Números en rojo y una promesa: la trastienda del aval de Horacio Rodríguez Larreta a las medidas de Alberto Fernández
El crecimiento de casos sorprendió al jefe de gobierno, que entendió que no había margen para “desacoplarse”; el gobierno nacional promete vacunas; la estrategia para contener a Bullrich
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El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y sus colaboradores más estrechos se fueron convenciendo con el correr de la semana de que ya no habría margen para negarse a endurecer las restricciones en la Ciudad. “Estamos en un momento muy complicado. No podemos sostener por sostener, si los datos no acompañan. Hay que darle ya un martillazo a la curva de contagios”, dicen en el entorno del alcalde.
Las primeras señales de alarma se encendieron el lunes en la sede de la administración porteña, en Parque Patricios. La cifra de 1851 infectados de coronavirus registrados el domingo en la Capital había profundizado el pesimismo. Con el transcurrir de las horas de ese día, Larreta y sus ministros asumieron que se avecinaba el peor momento de la pandemia. “La meseta quedó alta. Estamos en el doble de casos que imaginábamos”, decían en la cúpula de la Ciudad. De hecho, el virus golpeó de cerca ese día al elenco de funcionarios porteños: el secretario general y de relaciones internacionales, Fernando Straface, contrajo la enfermedad y debió aislarse en su casa.
El domingo, el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, había hablado con su par nacional, Santiago Cafiero. Después de varias semanas de tensión a raíz del conflicto por la presencialidad escolar, ambos compartieron la preocupación por el panorama epidemiológico. “Estamos muy complicados”, transmitían en la Ciudad a las segundas y terceras líneas. El sistema de salud seguía bajo presión –la ocupación de camas llegó al 80% en el sector público y en el privado-, pero aún “lejos del colapso”.
Frente a un panorama cada vez más complejo, y ante la promesa que llegó de la Casa Rosada de que entregaría a la Ciudad unas 350.000 dosis de vacunas, Larreta; su vicejefe, Diego Santilli; el ministro de Salud, Fernán Quirós, y Miguel entendieron que era el momento de endurecer las medidas para evitar tensionar aún más a un sistema sanitario con signos de fatiga. Comenzaron a evaluar entonces la posibilidad de plegarse a las medidas de la Nación e, incluso, de suspender las clases presenciales, que fueron la bandera política que levantó Larreta desde fines del año pasado.
Con ese espíritu de coordinación desembarcaron Miguel y Quirós el martes en Balcarce 50. “Esto no da para más”, lanzó Cafiero ante los enviados de Larreta. En paralelo, el presidente Alberto Fernández se ufanaba en una entrevista radial de que, finalmente, él tenía razón en su decisión de cerrar los colegios. “¿De qué giro de postura hablan? Siempre dijimos que si los casos subían, podíamos reforzar las medidas. Nosotros tomamos las decisiones basados en evidencias”, replicaban, con fastidio, en un despacho de Uspallata.
El miércoles, Larreta y sus asesores tejieron el primer bosquejo de las nuevas restricciones. “Se adelantó la ‘tercera o cuarta’ ola”, anticipó un funcionario. Desde ese momento, se propusieron reducir la circulación y los encuentros sociales, el principal foco de contagios para las autoridades sanitarias porteñas. Con ese objetivo, pensaron en un cierre total durante los fines de semana, una medida antipática pero que buscaba amortiguar el impacto en la economía. Después de evaluar durante horas una eventual suspensión de la presencialidad escolar en el nivel inicial y primario, decidieron que la educación continuaría sin cambios y que apostarían por un gesto “simbólico”, como fortalecer el sistema “bimodal” en el secundario.
Pero ayer los números volvieron a sacudir a Larreta y sus ministros. Y la “incertidumbre” corrió por los pasillos de Uspallata. “Hay que dar un golpe de conciencia y explicarle a la gente que se tiene que cuidar. No nos podemos relajar ahora, estamos al límite”, diagnosticó un funcionario porteño.
Larreta, en modo zen
Larreta, cuentan en su entorno, se mantuvo en su habitual modo zen y estuvo “muy atento” a las cifras de contagios. Ayer, tras participar de la reunión con el Presidente, en la que Fernández recibió un fuerte respaldo para avanzar con un confinamiento total por nueve días, el alcalde convocó a una reunión a sus principales colaboradores. Minutos después, ya tenía en sus manos las primeras líneas de lo que sería su anuncio. “El Presidente les pidió por favor que lo acompañen”, cuenta una fuente oficial.
El jefe de gobierno había salido del encuentro virtual con Fernández con la certeza de que no era una etapa para mostrarse desacoplado con la Nación y la provincia. Desde que la Corte Suprema avaló la postura de la Ciudad, Larreta, con las encuestas en la mano, apostó a bajar el nivel de confrontación.
En esa cumbre había que definir cómo acompañaría las medidas restrictivas del Presidente en la Ciudad y qué haría con las clases presenciales. Esa bandera es su “prioridad”, pero ahora no había margen para redoblar la apuesta. Los números no acompañaban la jugada. “Es el peor momento. Es un dato objetivo”, repetían en la Ciudad.
Sin clases virtuales
En la reunión de anoche, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, planteó las dificultades operativas de retomar el esquema de virtualidad por tres días -el gobierno nacional dio marcha atrás con la eliminación del feriado puente del 24 de mayo- y dijo que podrían correr el calendario escolar y recuperar esas jornadas en diciembre de manera presencial. “Venimos de cinco semanas de presencialidad. Siempre es mejor recuperar todo lo que se pueda de manera presencial. Y, en este caso, el calendario todavía nos da margen para eso”, apuntaron desde la Ciudad. La decisión generó un acalorado debate interno. Si mantenían la presencialidad, muchos padres iban a movilizarse con la excusa de llevar a sus hijos al colegio durante el confinamiento. “Además, si aceptábamos la virtualidad, era dar marcha atrás. De esta forma compensamos”, reconoció una fuente porteña.
Así, Larreta optó por suspender las clases el miércoles, jueves y viernes de la próxima semana, una medida que generó el rechazo del ministro de Educación, Nicolás Trotta, y del gremio UTE-CTERA.
Otro de las razones que empujaron a la Ciudad a avalar la estrategia del gobierno nacional es que esperan avanzar durante los próximos 15 días con el plan de vacunación. Si la Nación envía las 350.000 dosis que prometió para el distrito, Larreta prevé aplicar entre 30.000 y 40.000 vacunas por día. Así, esperan llegar a mediados de junio con el 40% de la población de la ciudad vacunada. Con esa cifra, prevén, empezarían a “aflojar” los casos. A su vez, monitorean la tensión en el sistema sanitario. “Nos quedan 270 camas”, avisan.
Tras el anuncio de Fernández, el jefe de gobierno se apresuró a pulir los detalles de su discurso y convocó a una conferencia de prensa en Parque Patricios. ¿Buscó solaparse con la cadena nacional del Presidente para minimizar el costo político? Durante su discurso, avaló las medidas del Presidente -marcó sus matices con comercios no esenciales y clases- pero buscó dar una señal de unidad: “Esto va a pasar. Y lo vamos a lograr si trabajamos juntos, la Ciudad, el gobierno nacional”, sostuvo.
El frente interno
Para evitar ser víctima del fuego amigo, con el objetivo de aquietar las aguas internas, Larreta se encargó durante la semana de mantener informada a Patricia Bullrich, presidenta de Pro, sobre las eventuales medidas de la situación para enfrentar el avance del virus. Los interlocutores del alcalde le comentaron diariamente a la exministra cómo evolucionaba la situación sanitaria. Es más, Acuña se comunicó anoche con Bullrich para explicarle por qué habían optado por suspender las clases durante la vigencia del nuevo decreto de Fernández. Anoche, en el canal A24, la titular de Pro defendió la decisión y dirigió sus dardos hacia la Casa Rosada. “Es un tema técnico, no hay una cuestión política. Es enorme la baja de la capacidad de aprendizaje con la virtualidad”, argumentó.
En la Ciudad causaron malestar las chicanas que le dedicó Fernández a Larreta durante la cadena nacional de anoche: “Le hace peor a él que a nosotros. Lo ponen a retar a todo el mundo”, replicaron cerca del alcalde.
También apuntaron contra Trotta por su crítica a la suspensión de las clases en todas las modalidades en territorio porteño: “Es incomprensible un ministro que defienda que se cierren las escuelas”, plantean.
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