“No soportaría otro año así": 7 de cada 10 familias no quieren que la experiencia educativa remota se repita
Martín Garay es rotundo en su respuesta: "No soportaría otro año de clases virtuales",dice este padre de dos hijas en edad escolar, que van a tercero y sexto grado en el Washington School, un colegio privado en Belgrano. "Comprobé el daño y la tristeza que el aislamiento causó en ellas. El vínculo social y las clases presenciales en la escuela son irreemplazables, y es algo mucho más importante de lo que puedan haber aprendido o no a la distancia", refuerza Garay, que no imagina la posibilidad de que la experiencia educativa remota se repita el próximo ciclo lectivo.
No es el único. Siete de cada diez familias piensan como los Garay, según una encuesta sobre la educación en cuarentena realizada el mes pasado por la Universidad Abierta Interamericana (UAI), que entrevistó a 520 familias de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Cinco de cada diez dijeron que no les gustaría repetir la experiencia, y otro 20% aseguró que "no lo soportaría". Los adultos, además, confesaron que la tarea de acompañar a los chicos durante este año escolar fue agotadora. El 51,3% aseguró que se siente más estresado por esa tarea, y la mayoría tuvo una mirada negativa sobre el año virtual: el 35% lo calificó como regular, y dos de cada diez adultos sienten que fue "un año perdido". El 25,2% se manifestó "conforme", y apenas el 18,3% dijo estar "muy satisfecho".
Faltan menos de treinta días para que terminen las clases, y lo que les está ocurriendo a los chicos se denomina "aplastamiento del deseo", de acuerdo con el análisis que hace la psicóloga Ileana Berman, especialista en crianza y familia. "Esto tiene que ver con el tiempo que se sostuvo la virtualidad para ellos, que finalmente fue demasiado. Si bien al principio se vivió como una novedad y uno podía ver algún interés mayor, se fue perdiendo con el tiempo. Los chicos necesitan estar vinculados con el conocimiento a través del deseo, de las ganas, del interés, de la pasión; y esto se logra siempre combinando lo académico con lo social en la infancia. Lo que sucede en la interacción real con el otro, la mirada de la maestra sosteniendo amorosamente a ese niño que le cuesta más, el mandala que se pinta mientras sucede una conversación que enlaza los colores con las emociones. Todo eso que sucede en el aquí y ahora real y no en la virtualidad; elementos necesarios para sostener el deseo de aprender", dice Berman.
Es por esto que, para Berman, las familias tienen una necesidad imperiosa de que los chicos vuelvan a la escuela. "Va más allá del aprendizaje en sí; los padres sienten que los chicos están sin borde ni la contención emocional que brinda la institución", refuerza la especialista.
"La computadora instruye, lo presencial educa"
La encuesta también abordó la valoración sobre el trabajo docente; la cantidad de horas que los padres, y sobre todo las madres, dedican por día a acompañar a sus hijos para hacer las tareas y si consideran que, a partir de la experiencia que obligó a una convivencia full time, hubo un mayor acercamiento entre padres e hijos. En cuanto a la cantidad de tiempo que los adultos dedican por día al acompañamiento, los polos opuestos fueron los que obtuvieron más respuestas: menos de dos horas (26 %) y más de cuatro (25,6 %). Aunque hay una correlación entre las edades de los niños y la cantidad de tiempo que los padres los ayudan. A menor edad, mayor dedicación.
"Es cierto que esta crisis dejará huellas y será una generación condicionada por esta virtualidad, pero habrá que formarse y formar a los alumnos para que esto nos afecte lo menos posible como ciudadanos del mundo –aporta Edgardo De Vincenzi, presidente de la Confederación Mundial de Educación (Comed)-. Con respecto a la continuidad pedagógica de manera remota desde que se suspendieron las clases presenciales en marzo pasado, y al rechazo que manifiestan la mayoría de las familias en cuanto a la posibilidad de repetir la experiencia, De Vincenzi afirma: "La presencialidad es lo que define la diferencia entre la instrucción y la educación. Porque la instrucción durante esta pandemia no se perdió, ya que por medio de distintas aplicaciones y de acuerdo con las distintas posibilidades se pudo dar continuidad a lo académico. Pero eso no alcanza para poder hablar de educación. Una computadora instruye, lo presencial educa".
Irene Kit es la presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, y con cierta ironía desliza que los resultados de la encuesta de la UAI parecen optimistas. "Yo diría que el 99 % de las familias no quiere repetir nada parecido a este año; ni por salud ni por educación; ni por afectos, ni por trabajo. Por nada. Pero enfocaría la cuestión en dos puntos. El primero, ser prudente en las expectativas de regreso, porque va a ser muy difícil volver, al menos la primera mitad del año, a una jornada habitual; de lunes a viernes y de grupo completo", sugiere la experta en educación y fracaso escolar, que está convencida de que será un esquema dual el que prevalezca durante el próximo ciclo lectivo 2021.
La necesidad de una propuesta pedagógica distinta
"¿Se planteará una propuesta pedagógica distinta, o se intentará avanzar rápido por muchos temas, con cuestionarios y trabajos prácticos para dar por cumplidos los contenidos?", cuestiona Kit, y avanza en el siguiente punto, que es el lugar de las familias. "El siguiente también será un año con mucha responsabilidad para las familias en el seguimiento y apoyo para las clases. Pero hay que evitar que carguen con el peso de tener que explicar a sus hijos aspectos sustantivos de contenidos y procedimientos. Las familias deben ser escuchadas y atendidas por las autoridades. Deben ser acompañadas, fortalecidas y formadas para esta tarea".
Fernanda Díaz tiene tres hijos, de 6, 8 y 13 años, y grafica la experiencia vivida este año con la imagen de un malabarista. "Así me sentí durante todos estos meses, haciendo malabares para equilibrar de manera justa el uso de los únicos dos dispositivos, una tablet y la computadora, entre todos. O para dividir mi tiempo con cada uno para hacer las tareas, sobre todo con los dos más chicos. Además de trabajar, hacer cuatro comidas al día y limpiar la casa", dice agotada Díaz, que es el sostén principal de la familia.
Para la psicóloga Susana Kuras Mauer, que atiende a niños y adolescentes con cambios bruscos de humor, desgano, angustia, trastornos del sueño y comportamientos alimentarios alterados, entre algunas de las manifestaciones psíquicas de estos tiempos de cuarentena extendida por meses, la institución escolar no cabe más adentro de las casas. "Estalló la paciencia, se agotó la tolerancia de padres e hijos que aun dando lo mejor de sí acabaron por constatar que la escuela es irremplazable. Es un espacio por fuera de los lazos primarios, familiares, que los niños necesitan recuperar. Ni los padres son buenos maestros de sus hijos, ni el vínculo parento-filial se ve favorecido por esta superposición de funciones, que termina tensando la armonía familiar", sostiene la especialista. "La escuela como institución contiene necesidades pedagógicas, emocionales y sociales que no se cubren con la enseñanza remota. Y los padres, a su vez, necesitan trabajar, concentrarse en proyectos y tareas propias y es por eso que ruegan poder volver a delegar en la escuela la enseñanza curricular", concluye Kuras Mauer, que no encuentra razones que expliquen "porqué privaríamos a los alumnos del espacio que les pertenece, la escuela, cuando pasada la emergencia sanitaria ya conviven cotidianamente en espacios abiertos, clubes y reuniones familiares".
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