Ni llamados a Cristina, ni cambios de equipo, ni debate de ideas: Alberto Fernández avanza con su “plan aguantar”
Mientras sigue con atención los movimientos del kirchnerismo, el Presidente concluyó que pese a las críticas la vicepresidenta retrocedió; ratificó el plan económico y a su equipo; su mirada sobre el futuro económico, la lucha de poder, La Cámpora y la inflación
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Después de tres horas en el avión sin señal, el teléfono de Alberto Fernández explotaba de mensajes. Le tomó todo el trayecto desde Aeroparque a la quinta presidencial de Olivos en helicóptero para ponerse al tanto del discurso de Cristina Kirchner y leer algunas conclusiones de los funcionarios y dirigentes más cercanos. Eran las 21.40. Después de ese primer análisis, el Presidente llamó a cuatro personas para tantear el humor general: Gabriela Cerruti, Vilma Ibarra, Santiago Cafiero, Agustín Rossi y al líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico.
Fernández no cambiará el camino que definió. “Cristina no es mi jefa”, se desahogó el Presidente en charlas con sus íntimos. El plan en marcha consiste en la “resistencia pacífica” y “aguantar” los embates. No responderá las críticas ni los agravios. Tampoco llamará a la vicepresidenta. No hay vuelta atrás ni debate de ideas posible. Está convencido que en los próximos meses la situación económica comenzará a dar señales de una fuerte recuperación, aunque con elevada inflación.
También quedó descartada la posibilidad de avanzar con la conformación de una mesa de comando junto a Cristina Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof. “No consulta más ni va a intentar una cuestión asamblearia. Ya no usa más la herramienta del consenso en la toma de decisiones”, confió uno de sus principales asesores.
Pero no irá a la guerra ni mucho menos provocará cambios internos que aumenten la tensión. “Se fueron al pasto y en vez de corregir el rumbo, aceleraron. Nosotros corremos un maratón y ellos 100 metros, se van a agotar solos”, describió una altísima fuente del Poder Ejecutivo.
El tridente bajo fuego del kirchnerismo que componen Martín Guzmán (Economía), Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (Trabajo) está a resguardo. “Que griten todo lo que quieran, no vamos a contestar”, agregó el funcionario con despacho en el primer piso de la Casa Rosada. Fernández sabe que, pese a los enojos y cuestionamientos, necesita a Cristina Kirchner. Sin unidad no hay futuro para el peronismo en el poder.
En sus conversaciones con Cafiero, Cerruti, Ibarra, Rossi y Pérsico, el veredicto que recibió fue unánime: con su estilo, la vicepresidenta había retrocedido de un camino que para Alberto Fernández era peligroso, incluso “destituyente”.
Las críticas, esperables, llegaron acompañadas por la definición de que era “nuestro Gobierno” y “nuestro Presidente”. Así, despejó las dudas tras la frase que escribió en redes sociales en la que describió que “se podía ser legítimo y legal de origen y no de gestión”. En buen romance: un mal gobernante se puede transformar en ilegal.
El jefe del Estado no podía creer la reflexión que lanzó su vicepresidenta y se preguntó cómo una abogada podía caer en “semejante barbaridad”. Es que esa fue la doctrina que acuñó la Corte Suprema para justificar los alzamientos militares. “¿Cómo va a hablar de eso? Es algo inadmisible”, según les dijo el mandatario a sus interlocutores de esos días.
Otro de los aspectos que desmenuzó Fernández fue que durante su exposición la expresidenta no impugnó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Ni siquiera lo mencionó”, describieron fuentes oficiales.
A todos los que lo visitaron en los últimos días les hizo la misma pregunta: “¿Quieren ser dirigentes o empleados de Cristina?”, los apuró el mandatario. El interrogante lo escucharon propios, como Gabriel Katopodis (Obras Públicas); funcionarios con referencia en las dos terminales, como Jorge Ferraresi (Hábitat), y camporistas como Fernanda Raverta (Anses), a quien Fernández respeta por su gestión.
Gobierno paralelo
El Presidente también mira con atención los últimos movimientos estratégicos del kirchnerismo duro desde el Congreso. “Nos quieren marcar la cancha con temas económicos. Todas acciones populistas”, describieron fuentes cercanas al Presidente.
Todo ocurre en la antesala de una semana complicada para el gobierno nacional. El dato de la inflación de abril, que el Indec dará a conocer el jueves, según anticiparon desde el Gobierno, rondará el 5,7%, un punto por debajo de marzo. “Será un golpe”, reconocieron cerca del Presidente que, en una semana delicada, viajará a España y Alemania.
A eso se suman las audiencias por los aumentos de las tarifas públicas, una pulseada que aún resta definir el vencedor entre el Presidente y su vice, y la marcha piquetera de tres días.
En este escenario de fragilidad, en los últimos días Cristina Kirchner empujó desde el Senado, sin previa consulta con el Ministerio de Economía, un proyecto de ley que establece un plan de pago de deuda previsional dirigido a aquellos trabajadores que no alcanzan a cumplir con los años de aportes necesarios.
Mientras aún aguarda los datos de cuánto dinero representa este movimiento para las arcas públicas, cerca del mandatario se mostraron sorprendidos por el repentino interés de su vicepresidenta en los jubilados. Algunos con malicia, incluso, recordaron que fue Cristina Kirchner la que vetó, en 2010, el proyecto que establecía una jubilación mínima equivalente al 82% del salario mínimo. En ese momento, argumentó que implicaría la quiebra del Estado. La fórmula es también “silencio e ironía”.
Unas horas antes de que Anabel Fernández Sagasti, José Mayans y Juliana Di Tullio, tres soldados de “la jefa” presentaran la iniciativa en la Cámara alta, a unos metros, en Diputados, su hijo Máximo Kirchner lanzó un proyecto de resolución –no es vinculante– en el cual el Congreso le solicita al Poder Ejecutivo adelantar el pago del salario mínimo de enero de 2023 a agosto próximo; las dos medidas con impacto en las cuentas públicas.
“Usan el Congreso para confrontar”, sostuvo un hombre con acceso diario al despacho presidencial. A diferencia de lo que ocurrió en el Senado, Máximo Kirchner le anticipó la jugada al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien se lo comunicó al Presidente.
Lo que llamó la atención en la Casa Rosada fue que con esa movida el líder de La Cámpora terminará beneficiando a los movimientos sociales, a los que siempre criticó por el manejo de los planes. Es que un incremento en el salario mínimo, que tuvo una actualización del 18% en abril, también se traslada directamente a los planes.
La respuesta del Presidente es mostrar que La Cámpora es parte del gobierno nacional. “Lo que hace es profundizar las contradicciones internas que tienen ellos. ¿Por qué la sube a Luana [Volnovich] en el último acto? ¿Qué tenía que ver la política de Cuidado con el PAMI? Los está haciendo poner la jeta”, sostuvo con una sonrisa maliciosa un funcionario de estrecho vinculo con el mandatario.
Sobre La Cámpora, en particular, no pasó desapercibido en Balcarce 50 la definición de la vicepresidenta sobre Wado de Pedro. Según dijo, no estaba preparado para asumir la responsabilidad de la Jefatura de Gabinete. “Lo pulverizó”, sentenciaron cerca de Fernández.
Interna 2023
Pese al desgaste interno por la crisis en el Frente de Todos, el Presidente no se resigna ni da por perdido 2023. Está decidido a ir a una interna para validar su posición. Hoy los números no lo acompañan, pero cerca del Presidente mantienen el optimismo.
Según el último trabajo de la consultora Fixer, en una PASO Cristina Kirchner consolida el 24 por ciento de los votos de la coalición, mientras que Fernández fideliza solo al 7%. Según Aresco, de Julio Aurelio, la distancia es solo de 8 puntos. “Cada día que pasa el cristinismo se agota”, destacaron cerca de Fernández. Sin embargo, en Olivos, nada de esto le preocupa en esta instancia. El Presidente rechaza cualquier comentario electoral.
“Falta una eternidad, pero va a enfrentar a Cristina si hiciera falta. Es el único que lo hace y eso la enoja”, resumió uno de sus exégetas. La fórmula que se repetirá como un mantra es gestión, resultados y hablar de lo que le importa a la gente. Todo lo que tenga que ver con Justicia, ya sea reforma de la Corte Suprema o del Consejo de la Magistratura, quedó fuera de la agenda presidencial.
“Alberto necesita tiempo para probar que él tenía razón”, sintetizó un albertista paladar negro.
En medio del vendaval político y económico, el Presidente se toma algunos pequeños recreos para pasar tiempo con Francisco, su hijo, y desconectar al menos un rato de la vorágine diaria. De a poco Francisco comenzó a conocer a los amigos de su padre. Ayer por la mañana, por ejemplo, fue el turno del embajador ante Brasil, Daniel Scioli, el “tío Daniel”.
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