Oportunidad para el diálogo y la moderación
Las elecciones arrojaron un resultado que abre la perspectiva de un mayor equilibrio de poder que el que se suponía tras las PASO. El peronismo regresa al poder tras cuatro años, pero lo hace a través de una coalición interna inestable y con un liderazgo bifronte frente a un contexto económico que se presenta sumamente desafiante.
Desde el 10 de diciembre, Cambiemos contará con 118 diputados y 28 senadores -un número de bancas superior a las que contó desde que asumió el Gobierno-, gobernará cuatro provincias, tendrá la mayoría en el Senado bonaerense y alrededor de 60 intendencias en ese distrito. Pero lo más significativo es que contará con el activo de haber sido votado por el 40% en medio de una severa crisis económica. Una oposición fuerte resulta ser una mejora institucional significativa, ya que no solo limita y controla las decisiones y políticas que el próximo gobierno busque implementar, sino que genera la expectativa de alternancia posible, fundamental para el equilibrio de poder. De esta forma, amplios sectores de la sociedad podrán entonar después del 10 de diciembre "Vamos a volver".
El resultado electoral resultó ser una réplica de la configuración histórica del electorado argentino, con el regreso de una fuerte impronta bipartidista, con una mayoría peronista, asentada en las zonas más pobres (el conurbano y las provincias del NEA y el NOA), y un no peronismo afincado en las zonas más ricas, la pampa húmeda, los grandes centros urbanos y la ciudad de Buenos Aires. Quedó también en evidencia una sociedad partida en dos, con minorías significativas a ambos lados con visiones y valores antagónicos en referencia a modelo de país, economía, Estado y sociedad.
El Frente de Todos no tendrá garantizadas mayorías en el Congreso. Así, Alberto Fernández tendrá el desafío de mantener la cohesión interna de la nueva coalición gobernante y tejer alianzas con otros sectores del peronismo para alcanzar mayorías simples y quorum propio. En este contexto, toman una relevancia significativa los gobernadores y los diputados que ellos controlan. Serán de especial importancia las provincias que han mostrado un grado de autonomía significativa, como Santiago del Estero, Misiones, Córdoba, Neuquén o Río Negro.
Las consecuencias de esta nueva configuración política y social deberían potenciar la búsqueda de consensos dentro del peronismo y la negociación entre el futuro gobierno y la oposición. En un sistema presidencialista como el de la Argentina, eso no significa, sin embargo, un desplazamiento del eje del poder, del Legislativo al Ejecutivo, pero obligará al nuevo presidente a negociar, en principio, algunas de las principales decisiones de su gestión, principalmente en política económica y exterior, y la relación con las provincias.
A partir de esta configuración general, se abren significativos interrogantes. No se sabe aún cómo resolverá el peronismo que llega al gobierno las ostensibles diferencias entre sus miembros, apenas disimuladas en la campaña y palpables en los discursos de celebración del domingo. Tampoco se sabe cuál será la actitud que adoptará la nueva administración ante la severa crisis económica, que deja muy poco margen para cursos de acción populista.
Estos interrogantes se empezarán a develar con el correr de los días. Para descifrarlos habrá que hacer una previsión: atender a lo que los funcionarios del nuevo gobierno hagan, no a lo que digan. Habrá mucha retórica reivindicativa, algo característico del peronismo, pero convendrá no confundirse con ella, apuntando el pragmatismo con que se tomen las decisiones y la definición de cuáles serán los dirigentes que ocupen los lugares centrales de la administración.
Pareciera que estamos frente a un cuadro de situación de equilibrios múltiples. Dos condiciones podrían inclinar al nuevo gobierno a la moderación. La primera es la extrema debilidad de la economía argentina y su notoria dependencia de las fuentes de financiamiento externo. Esta situación prácticamente no deja más alternativas que negociar y mantener el rigor macroeconómico. La segunda condición es el relativo equilibrio entre el oficialismo y la oposición, que impedirá tomar ciertas decisiones estratégicas sin consulta y negociación. Sin embargo, estas mismas condiciones, sumadas a un cristinismo que se muestre activo e inflexible, podrían llevar la situación a un equilibrio negativo en que Alberto Fernández se vea encerrado y termine inmerso en un accionar más autoritario y populista.
Tras los resultados de ayer existen buenos incentivos para que la coalición Cambiemos se mantenga unida. Pero para eso deberá resolver sus propias disputas internas. Con el 40% de los votos, Mauricio Macri se aseguró la continuidad de su carrera política, pero tiene aún por delante semanas muy difíciles, y deberá negociar o competir por el futuro liderazgo con otros dirigentes de Pro y de la UCR. El futuro de Elisa Carrió y sus tensas relaciones con otros miembros de la coalición son una incógnita. Que la resolución del nuevo armado del liderazgo de Cambiemos no termine en un quiebre será de fundamental importancia para preservar los equilibrios políticos de los que depende el futuro inmediato de la Argentina.
Director de Poliarquía
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