No sólo plata, ni sólo militancia
"Nosotros, marineros del SOMU, pagamos impuestos ¿y Clarín, por qué no, Lorenzetti?" A las diez de la mañana, el volante estaba por todas partes.
A las diez de la mañana, en Pichincha y Belgrano, encontré la columna de la Uocra. Ómnibus por decenas, de donde bajaban manifestantes con carteles recién impresos. La Uocra dobló por Entre Ríos. Los integrantes recibían una botella de agua desde la caja de un camión: no gaseosa ni choripán.
Frente a la gran escalinata del Congreso, las prolijas banderas blancas de la Tupac Amaru. No son los jujeños, son los Tupac de Buenos Aires. También una considerable superficie cubierta por Miles, de Luis D'Elía. Poco más atrás, largo cartel de Mario Ishii ("Cristina presidenta, Ishii gobernador); también La Matanza con banderas que mentan a Fernando Espinoza y a las Cooperativas de Trabajo.
Por Rivadavia y hasta la plaza Lorea, La Cámpora. Son muchos, unidos y organizados, remeras, banderas, imágenes de Néstor. Han hecho cordón de uno y otro lado de Rivadavia. Una militante me indicó que no podía pasar. Le dije: "No sos de la policía", y crucé para caminar por el espacio libre, por donde iba a llegar la Presidenta. Después de La Cámpora, los trabajadores de hospitales, uno de cuyos carteles recordaba a Ramón Carrillo, el innovador ministro de Salud Pública de Perón (ésa es una de las escasas remisiones históricas del acto).
Después Nuevo Encuentro; los militantes de Sabbatella se abastecen de remeras verdes flamantes, que forman una pila sobre el pavimento. También de verde, los de Kolina, con leyenda en la espalda: "Las Malvinas son argentinas". Más allá, Frente Grande, más Miles, Frente Transversal.
Toda la simbología desplegada: Nestornauta, San Martín, Malvinas. Los vendedores, en sus rectángulos montados sobre caballetes, ofrecían prendedores alusivos. Uno, especialmente, representa el deseo: Cristina con coronita y la inscripción "Cristina Reina". Poco Perón y Evita.
Desde plaza Lorea hasta la 9 de Julio, todo lleno, excepto el pasaje central delimitado por la policía. Allí, en plaza Lorea, encuentro lo que más me impresiona: una banda de vientos y percusión, cuya jefa es una mujer vestida con el traje que se identifica, en Buenos Aires, como boliviano.
A la cabeza de los músicos, dos chiquitas llevan cada una su cartel: una foto de Evo Morales y un dibujo de las Malvinas (en el Congreso se exhibió la bandera del Operativo Cóndor, convertido así en otro Gaucho Rivero de la saga). Suenan fuertes y agudos los bronces de la banda. Cuando les pregunto de dónde vienen, una mujer me dice: "Soldati". Yo le vuelvo a preguntar: "¿De Barrio Charrúa?". Asiente.
No se gana una elección sólo con movilizaciones. Pero ese territorio, ocupado por estos manifestantes, donde viven en condiciones seguramente malas, aunque sienten que sus vidas han mejorado, ese territorio es una pieza fundamental.
Lo ha sido siempre para el justicialismo, que lo cultiva con plata y con organización. No sólo con dinero, ni sólo con militancia. Por eso necesita ocupar el Estado. Sin Estado, se produce el éxodo de intendentes y jefes. Sin plata, el territorio se deshace. La Presidenta sabe que sus ambiciones fundacionales necesitan al Estado y, por eso, el modelo indica seguir ocupándolo.
Cuando la Presidenta terminó su discurso anunciando que enviará al Congreso un proyecto de ley por el cual el Consejo de la Magistratura resulte del voto ciudadano, caigo en la cuenta de que el volante de los obreros marítimos era, a su manera, una anticipación.
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