¿Otra desilusión monetaria?
El clic fue abrupto. Se trata realmente de un shock. Pero no debería haber sorprendido. El ahorro en dólares de la sociedad argentina ha venido ocurriendo en forma intensa en los últimos 52 meses, con excusas de todo tipo. Históricas, filosóficas, baratura del dólar, abundancia de pesos, falta de otras alternativas de ahorro, etcétera. La curiosidad es que la dolarización adquirió más fuerza aun después del 50% de votos del 14 de agosto y del 54% del 23 de octubre, a favor del Gobierno.
Así, en cuatro años los argentinos terminaron atesorando casi US$ 75.000 millones, lo que es todo un récord, a razón de 19.000 millones por año, lo mismo que se fue, bajo otras circunstancias económicas y políticas, en la debacle de 2001, o lo mismo que se va por año en Venezuela.
El programa que no sólo se la "bancó", sino que además hace ganar elecciones sobre la base del consumo a toda máquina tiene nombre y apellido: el fabuloso ingreso de casi US$ 100.000 millones de "agrodólares", producto de los elevados precios internacionales y del avance tecnológico del campo, que prácticamente fue el determinante del resultado cambiario positivo de todos estos años.
Por otra parte, esto muestra que el problema no es de escasez de oferta de dólares, sino más bien de demanda. De todos modos, el clic se veía venir y finalmente llegó, porque con una dolarización de ahorros de US$ 3500 millones por mes, como la de los últimos tres meses, no hay "agrodólares" que aguanten.
Hay varias maneras de ver este fenómeno, que le pega al corazón de lo que ha sido el "modelo" económico. La primera, y obvia, es que lo que sale supera a lo que entra, pero además en el esquema implementado desde antes del conflicto con el Banco Central hace dos veranos, se dificultaría el pago de la deuda en dólares que se hace con reservas, ya que le mete presión adicional. Basta mirar que éstas cayeron US$ 8000 millones en apenas tres meses.
Finalmente, en esta lista parcial de impactos se traba la expansión monetaria y crediticia que nutre a la economía, de ahí que la tasa de interés saltó al 20% anual y aun así se desaceleraron los depósitos.
Estos factores además blanquearon otra anormalidad: mientras que en la Argentina el BCRA pierde reservas y la tasa de interés sube, en Brasil, Chile y Uruguay las monedas se vuelven a apreciar, las reservas suben y las tasas bajan. La Argentina es uno de los pocos países del mundo (junto con Egipto, Vietnam y Venezuela) que no pudo subir sus reservas desde 2008.
El Gobierno no toleró el drenaje de reservas ni la contracción monetaria. El instrumental utilizado hasta ahora no es seductor o regenerador de confianza. Por lo tanto, una suerte de control de cambios, no muy claro operativamente hasta la fecha y supuestamente haciendo camino al andar, ha sido la respuesta, al menos de corto plazo para intentar dejar de perder divisas. El acceso a los dólares se torna así por lo menos limitado y con cierta discreción como fue alguna vez en el pasado.
El puntapié inicial para encaminarse informal y confusamente a un mercado cambiario bajo control ha quedado abierto. Se abre así una caja de Pandora que evolucionará acorde con los resultados.
Para no entrar en aseveraciones tremendistas, el éxito o fracaso posterior a la implementación de este "ROE cambiario" podría medirse a partir de contestar ciertas preguntas: ¿volverá a comprar dólares "comerciales" el BCRA después del 31 de octubre? ¿Cuánto? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cómo se reorganizará el mercado cambiario en el resto de sus componentes? ¿Con cuántos tipos de cambio y en qué valores? ¿Y los depósitos? ¿Y el crédito y la tasa de interés? ¿Y el impacto en el PBI? ¿Y en la inflación? ¿Cómo será la vida ahora?
Pero hay también otras cuestiones para pensar a partir de esta decisión. El gran planteo que, como sociedad, excede el evento cortoplacista es, otra vez después de diez años, definir cuál es el régimen monetario adecuado para la Argentina. Desde ya que esta pregunta, por lo menos desde quien la formula, excede totalmente cualquier postura ideológica.
Sin moneda
En los 80, la hiperinflación sepultó el peso y nos quedamos prácticamente sin moneda. En los 90, la convertibilidad, más allá del 1 a 1 y su inicial ataque antihiperinflacionario, intentó sentar las coordenadas para un régimen bimonetario entre el peso y el dólar. Con respecto al mercado de crédito y de capitales primero brotó y fue exitosa, pero terminó fracasando por hache o por be, que no es motivo de esta nota.
La bimonetariedad terminó mal porque el régimen resultó poco flexible para adecuarse a un contexto internacional desfavorable y porque la recesión y la deflación les restaron a la gente y a las empresas capacidad de pago para devolver los créditos tomados, y el sistema bancario entró en crisis.
Tras la convertibilidad, la realidad, a lo que se le sumó la moda y la intelectualidad internacional y local reimpusieron las bondades de la pesificación. Sin embargo, a medir por el tamaño del mercado financiero argentino fue apenas una ilusión, que los actuales acontecimientos sirven para blanquear. Porque para que el peso sirviera como moneda transaccional y además de ahorro era necesario hacer muy buena letra monetaria, fiscal y cambiaria, y también contar con una organización económica confiable con instituciones previsibles.
Esto no sucedió en estos años. Más allá de la repercusión de los factores institucionales, como la estatización de los fondos de pensión o la utilización del Banco Central para el financiamiento público, es claro que el no contar con estabilidad de precios, o el no haber respetado una unidad de ajuste a la chilena contra la inflación ha sido atentatorio contra la recuperación del peso como moneda de ahorro en la Argentina.
El mercado de capitales es claramente un sistema pequeño y eminentemente transaccional, que va a achicarse más todavía. No hubo ni habrá a partir del "mazazo" del 31 de octubre canales fluidos ni instrumentos para canalizar el ahorro en pesos. Aunque supuestamente "salga bien" (donde no termino de entender bien qué es lo que eso significaría), está claro que ha empezado otro partido en la Argentina.