No hay más tabúes en la agenda pública
Pocos temas generan tanta controversia y sensibilidad como la despenalización del aborto. No es casualidad que estemos por cumplir 35 años bajo el imperio de la Constitución y no hayamos encontrado en todo este tiempo la oportunidad para discutirlo.
Algo cambió en la Argentina o, tal vez mejor, entre los argentinos para que el gobierno de Mauricio Macri abriera las puertas a un debate largamente postergado. Todos hemos crecido y ya no hay más tabúes ni temas prohibidos en la agenda pública.
Ahora bien, sea cual sea la suerte del proyecto, estamos ante una enorme posibilidad de practicar el juego de los argumentos, de la conversación, del diálogo, del debate, de la discusión. Se trata de una actividad que forma parte del cambio cultural que nuestra propia sociedad viene construyendo. Venimos de muchos años de monólogos, de demonización de los que piensan diferente, de autoritarismo verbal y, a veces, del otro. Y de pronto hemos comenzado a vivir en una sociedad donde una discusión sobre un tema como la interrupción voluntaria del embarazo puede darse en un marco de respeto por todos, por los que piensan como uno y por los que sostienen posiciones diferentes de las propias.
¿Podremos considerar que aquellos que están/estamos a favor de la despenalización no somos una banda de asesinos seriales? ¿Podremos considerar que quienes están en contra, por los motivos que sean, no son sectas medievales anacrónicas, que no son restauradores de la Inquisición en el siglo XXI?
El debate público y la discusión democrática no se encuentran entre lo mejor de nuestra historia reciente. Hemos necesitado atravesar juntos muchos años y muchos fracasos: demasiado tiempo. Crispados, nos hemos acostumbrado a ver al que piensa distinto como un enemigo. No creo que se trate de un problema excluyente de la política. Las dificultades a la hora de la diferencia se reproducen en muchos lugares, también en familias, escuelas, los amigos, los trabajos.
La democracia no es otra cosa que una forma de convivencia pacífica entre ciudadanos con ideas diferentes. Atravesar la discusión sobre el aborto, escuchar los puntos de vista de los demás, respetarnos y cuidarnos podrá ser una excelente oportunidad para acercarnos en nuestra diversidad. Es una prueba de que el cambio cultural es real y vino para quedarse. Es la confirmación de la naturaleza del cambio. Si lo hacemos bien, habremos abierto juntos una enorme puerta al desarrollo. Y podremos discutir tantos otros temas pendientes que tenemos entre los argentinos.Enhorabuena.
El autor es ministro de Cultura de la Nación
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