Opositores obligados a recalcular
La condena a Cristina Kirchner y su posterior renunciamiento obliga a Juntos por el Cambio a replantear el escenario político, económico y electoral
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El escenario ya no es el mismo y la revisión de estrategias y análisis de posibles efectos empezaron en la principal fuerza opositora. Aunque la mayoría de los dirigentes de Juntos por el Cambio digan en público que la condena a Cristina Kirchner y su posterior renunciamiento a cualquier candidatura en 2023 no modifica sus planes. Es tiempo de recalcular.
La incipiente revisión se da en al menos tres dimensiones: política, económica y electoral. Y en tres planos temporales: cortísimo, corto y mediano plazo.
En primer lugar, mientras algunos dudan y otros dan por cierta la promesa de la vicepresidenta de no volver a ser candidata, como a todos les está negado develar hoy esa incógnita, se ven obligados a hacer especulaciones.
Los arquitectos electorales procuran diseñar, sobre un ambiente aún más gaseoso que el que había hace una semana, el panorama más preciso en el que los precandidatos de Juntos por el Cambio deberán moverse al menos hasta la segunda mitad de mayo, cuando se terminarían de definir las postulaciones.
Allí aparece una consideración inmediata: cómo se llegará a fin de año, una vez terminado el Mundial, que, gracias al más genial Messi que nunca y a la bravura y capacidad de todo el equipo, mantiene a la sociedad en estado de atención constante y de gracia intermitente. La condena y la consecuente contraofensiva cristinista no tendrían efecto neutro.
“Esto le agrega tensión social y política y ahonda la fragilidad de la economía”, admite un economista cercano a Horacio Rodríguez Larreta, que, al mismo tiempo, descarta que pueda precipitarse una situación de colapso. Similares planteos se escuchan en torno de Patricia Bullrich, su rival en la interna amarilla, y en los campamentos radicales. Pero hay alerta.
Las acciones en defensa de Cristina Kirchner y su contraataque, ya planteado a todo o nada contra un sinfín de adversarios a los que siempre transforma en enemigos, apenas acaban de empezar.
El acto reivindicatorio impulsado por todo el oficialismo sin distinciones –que debía realizarse hoy y por el contagio del Covid que sufrió la vicepresidenta se postergó una semana– servirá de señal de largada: será un testeo a cielo abierto y pondrá en la calle la disputa que la jefa de la porción mayoritaria del oficialismo lanzó desde las pantallas y pergeña en soledad y en algunas reuniones reservadas.
Desde el universo cristinista confirman esa tensión creciente que entienden que podría retroalimentarse. No solo es parte del análisis sino una admisión de lo que están buscando y que ya Cristina Kirchner expresó desde el primer día. Todo aquel que subraye los puntos flacos de su autodefensa, contradiga su relato y muestre sus inconsistencias es un enemigo a ser expuesto públicamente.
En tal escenario, pronostican (y desean) que “los cambiemitas se volverán todos halcones”. Mucho más después de los serios tropiezos que tuvieron los responsables de temas de seguridad de Larreta y Bullrich, Gerardo Milman y Marcelo D’Alessandro”, advierte un consejero del cristinismo. La mención a ambos no es fortuita. Las revelaciones de relaciones y acciones cuestionables o impropias de Milman y D’Alessandro mediante espionaje ilegal, hackeo y operaciones políticas esbozan el marco en el que se da y se dará la disputa, así como dejan expuestos puntos demasiado blandos de la oposición que el oficialismo encuentra para machacar y que están obligando a revisar tácticas y estrategias.
Por lo pronto, Bullrich ya separó de la jefatura de campaña a quien fue su segundo en el Ministerio de Seguridad durante la presidencia de Mauricio Macri, aunque ella adjudica la decisión solo a cuestiones de índole personal y familiar que estaría padeciendo Milman. La recentralidad cristinista, en tanto, no es algo que en primera instancia moleste en este espacio. Más bien todo lo contrario. Ellos son los halcones originales.
Otra es la situación en el espacio larretista. El ministro de Seguridad y Justicia porteño fue ratificado y defendido por su jefe y todo el staff y los aliados del alcalde porteño, que dicen confiar en su versión de que los chats filtrados en los que aparece fueron adulterados.
Sin embargo, su expediente no está cerrado: nadie niega que el viaje compartido por D’Alessandro con magistrados federales y el jefe de los fiscales porteños, Juan Bautista Mahiques, y que habría solventado el Grupo Clarín, ocurrió. Tampoco que transparentó vínculos de una cercanía polémica y que podría ser susceptible de una acusación por el delito de dádivas. Quedó expuesto por lo revelado y porque, además, ocurrió en un momento demasiado inoportuno.
Por un lado, le permitió al oficialismo usarlo como una muestra de connivencia entre el poder político, económico y judicial justo antes de la condena contra Cristina Kirchner, y porque, además, se publicitó cuando faltaban apenas 72 horas para el primer viaje como presidenciable que Rodríguez Larreta haría a los Estados Unidos, con una nutrida agenda que trabajosamente armó durante meses su virtual canciller, Fernando Straface. Incomodidades por resolver para los que se ofrecen como lo nuevo, pero tienen pasado.
De todas maneras, fiel a su autopercepción como maratonista, Rodríguez Larreta dice que no modificará el ritmo de carrera, aunque ya está entrando en la última mitad y por eso revisa acciones, busca fortalecer a su equipo con diferentes incorporaciones y la designación de un jefe de campaña, ya que hoy solo tiene un coordinador, e intenta mostrarse en el exterior como un presidenciable confiable y previsible.
Al mismo tiempo, en el entorno del jefe de gobierno porteño admiten que “el nuevo escenario obliga a redoblar esfuerzos para demostrar que Juntos por el Cambio se va a mantener unido”. Esa es una de las preocupaciones más recurrentes que le manifestaron sus interlocutores norteamericanos durante la visita a Washington que concluyó ayer.
Riesgos de fractura
A pesar de los esfuerzos que hacen la mayoría de los dirigentes cambiemitas por descartar cualquier fractura o fuga (tanto por derecha como por el centro), no faltan quienes temen ante esa posibilidad.
No son pocos los que advierten que algunas disputas políticas y personales, diferentes perspectivas electorales y la dinámica de la campaña, más el efecto de lo que ocurra con el oficialismo, tengan una deriva de tinte secesionista o destinada a reconfigurar el sistema de alianzas y sociedades internas y externas. El factor Cristina, mucho más ahora que antes, y el factor Milei ejercen fuerzas contrapuestas que alteran la interna cambiemita.
El lugar que ocupará a partir del lunes próximo la vicepresidenta se espera que tenga un efecto espejo sobre Mauricio Macri, principalmente.
El destino los habrá repuesto a ambos en la escena pública la semana próxima. Ella, con su acto autorreivindicatorio; él, de regreso de Qatar después de su apacible mes mundialista para retomar el espacio de influencia dentro de Pro y, también, de Juntos por el Cambio.
Son muchos lo que ahora se preguntan qué lugar habrá para Macri en un proceso electoral si la vicepresidenta no llega a estar en ninguna boleta, como anunció. Es un interrogante de efectos inmediatos aunque de resolución mediata, que necesita respuesta urgente.
Tanto Larreta como Bullrich y los radicales Gerardo Morales y Facundo Manes miran ese escenario con muchas incógnitas. La semana en la que el expresidente estará en Buenos Aires antes de irse a Villa La Angostura promete durar más de siete días.
En ese ínterin, y a su regreso también de los Estados Unidos, Bullrich terminará de reorganizar su equipo de campaña y de definir su reposicionamiento. En lo inmediato, la recuperación de la centralidad cristinista favorece su perfil combativo, pero la promesa de que no se postulará y la posibilidad de que nuevamente el candidato de ese espacio resulte algún moderado, como aspira a serlo (aunque lo niegue) Sergio Massa, no resultarían tan favorables.
En tanto, Larreta espera para esta semana o, a más tardar, la próxima poder celebrar un triunfo propio en Tribunales con el fallo de la Corte que le devolvería parte de la coparticipación que Alberto Fernández le recortó por exigencia de Cristina Kirchner en beneficio de su protegido Axel Kicillof.
Si eso ocurriera, prepara una movida de impacto concreto en los bolsillos de muchos porteños: concretaría la promesa de volver atrás con los impuestos cobrados para paliar el agujero fiscal que le provocó el Presidente hace ya dos años. Un dulce caramelito electoral.
En los próximos días espera concretar otra foto con los referentes de todo el país que lo apoyan para cerrar el año con una demostración de fuerza y antes de emprender, ya en 2023, un tour de force electoral y veraniego por varias provincias. Decididamente en campaña. El candidato presidencial despide al intendente.
También es una duda inquietante, si el renunciamiento de Cristina Kirchner se hace efectivo, qué pasará con el interés asociativo de muchos cambiemitas, que tienen más diferencias que ideas en común, dado el carácter aglutinante que ha tenido el anticristinismo desde los orígenes de la coalición opositora.
Más aún, muchos se preguntan si, ausente su nombre de las listas, bajará o se mantendrá el piso electoral del oficialismo. Según cuál sea la respuesta pueden cambiar las condiciones internas.
Los que consideran que puede disminuir ese piso electoral prevén que eso podrá alentar la tentación de abrir un frente diferenciado. Facundo Manes nunca abandonó esa idea, aunque en los últimos meses la había acallado ante la dificultad para que su postulación levante vuelo. El nuevo panorama podría alentar a sacar del freezer ese viejo anhelo. Un sector del peronismo no kirchnerista empuja a abrir la puerta del congelador.
Todos están recalculando. No será un fin de año tranquilo.
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