En junio pasado, cuando les tocó a los "runners" caer en la grieta que distribuye buenos y malos a un lado y otro en la Argentina y se convirtieron en el enemigo público egoísta e insensible a los ojos del lado pero-alber-kirchnerista de la opinión pública, el 10 de junio más precisamente, cuando el presidente Alberto Fernández cuestionó al jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta por habilitar las salidas a correr, llegado ese día, las cinco investigaciones claves que establecieron que estar al aire libre era lo más seguro que se podía hacer en medio de la pandemia, y que lo peor eran ciertos ambientes cerrados, ya habían sido publicadas.
Subrayo esto: apertura de más actividades, que pueden darse al aire libre, y vuelta a la escuela, los ejes de las polémicas actuales que sacuden la gestión sanitaria de Alberto Fernández y producen más divisiones sociales: sobre esos temas ya había datos ciertos hace meses.
Un día antes de ese reproche presidencial, el 9 de junio, el Financial Times citó a los cinco documentos en una nota: "Cómo evitar al virus a medida que el mundo retoma su actividad", era su título. El hemisferio norte empezaba a recorrer el camino sobre el que comienza a avanzar parte de la Argentina en las últimas semanas: la necesidad de recuperar cierto ritmo de vida después de meses de encierro muy estrictos en el caso de nuestro país.
Desde el 3 de marzo, se sabía que los espacios cerrados representaban el mayor problema: puertas adentro, sin distancia social y por tiempo prolongado eran, y son, las variables claves de los contagios.
Los datos que el Gobierno no leyó
Lo había dejado muy claro uno de los papers que ya había alcanzado la discusión pública, citado en junio por el Financial Times: el trabajo se titula "Closed environment facilitates secondary transmission of coronavirus diseases 2019 (Covid-19)" de Hiroshi Nishiura y otros investigadores, encargado por el ministerio de Salud de Japón. La conclusión: que aquellas personas contagiadas que tenían encuentros al aire libre tenían muchas menos posibilidades de contagiar a otros. De 88 infectados, sólo el 12.5% había contagiado a otras personas en esos encuentros en espacio abierto. En cambio, entre los contagiados que estuvieron en ambientes cerrados, el 75% había producido contagios. El aire libre disipa el coronavirus que las personas expulsan en su respiración.
El estudio también demostró que las gotitas con virus que puede liberar un corredor o un ciclista no alcanzan para generar un gran riesgo dado la velocidad y el espacio abierto, que las disipan, aunque la recomendación es buscar mantener la distancia también en esas circunstancias: el riesgo cero no existe.
Es decir, y quiero subrayar esto: aún antes de que el presidente Fernández estableciera la cuarentena estricta y tres meses antes de que arreciara la polémica en torno a la habilitación para salir a los parques a trotar y que desde Casa Rosada se presionara sobre el gobierno de CABA para restringir la apertura gradual de actividades, como correr al aire libre y, más adelante, la reapertura de bares, también al aire libre, ya se sabía que era más sano volcar la vida cotidiana, lo máximo posible, al espacio abierto. Y sin embargo, la Argentina seguía discutiendo, y lo ha seguido haciendo en cada renovación de cuarentena, si habilitar cada vez más la vida, trasladarla al aire libre y crear protocolos para reinventar la existencia a cielo abierto es lo más conveniente.
Del aire libre a las escuelas
La resistencia a esa evidencia, que muestra que el aire libre es el más seguro para desarrollar la vida en medio de la pandemia, sigue vigente. Allí está la prohibición de jugar en las plazas, que CABA acaba de levantar, lo que afectó directamente a los chicos, fuertemente impactados en su salud física y psíquica en la pandemia. O la prohibición de las reuniones familiares, bajo protocolos que impliquen distancia social, cantidad de personas y uso de barbijos, también en el aire libre de un patio, que también Larreta anunció recién que ahora se admitirán.
Y entre abril y mayo, es decir, desde hace ya unos 6 meses, hay evidencia de que los contagios en las escuelas son más bajos. El gran problema son nuestros hogares y el transporte público. Los datos surgen de dos de las investigaciones mencionadas, una basado en evidencia de Francia y, la otra, de China.
Por supuesto que el conocimiento sobre el coronavirus, una pandemia en marcha, se muestra provisorio y sometido a revisión continua. Lo sabemos: barbijo sí o no, plexiglas sí o no, coronavirus transmisibles por el aire sí o no. Sin embargo, los datos sobre escuelas y mayor seguridad al aire libre conservan una estabilidad que se ha sostenido por meses.
La política sanitaria argentina que moldeó la agenda de gestión de Fernández, y de buena parte de la clase política, y le dio su tono soslayó esta evidencia. Y extremó posiciones. Me refiero a la cuarentena estricta que en la Argentina pasó de ser temporaria, para adecuar al sistema de salud, lo acertado según la literatura experta, a la estrategia hegemónica para frenar lo imparable: una epidemia.
No era la cuarentena eterna. Eran los rastreos y testeos, la cuarentena selectiva, cuarentena intermitente según el comportamiento de los contagios y protocolos de vida: sobre eso también hay conocimiento experto producido también desde hace meses, desaprovechado por meses en la Argentina.
No lo sabían en China ni en Europa cuando arreció la pandemia, pero después construyeron conocimiento. Los datos estaban al alcance de la mano cuando la Argentina insistió con repetir el confinamiento extremo de su población en cada renovación de la cuarentena que hoy llega a 203 días. Y sin embargo, se optó por la polarización y la estigmatización de las voces que buscaron evidencia precisa y puntos de vista alternativos a la gestión oficialista de la pandemia. Un ejemplo: a mediados de agosto, el secretario general de UTE, Eduardo López, líder del principal gremio porteño, sostuvo en relación a la intención de Rodríguez Larreta de un regreso gradual a clases: "Quiere abrir las escuelas para que vayan los chicos pobres y se contagien". Una declaración insostenible.
No es la cuarentena eterna
Los récords que bate hoy la Argentina en materia de contagios y muertes muestran una gestión nacional ineficiente de los datos, con las filminas presidenciales desmentidas hasta el cansancio, de los tiempos, de los niveles de restricción, del tipo de recursos –pocos tests y muchas limitaciones a las libertades- y de los ánimos ciudadanos: las restricciones que llegan demasiado temprano y se sostienen demasiado tiempo no necesariamente son la mejor política.
La política oficial de Fernández queda en evidencia por la gestión más efectiva de CABA, que estabilizó contagios, muertes y bajó su índice de contagiosidad. Su gradualismo sanitario, que incluyo de manera realista el comportamiento social, es un espejo desafiante para los errores del oficialismo kirchnerista en lo sanitario. CABA prohibió menos, liberó más y obtuvo mejores resultados.
Todo indica que ahora el clima oficialista cambió. Desde Casa Rosada, esta vez acompañado por tres goberandores, la estrategia presidencial tuvo tres objetivos. Corregir el error de la última extensión de la cuarentena: reapareció Fernández, se movió de la Quinta de Olivos a la Casa Rosada, epicentro político, y sumó gobernadores, los representantes del federalismo ahora que la pandemia azota a las provincias. Ya no la penosa voz en off y la desaparición del estado cuando el interior lo necesita, pero los datos dan mal y las encuestas, abajo.
Por otro lado, una reconstrucción de su rol de gestor de la crisis sanitaria: el Presidente absorbió el golpe de los malos resultados, enfrentó el crecimiento de la tasa de incidencia, la de mortalidad y el contagio en el interior. Ante la realidad desafiante, mejor tomar la iniciativa. Y finalmente, un elogio al esfuerzo de los porteños, además de los bonaerenses. Y ahora que mejoran las cifras del AMBA, una nueva contradicción: Fernández sostuvo que la cuarentena, cuya existencia antes había negado, fue lo que funcionó. Aunque en CABA, la gestión atribuye la mayor efectividad a los rastreos y las apertura protocolizadas. Contradicciones instrumentales.
Se vienen dando hace unos días. El ministro de Educación, Nicolás Trotta, pasó de condicionar la vuelta a clases a la existencia de la vacuna a habilitar la posibilidad de clases, consensuadas en el Consejo Federal, para ciertos niveles y bajo ciertas circunstancias aún antes de que se concrete la utopía de la vacuna. Las vacaciones aparecieron y empiezan a ser tema de promesa presidencial. Y el turismo y las fiestas de Navidad y fin de año se propone en el horizonte de expectativas ciudadanas.
Pero el cambio de rumbo no se basa en nueva evidencia ni en datos, sino en encuestas. Algunos datos dicen que un 56% de los argentinos está en desacuerdo con las medidas de contención de la pandemia. En mayo, el desacuerdo apenas alcanzaba al 11%. En septiembre, al 36%.
Al contrario, los datos sanitarios preocupan y muestran que la Argentina en su vasto territorio, en promedio, atraviesa el peor momento de la pandemia en lo que va del año. No se sabe todavía cómo se va a comportar el futuro.
Grieta sanitaria e irresponsabilidades políticas
Hay varios puntos que vale la pena subrayar sobre este proceso preocupante. Primero, el tiempo perdido y el conocimiento desaprovechado. Los países que enfrentaron primero la pandemia, como China por supuesto y países de Europa, produjeron conocimiento que la Argentina, que afrontó ese proceso meses después, no supo aprovechar. Y no sabe aprovechar todavía. En buena parte de las provincias y en relación a algunos temas, como la vuelta a clase, la información precisa sobre los riesgos reales de contagio sigue siendo pobre.
Hay responsabilidades políticas y también científicas en el rumbo que tomaron las cosas en la Argentina. Será necesario conocer el consejo experto que recibió el Gobierno en cada decisión de extensión de la cuarentena: los registros de esas recomendaciones deberían ser de acceso público.
Y un tema que también instala la responsabilidad política: poner como horizonte de toda política pública la espera de la vacuna, cuando hay preocupación creciente sobre los plazos y sobre la transparencia de los protocolos de desarrollo desde la comunidad científica, no parece ser el dato más realista sobre el cual construir opciones de futuro. Mientras el gobernador Omar Perotti, que acompañó al Presidente, planteó aislarse lo máximo posible mientras la vacuna llegar, el único que sostuvo no postergar la vida hasta la vacuna y, en cambio, retomar la vida con protocolos mientras tanto fue Larreta.
Segundo, una pregunta: ¿Cómo fue que la Argentina que se planteó ejemplo de manejo de la pandemia llega a esta situación, en la que se vuelve el caso con los peores récords? Hay un modo de explicar el capitalismo y su lógica expansiva, su hegemonía en definitiva, que hace hincapié en su capacidad para instaurar su lógica en cada vez más esferas de la vida: del mundo del trabajo y la producción, al mundo de la naturaleza con la explotación petrolera y minera y el turismo, al mundo del cuerpo con la pornografía, al mundo de la salud, al mundo de datos
La grieta argentina opera en un sentido parecido, y ese es un problema enorme de la Argentina: no hay construcción posible cuando la lógica sesgada que divide el mundo en amigos y enemigos, y al enemigo nada, alcanza no sólo a la esfera de lo político, de lo económico, lo productivo y se extiende a los derechos humanos con la llegada del nestorismo y en su última expansión, a la salud y la política sanitaria. Hay contagiados legítimos y contagiados ilegítimos, los que insisten con una lógica distinta para manejar la pandemia. Los porteños, por ejemplo.
Esa grieta que desconoce la evidencia y opera sobre la política pública en función de la consolidación del poder y la polarización tergiversa datos, silencia voces, cancela puntos de vista y estigmatiza. Y el peor efecto: se ha mostrado poco efectiva para contener el coronavirus.
El filósofo español Daniel Innerarity tiene una idea interesante: "La principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción ni la eficiencia, sino la simplicidad". Ante la incertidumbre y el crecimiento exponencial de información, datos y conocimiento, la estrategia es la simplificación. La grieta y la polarización funciona como una simplificación interesada del campo político.
"Tu Gobierno"
Tercero, el regreso de las filminas, el mensaje con un presidente protagónico y la mención presidencial de la economía por primera vez en una conferencia de prensa dedicada a la pandemia. Primero para subrayar el contraste entre los datos más duros, "el peor trimestre del año", y luego los logros relativos, aumento de la recaudación o el aumento en producción de autos. Eso y un abandono de la dicotomía economía versus salud que tanto gastó el discurso de Fernández llamó la atención en la conferencia de prensa de ayer. "Seguir trabajando cuidando los protocolos sanitarios", dijo, en cambio, el Presidente.
La vuelta a la centralidad de la gestión de la pandemia con otro tono es muestra de lo difícil que es la gestión de la economía, que no da respiro. Si no hay buenas noticias en el frente del dólar y el empleo, donde son todas pésimas señales que incluso el kirchnerismo más duro cuestiona –el dólar complica consumos y viajes al exterior conquistados como derechos aún entre los kirchneristas más enemigos del capital- queda al menos el discurso de la capacidad de organización federal de la pandemia.
En el mismo sentido, el Presidente se dejó llevar por la exhibición de logros relativos en el AMBA, la interpretación libre y a favor del Gobierno de cómo el área metropolitana baja los indicadores de casos, muertes y contagiosidad atribuidos a la cuarentena aunque en CABA se debe al testeo y en el anuncio de un asilamiento selectivo por distritos en 18 provincias se diluye el riesgo de un presidente trayendo otra vez la mala noticia, antipática y resistida, de una continuidad de la cuarentena. Los simpatizantes kirchneristas también empiezan expresar sus diferencias.
Más ingobernable que la pandemia argentina, con sus registros récords, graves, que sorprenden al mundo se presenta la economía. El argentino medio parece estar más dispuesto a naturalizar más los efectos de la pandemia que la escalada del dólar.
"Tu gobierno" es el grito de guerra y de reproche a los oficialistas por parte de las voces opositoras en las redes sociales cuando el kirchnerismo de a pie se siente traicionado por las restricciones al dólar que limitan su derecho al consumo y al viaje, que creyó merecido y conquistado, garantizado por su versión paternalista de un estado presente.
La economía 2020 en versión kirchnerista defrauda esas utopías que parecían realizadas y empiezan a descascararse. Esa pandemia, la económica, lleva décadas en la Argentina, es endémica, es autoinflingida y es mucho más difícil de naturalizar y gobernar que la propia pandemia.
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