Rodrigo Zarazaga: "En la medida en que se sumen experiencias exitosas, va a mejorar la situación del Conurbano"
En su despacho, además de una considerable cantidad de libros, se destaca un cuadro. Es una pintura que muestra un paisaje de una villa del distrito de San Miguel, una especie de postal que sintetiza las necesidades que se multiplican en los barrios pobres del conurbano bonaerense. A pocos pasos de esa obra, se deja ver otra que multiplica el impacto. Para Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, doctor en Ciencias Políticas y director del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), la inversión pública en el Gran Buenos Aires, las "experiencias exitosas" concretas, son el camino para mejorar a futuro la situación social y política en el Conurbano.
Zarazaga recibe a LA NACION en su despacho -asombrosamente silencioso a pesar de estar enclavado en el ruido permanente de la zona de Callao y Corrientes- al regresar de una charla con un candidato opositor a la intendencia de un populoso distrito del sur del conurbano. Cuenta que habla con representantes de todos los colores políticos. Aborda varias de las problemáticas de este territorio que tiene dinámicas propias y múltiples variantes. El conurbano es un espacio "infinito", tal como reza el título de uno de sus libros sobre el tema. Zarazaga apuesta a los matices a la hora de referirse al conurbano, lejos de cualquier definición cerrada, de las sentencias inapelables. Interesado en el estudio de los punteros políticos, afirma que se trata de "una figura más ambigua de lo que se cree", que va más allá de la imagen del "compravotos" para el intendente de turno en las villas y barrios pobres de los municipios bonaerenses.
El sacerdote, que ha entrevistado a muchos de estos personajes del conurbano, remarca que la mayoría prefiere autodenominarse "referente social" y que en muchos casos tienen un rol de contención ante necesidades extremas, que debe ser tomado en cuenta. Cree que la práctica de la entrega de beneficios a cambio de apoyo político es una realidad, pero dista mucho de ser la única arista para evaluar el fenómeno en cuestión.
Durante esta conversación, Zarazaga reflexiona sobre los punteros, pero también aporta su mirada sobre temas conexos, como el peso electoral de los aparatos políticos en el Gran Buenos Aires y los desafíos de los intendentes a la hora de domar sus territorios con recursos económicos escasos. No falta tampoco el análisis sobre las problemáticas de infraestructura que pesan en el conurbano y la opinión acerca del papel que en las barriadas más pobres juegan la Iglesia Católica y los pastores evangélicos.
-En 2015 ganaron en el conurbano muchos nuevos intendentes y algunos desbancaron a históricos barones del conurbano. ¿Considera que estuvieron a la altura de las expectativas que generaron en cuanto a cambios de políticas y a avanzar hacia un mejor futuro?
-Son 17 nuevos intendentes sobre 33 municipios del conurbano. De los 17 nuevos, hay nueve de Pro y ocho peronistas. Dependen mucho de la macroeconomía y de cuánto les inviertan en obra pública. Un municipio del interior de la provincia de Buenos Aires, en promedio, recibe per cápita un poco más de tres veces lo que recibe uno del conurbano. Administran escasez. Juzgándolos contra las expectativas de 2015, va a dar que están en déficit, pero dependen mucho de la macroeconomía. Al intendente de Lanús, por tomar uno de Pro, o al intendente de Avellaneda, vecino y del kirchnerismo, el cierre de las pymes los mata. ¿Cómo hacen, con los recursos que tienen, para compensar eso? A veces hay una estigmatización del intendente como barón del conurbano. Hoy, solo siete de los 33 tienen más de cuatro períodos.
-¿Es posible hoy ganar una elección en el conurbano solo por el peso del aparato político? ¿Fue así alguna vez?
-Creo que estuvo siempre exagerado el poder del aparato. Hay un proceso de fragmentación, en general, en la sociedad. La sociedad se fragmenta y los aparatos, que en el fondo son también una institución, se hacen más débiles. También me parece que depende mucho de la elección. En 2011 dependía mucho más de que estuvieras colgado de la boleta, con la foto del candidato que iba a sacar el 54%. En una elección que está más ajustada, el aparato -y en los casos de muchos intendentes ha sido así, en diversas elecciones, como las de 2009, 2013 o 2015- puede significar para el intendente un corte del 10%, que sin ese aparato no conseguiría jamás. Cuando veas un corte de boleta en el conurbano arriba del 2% o 3%, es el aparato. Son referentes repartiendo la boleta cortada. Entonces, depende del año y el contexto. Si es en el contexto de un presidente que va a arrasar, entonces, es poco lo que el aparato tiene como margen. Si me decís si [Hermes] Binner hubiera sido presidente si hubiera tenido el aparato, te digo que no. Ahora, en una elección puede significar que un intendente se mantenga, a pesar de que su gobernador y su presidente pierdan. Y hay también una doble dependencia. En general, se cree que fácilmente el gobernador o el presidente te arrastran, pero los aparatos de los intendentes te cuidan el voto, que es fundamental.
-¿Cuál es su evaluación de la temática de los punteros políticos en el conurbano?
-El puntero es una figura más ambigua de lo que se cree. No es el puntero que se caracteriza como el tipo que compra el voto y permite la reproducción de aparatos hegemónicos, el típico barón del conurbano asentado en la compra de votos que realizan los punteros en las villas. Existen fenómenos clientelares que suponen la entrega de beneficios sociales a cambio de apoyo político; es un hecho. Y existe la arbitrariedad y la discrecionalidad. Tengo una lista de 80 punteros entrevistados en el último año. Creo que, entre esos 80, uno solo me dijo "soy puntero"; todos son "referentes sociales", porque saben que el estigma del puntero es asociarlo al compravotos. En esos 80, hay mujeres que llevan adelante merenderos y son una barrera de contención social. Diría que pasa lo mismo que ocurre en otros ambientes. Si generalizás, estás cometiendo una injusticia. La idea de que el puntero es un señor que compra votos y de que existe solo ese tipo de referente social es una exageración. La segunda exageración es creer que el puntero es un emergente de una cierta falta de virtud cívica. En rigor, es el emergente de un contexto de pobreza y de una necesidad de la gente de tener cierta contención. Ante la pobreza y las necesidades, la emergencia de liderazgos que brinden cierta contención. Y, a la vez, una necesidad del intendente que gobierna territorios, en general con muy pocos recursos, de contener socialmente y que no le estallen. Más que el emergente de una falta de virtud cívica de determinados partidos, o determinados intendentes, [los punteros] son emergentes de la pobreza.
-Y, en ese marco, ¿ve el rol de los movimientos sociales como mayormente virtuoso o contaminado por estas prácticas punteriles?
-No se puede poner todo en la misma bolsa. Ni son santos, ni son las mafias con las que se los quiere identificar, porque eso no es real en la política, eso no existe en la política. No existe a ningún nivel; no sé por qué debería existir a nivel de las villas. Es como que en todos los otros niveles están permitidos los matices, salvo cuando llegás a la villa, que todos tienen que ser malos o buenos. Unos te los estigmatizan y otros te los idealizan. Tiendo a reivindicar. Me parece que hay un fenómeno para tener en cuenta en el peronismo. El peronismo, en el fondo, es el emergente de una sociedad salarial. El obrero que iba a la fábrica y cobraba un sueldo formal tenía como representante político de hecho al sindicalista. En los noventa, se hace patente el quiebre de esa sociedad salarial y se hace más fuerte el modo de vinculación política y liderazgo político del referente territorial. Y, finalmente, con la contención a través de planes, surge la organización de los movimientos sociales. Y, en el fondo, se activan políticamente sectores a los que antes la activación política les llegaba por el sindicalismo. Encuentran el canal de su activación política. La base social del peronismo se fracturó: en el conurbano solo tiene empleo formal el 40%. Con el quiebre de la base social del peronismo, queda una activación por el sindicalismo, y el otro sector, que se activa políticamente por los movimientos sociales. Me parece que son la activación política de un sector que quedó fuera del sistema. Hay que reconocerles legitimidad, te gustarán más o menos, pero ¿qué otros hay que representen a ese sector? Tampoco creo en las soluciones que pasen por estigmatizar a ese sector ni a los que lo representan.
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En el análisis de las dinámicas electorales se mezcla una reflexión sobre los posicionamientos a nivel nacional. El lanzamiento de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner apuró movimientos en el tablero político y disparó interpretaciones. Zarazaga tiene la suya, en la que el componente social del voto adquiere peso argumentativo. "Creo que la jugada de Cristina puede leerse como una movida de ajedrez, en la que ella se conserva donde es más fuerte, que es en los sectores más vulnerables. En villas, el voto por Cristina está en torno del 75%. Y se abre con un candidato que puede captar a otros sectores, planteando un desafío más fuerte al Gobierno", afirma el sacerdote, que suele celebrar misa en la villa 31.
El conurbano bonaerense no es un territorio homogéneo. Las diferencias que existen entre los barrios son notorias y conviven sectores de buen poder adquisitivo con otros de bolsillos flacos. Sin embargo, el déficit estructural actual en cuanto a servicios básicos se impone más allá de las particularidades. Zarazaga señala que en el Gran Buenos Aires todavía es una deuda pendiente la cobertura con herramientas esenciales para la vida, como el agua potable y las cloacas. Esta deuda es un ítem sobre el que el sacerdote pone énfasis; lo considera el déficit central para esa porción de la provincia de Buenos Aires.
Presencia evangelista
Además de su mirada sobre los sectores que integran la estructura política de la provincia, Zarazaga también tiene una opinión sobre otra realidad que avanza en el conurbano, como es la presencia creciente de templos de culto evangélico, cuyos pastores incluso ya son parte del entramado de ayuda social que se organiza desde las esferas nacional y bonaerense del Estado.
Zarazaga no vive ese crecimiento de los pastores como una competencia con los sacerdotes y prefiere quedarse con el análisis positivo del rol de asistencia a los necesitados que llevan adelante los evangélicos.
-Pensando en el futuro, si tuviera que identificar la problemática más acuciante por solucionar en el conurbano, ¿apuntaría más por el lado de la situación económica o por la penetración del narcotráfico?
-Siempre fui un poco fierrero. Lo que siempre me salta a la vista es la falta de infraestructura, de agua potable, de cloacas, de viviendas. Ahora vengo de Santiago del Estero y eso se conecta. Hay unas 1250 villas y asentamientos en el conurbano. La gente que va ahí es en gran parte gente que viene del interior y de países limítrofes en busca de posibilidades y de servicios. Entonces, hay un problema por partida doble. Curiosamente, un problema del conurbano es la falta de servicios y de oportunidades en el interior del país. En el conurbano, siendo algo osado, agua, cloacas y vivienda serían los ejes. Exigen una inversión muy grande a la que hoy la provincia de Buenos Aires no pareciera tener acceso.
-¿Qué alternativas podría haber para resolver ese déficit? ¿Es viable hablar de una suerte de plan integral para el conurbano?
-En la medida en que sumen experiencias exitosas, eso te va a permitir mejorar. Ahora, al escalarlo a 1250 [por la cantidad de villas que existen en el conurbano actualmente], estamos lejos. Me da la impresión de que la academia tiene un límite. ¿Hay un modelo? Me parece que hay que construir experiencia haciéndola y, en la medida en que se dé con determinadas claves, muchas serán replicables y otras dependerán propiamente del lugar. Hay lugares que se inundan y es difícil relocalizar a la gente en el mismo lugar en que está, y otros en los que sí hay espacio y podés esponjar. Depende de las situaciones, pero en la medida en que se haga pie en experiencias exitosas, me parece muy positivo, por más que se arranque con un número pequeño, con poco. Porque, hasta ahora, no lo hemos hecho. Cualquier cosa que se haga suma, sea el IVC [Instituto de Vivienda de la Ciudad] o el Opisu [Organismo Provincial de Integración Social y Urbana] en la provincia o el socialismo en Santa Fe. Cualquier experiencia suma.
-¿Cómo analiza la presencia de la Iglesia en los barrios pobres del conurbano? Se observa un avance fuerte de iglesias evangélicas, incluso convocadas por la política para participar en la ayuda social
-La presencia de curas en villas es un problema de oferta y demanda: cada vez tenemos menos vocaciones y cada vez hay más villas. Las dos diagonales se cruzan. Y es cierto que, al tener mucha menos institucionalidad, es más fácil la emergencia en esos contextos de informalidad del pastor, que tiene una carga institucional mucho más débil y unos requisitos de formación distintos. Muchas veces hay gente que se te acerca y te hace una crítica de por qué la Iglesia no reacciona. Si contienen, transmiten esperanza y ayudan, me parece positivo. No lo leo como algo negativo.ß
* El sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga es doctor en Ciencias Políticas y director del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS)
Tres propuestas
- Casos de éxito. Zarazaga afirma que la clave para resolver el déficit de infraestructura es "construir experiencia" en la ayuda a lugares necesitados y replicando aquellos casos de éxito
- Punteros. El sacerdote rechaza que los referentes políticos sean estigmatizados como una fuente de clientelismo
- Barones del conurbano. Al igual que con los punteros, Zarazaga también rechaza la estigmatización de los intendentes como "barones del conurbano".
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