presidenta nombrara un juez; otra muy distinta es que lo haga explícitamente un magistrado", fue la lectura de un funcionario de la Casa Rosada, al tanto de los movimientos en el ámbito de la Justicia.
Concentrado en ganar las elecciones más que en la pelea con el máximo tribunal, el caso Fayt había dejado de ser un tema prioritario para el kirchnerismo. El Frente para la Victoria abandonó incluso la pelea con el juez en la Cámara de Diputados, donde le había iniciado una investigación, antesala de un juicio político, por su estado de salud.
En voz baja y sin la mayoría de dos tercios requerida para aprobar la remoción del juez, el oficialismo había congelado la ofensiva después de haber creado una subcomisión que tenía como objetivo determinar si el magistrado mantenía sus capacidades mentales para ocupar su cargo. La última vez que se reunió ese cuerpo fue hace más de dos meses. Además, desde que su creación sólo tuvo dos encuentros. En la bancada que preside Juliana Di Tullio descartaban ayer que la subcomisión volviera a reunirse en el futuro. La renuncia marcó el cierre de la batalla legislativa, que encabezaba la presidenta de la Comisión de Juicio Político de Diputados, Anabel Fernández Sagasti, dirigente de La Cámpora.
Apenas se conoció la carta de renuncia de Fayt, la orden de Cristina fue que ningún funcionario hablara. Con más preguntas que respuestas, en el Gobierno comenzaron las sospechas de algún tipo de negociación que el propio Ricardo Lorenzetti, como cabeza de la Corte Suprema, hubiera emprendido con los candidatos presidenciales.
Zaffaroni, presente
A partir de ahora, sin margen de maniobra para Cristina, las cartas las tendrá el nuevo presidente. Quien asuma en la Casa Rosada tendrá desde el 11 de diciembre 30 días para enviar un nuevo pliego al Senado. Allí descansa aún la opción del candidato que había elegido Cristina Kirchner, Roberto Carlés, para reemplazar a Raúl Zaffaroni. El ex juez estuvo ayer con la Presidenta en el acto en Casa Rosada sentado en primera fila.
Con dos vacantes abiertas, el cristinismo se esperanza en que si gana Scioli, el gobernador mantenga al elegido por la Presidenta (será parte de una negociación) y él opte por nombrar al reemplazante de Fayt. Creen que, en definitiva, será el primer gran acuerdo político entre Cristina y el gobernador. Si se repitieran los guarismos de las primarias, el oficialismo, en sus variables de sciolismo y kirchnerismo, quedará a sólo cinco bancas de alcanzar los dos tercios necesarios en el Senado para aprobar la composición de los jueces de la Corte, con mayor influencia del cristinismo.
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