Otra vez, un relato
El golpe más fuerte que Cristina Kirchner hubiera podido asestar al imperio británico habría consistido en aparecer con la oposición sentada a su lado, y no pasivamente en la platea, en respaldo de algún anuncio que el Gobierno y sus adversarios vinieran largamente trabajando juntos, para exhibir siquiera el principio de un acuerdo básico que alerte a los británicos sobre la inminente desaparición de su principal herramienta para permanecer en Malvinas: la desunión de los argentinos.
Aunque más no fuera para endosar como propias medidas tan poco temibles como el develamiento del archiconocido Informe Rattembach o la acusación a Gran Bretaña en Naciones Unidas de militarizar el conflicto, el hecho de exhibirlas como una incipiente política de estado -una política de todos- habría introducido un elemento de importancia extraordinaria.
Infortunadamente, el kirchnerismo no practica la pluralidad y, también en este caso, se eligió citar a una módica representación opositora para mostrarla legitimando anuncios unilaterales de los cuales no se les había adelantado ni una palabra. De nuevo el "Relato" por sobre la "Historia".
El Informe Rattembach trascendió por la revista Siete Días incluso antes de que regresáramos a la democracia, por otros medios después y existe otra edición desde hace años, con prólogo de Osvaldo Bayer ( confr. el notable 1982, de Juan B. Yofre, 2011). Fue, además, parte de las pruebas en juicios a varios jefes militares durante los años noventa. El levantamiento de su condición jurídica reservada supone un avance pero, a esta altura, no revela nada que no se conociera. Habrá que esperar 30 días a ver si la flamante comisión ad hoc aconseja, eso sí importante, desclasificar también la hasta ahora inédita colección de anexos al Informe.
La acusación de militarizar el conflicto será negada por Gran Bretaña y, lo más probable, Naciones Unidas terminará con lo mismo que suele hacer en estos casos, esto es, una declaración poco más que retórica. Si el objetivo ambicionado es el de obligar a Londres al vergonzoso recurso de utilizar su poder de veto en el Consejo de Seguridad, todo parece indicar que se trata de una expectativa de apreciación diplomática amateur.
La Argentina podrá resolver este conflicto el día en que se fortalezca hacia fuera, hacia el mundo y, al mismo tiempo, exhiba 20, 30 años de una política de Estado sobre Malvinas. Cuando recuperemos la posición internacional que ejercíamos para el primer Centenario, tan semejante a la del Brasil actual, ni Gran Bretaña ni nadie podrá seguir ignorándonos.
Pero para ello hará falta que, además, el mundo nos vea persistir internamente en una misma posición aunque vayan cambiando los presidentes.
Cualquier otra cosa continuará siendo el montaje de tinglados para distraer a la gente de reclamar a nuestra entera clase política la deuda exterior más dolorosa que tienen con la nación y su destino: un comportamiento propio de estadistas, no de meros gobernantes de algún turno ocasional.
El autor fue vicecanciller durante el gobierno de Carlos Menem
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