Pancho Ibáñez y el día que incomodó a los militares con los valores aprendidos en el Liceo Naval
Sesenta años después de su egreso del Liceo Naval Militar Almirante Brown, que funcionaba en el viejo edificio de la base de Río Santiago, el periodista Pancho Ibáñez conserva enseñanzas y valores que aún hoy transmite a sus nietos.
Pertenece, orgulloso, a la 10ª promoción, que cursó entre 1956 y 1960, y en un diálogo con LA NACION recordó la exigencia de los estudios –no se admitían materias previas- y el nivel académico de los profesores, entre otros rasgos. "Tuve una adolescencia muy ocupada y exigente. Entré como niño y egresé como hombre", resumió, a los 76 años.
"Los que terminamos el Liceo fuimos los que decidimos no seguir la carrera naval. Nos gustaba ser marinos, pero con un destino civil. Los que ingresaban a la Escuela Naval hacían la opción en tercer año", explicó.
"El Liceo Naval me enseñó valores que no tienen color político, ni pertenecen a una determinada época, como la responsabilidad, la solidaridad, la puntualidad, cumplir con la palabra empeñada, manejarse con la verdad. Mentir era muy grave. Acusar a un compañero, también, lo cual no quiere decir encubrir. Son cosas que uno lleva toda la vida", describió el periodista.
La fidelidad a esas enseñanzas lo llevó a protagonizar una anécdota en la Casa Rosada, en pleno Proceso militar, antes del Mundial 78, cuando Ibáñez recién volvía a la Argentina, como representante en América Latina de Radio Nederland, la cadena radiofónica holandesa, luego de trabajar seis años en Europa.
"Nos convocaron a varios liceístas para que diéramos nuestra opinión como civiles sobre la etapa que vivía el país. Nos recibió un militar y la mayoría fue elogiando el orden y las virtudes del gobierno", contó. Cuando le tocó a él, conociendo la preocupación que había en Europa por los desaparecidos, se presentó con su nombre y apellido –Juan Francisco Ibáñez- y dijo:
-¿Qué pasa con las desapariciones? Mientras aquí, en la Argentina, siga llegando un auto, saquen a una persona por la fuerza, no se sepa más nada y no se diga dónde está, nosotros no podemos enfrentar al mundo civilizado, democrático y lógico, al que queremos pertenecer…
-Ibáñez, quédese tranquilo, que la historia nos va a juzgar, respondió el militar.
-Perdón, general, ahora le hablo como abogado. No tengo ninguna duda. La historia ha juzgado a todos los que han gobernado. Pero, ojo, juzgar no significa absolver.
"Me salió de adentro el mismo cadete al que los propios militares le habían enseñado que no se puede mentir, que hay que ser responsable y decir siempre la verdad", reflexionó.
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