Nuevos indicios en el atentado contra la AMIA
A comienzos de este mes, el lunes 2, un jurado de Brooklyn comunicó al ciudadano de Guyana Abdul Kadir que se lo había encontrado responsable, junto con su compatriota Russell Defreitas, de planear un atentado contra el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York. Ambos integraban una célula fundamentalista. Para el público argentino, esta noticia no debería ser más significativa que cualquier otra sobre el terrorismo islámico.
Sin embargo, para el Gobierno y para los tribunales de Buenos Aires, la figura de Abdul Kadir adquirió un relieve singular un poco antes, a partir del 21 de julio pasado, cuando el periodista A. G. Sulzberger publicó en The New York Times una crónica sobre el juicio de Brooklyn. El artículo contenía un dato casi anodino: "Los fiscales advirtieron que [Kadir] se había comunicado en varias ocasiones con Mohsen Rabbani, un diplomático iraní que fue acusado de dirigir un ataque terrorista mortífero contra un centro judío en la Argentina".
Cuando nadie lo esperaba, el plan de hacer volar los depósitos de combustible y el oleoducto del aeropuerto Kennedy quedó emparentado con el atentado contra la AMIA. Para la justicia argentina, el interlocutor de Kadir, Rabbani, es el cerebro de la voladura de la mutual de la calle Pasteur, razón por la cual encabeza la lista de iraníes cuya captura se pidió a Interpol. Esta diligencia no impidió que un icono de la militancia kirchnerista, el líder piquetero Luis D’Elía, visitara a Rabbani en una de sus peregrinaciones a Teherán.
Las relaciones
La acusación contra el régimen iraní fue, durante estos años, la única medianera que los Kirchner compartieron con el gobierno de los Estados Unidos. Es decir, el único compromiso bilateral que sobrevivió a los malos tratos dedicados a George W. Bush en la Cumbre de las Américas de noviembre del año 2005 y al escándalo que provocaron en los tribunales de Miami, en diciembre del año 2007, las investigaciones sobre Alejandro Guido Antonini Wilson y su valija.
Sin embargo, esta convergencia era indirecta. La Argentina aportaba una imputación gravísima –que el atentado contra la AMIA había sido planeado y decidido por el gobierno de Irán– contra un país con el que los Estados Unidos mantienen un conflicto estratégico. A partir de las informaciones que aparecieron en el juicio por el complot del aeropuerto Kennedy, ese vínculo es mucho más directo, ya que los dos países aparecen como víctimas del que, en principio, parece ser un mismo entramado terrorista.
La nueva afinidad llega en un momento especial. Los Estados Unidos están ejerciendo la máxima presión en contra del régimen de Mahmoud Ahmadinejad por su programa de enriquecimiento de uranio. Y el principal país de América latina, Brasil, desiste de acompañar esa política, para aventurarse, junto con Turquía, en una mediación de muy escasos resultados.
En este contexto internacional, la agenda antiterrorista está animando la relación entre Washington y Buenos Aires. El nexo entre Kadir y Rabbani ocupó parte de la conversación de Héctor Timerman con Hillary Clinton, en su entrevista de la semana pasada.
El canciller Timerman fue uno de los primeros en advertir lo que se había destapado en el juicio por el atentado contra el aeropuerto de Nueva York. En la Cancillería aseguran que se enteró gracias a que tiene activado un servicio de alerta de noticias del sitio web The New York Times (como se ve, la obsesión del ministro por el ciberespacio puede prestar al país servicios más valiosos que los conocidos hasta ahora).
Timerman está ahora en contacto con el fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, quien solicitó información sobre Kadir en los tribunales de los Estados Unidos.
Los datos que ya llegaron a la fiscalía serían reveladores. Kadir, que fue parlamentario y alcalde de un pueblo en Guyana, se dedicó durante años a preparar informes de inteligencia para funcionarios iraníes.
En esos trabajos relevaba problemas políticos y económicos, y, en especial, anotaba las debilidades de las fuerzas armadas de su país. Estos detalles se conocieron cuando se allanó el domicilio de Kadir en Guyana. Entre el material que se secuestró había registros de sus contactos con Rabbani.
Rabbani hoy vive en Irán, se presume que en un santuario llamado Qoom, bajo protección del gobierno de Mahmoud Ahmadinejad. Entre 1983 y 1997 vivió en la Argentina, desempeñándose como líder religioso de la mezquita At-Tauhid, del barrio de Flores.
Participación activa
Las investigaciones sobre el ataque a la AMIA revelaron que el 14 de agosto de 1993 Rabbani participó en la ciudad de Macshad, en el nordeste iraní, de una reunión con altos funcionarios del régimen de Teherán, durante la cual se habría decidido el atentado del 18 de julio de 1994. Cuatro meses antes de esa masacre, Irán extendió la inmunidad diplomática a Rabbani al designarlo encargado de asuntos culturales de su embajada en Buenos Aires.
Cuando en 2007 se allanó la casa de Kadir, en Guyana, se incautaron varios textos dirigidos por fax a Rabbani. Algunos se le enviaron a Buenos Aires.
Los informes preliminares indican que Kadir realizó durante años un trabajo de hormiga encaminado a exportar la revolución islámica hacia Guyana y Venezuela. Una tarea similar a la que encaró Rabbani en Buenos Aires desde 1983, y a las que precedieron los asesinatos de disidentes iraníes en Suiza, Francia y Alemania.
La incógnita, ahora, es obvia: ¿hubo un mismo cerebro, el de Rabbani, detrás del atentado contra la AMIA y del atentado que se planeaba contra el aeropuerto Kennedy? Para avanzar en esta hipótesis haría falta, entre otras cosas, que el fiscal Nisman interrogara a Kadir en los Estados Unidos. Pero esa diligencia, muy probablemente, todavía no tiene fecha.
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