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Las elecciones siempre tienen una temática, y la gente vota para plebiscitar algo. Entonces, por ejemplo, en 1983, la gente votó por la democracia; en 2015, por el cambio; y en 2019, por la reactivación de la economía.
¿Cuál podría ser el tema de las elecciones en el año de la pandemia?
La pandemia nos enseñó que, en materia de Covid, Europa nos adelanta lo que podría suceder aquí, simplemente porque el virus arrancó primero en el hemisferio norte. Dentro de la tragedia, tenemos esa ventaja. Nos adelantó la primera ola, la segunda ola y también, las consecuencias políticas de lo que le podría suceder a los oficialismos (o a ciertos oficialismos, más autoritarios y populistas).
¿Por qué te cuento esto? Esta semana, hubo elecciones en Madrid. ¿Y qué pasó? Ganó la libertad contra el hartazgo social por el encierro dictaminado por el gobierno socialista de Pedro Sánchez y sus aliados de izquierda frente la pandemia.
La palabra triunfante fue “libertad”, más allá de cualquier ideología. Así, hubo dos ideas con gran fortaleza dado que, además de este concepto, se instauró el de “apertura responsable”. La sociedad responsabilizó por el desastre económico al candado a la economía dispuesto por el gobierno nacional –de corte populista, parecido al nuestro- y eso provocó que arrasase en Madrid Isabel Díaz Ayuso. Esta mujer, que hasta hace dos años era una total “outsider” y desconocida, encarnó ese hartazgo de la gente.
¿Podría el hartazgo social poner en jaque al kirchnerismo y hacer, entonces, lo que la oposición no pudo?
La consultora Mariel Fornoni hizo una encuesta que va en este sentido. Se le preguntó a la gente a qué tiene más miedo: ¿a infectarse o las consecuencias económicas derivadas la pandemia? El 53 por ciento respondió por lo segundo.
La preocupación –y el hartazgo- de la gente se refleja en datos duros.
La indigencia en 2020 fue la más alta de la década. Un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) muestra que pasó del 5,7 por ciento (en 2010) al 9,8 por ciento. Y afirma que, sin asistencia social, ese número hubiera trepado al 27 por ciento de la población.
Los datos duros muestran que el derrumbe económico en la Argentina no se debe tanto a la pandemia como a las medidas tomadas para contenerla. Prueba de ello es que la economía de Brasil, por ejemplo, cayó menos de la mitad que la economía argentina.
El hartazgo social se refleja en números: el 53,1 por ciento desaprueba el gobierno de Alberto Fernández y 54,5 por ciento desaprueba la gestión de Axel Kicillof. Vamos a la provincia de Buenos Aires y a la imagen de los dirigentes: el gobernador Kicillof tiene 52,8 por ciento de imagen negativa; Cristina Kirchner, 54 por ciento; y su hijo, Máximo, 57 por ciento.
En el acto de Ensenada, el intendente Mario Secco (el émulo de Galtieri) afirmó que la oposición jamás podría conseguir el amor del pueblo. Pero, a juzgar por las encuestas, está claro que el Gobierno tampoco.
El ataque de Alberto y Cristina al fallo de la Corte que dictaminó que el DNU del Gobierno violó la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires instaló una pregunta inquietante: ¿la democracia argentina está en peligro?
Empujado por su mentora, Alberto Fernández se puso por fuera de la ley y lo hizo de esta manera: “No va a haber ni tapa de los diarios ni sentencia judicial que nos deje o nos lleve a hacer (sic) aquello que debemos hacer en favor de los argentinos”.
Los ‘grey’ de Alberto y Cristina leyeron este momento político como democracia versus partido judicial. No parecieran estar escuchando el dilema de quiénes están fuera del círculo propio, planteado como libertad versus encierro. Un cepo que generó una catástrofe económica.
Una serie de ‘gurkas’ K defenestraron a la Corte por considerarla parte de una confabulación contra el peronismo. En esta cosmovisión, la Corte sería una pata del plan gorila para voltear al Gobierno.
El problema con esta interpretación del Gobierno es que hay tres peronistas en la Corte, que -dicho sea de paso- este año define quién ser su nuevo presidente: Lorenzetti, Maqueda y Rossati. Ellos conforman el trío peronista del máximo tribunal.
¿La Corte juega en la interna peronista reflejando el hartazgo social?
La interpretación del fallo de la Corte tiene al menos dos versiones para los analistas. Unos dicen que es una predicción de lo que va a pasar en las elecciones; otros, que fue un fallo ajustado a derecho. Es decir, no hizo más que reflejar lo que dice la Constitución.
La foto del acto en Ensenada muestra una sonora ausencia: la del ministro Martín Guzmán, desgajado esta semana en su autoestima política y en su política tarifaria. La foto quiso tapar el sol con la mano: la interna feroz entre Kicillof y Guzmán por las tarifas y, en definitiva, por la estrategia para ganar las elecciones este año. Y en este contexto, el ministro aún no pudo echar a Federico Basualdo, el subsecretario de energía que responde a La Cámpora.
El kirchnerismo no quiere que Guzmán se vaya; lo que quiere es marcarle la cancha. La Cámpora ya se lo advirtió: “no te vas ir cuando vos quieras sino cuando nosotros queramos”. La novela de Guzmán continuará.
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