Nerviosismo, deslealtades y cambios de tendencia a una semana de las PASO
Cristina Kirchner tomó distancia de la campaña, preocupada por la economía y atenta a su base bonaerense; Macri se preocupó por el repunte de Larreta, pero Bullrich no se alteró
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Pocas veces la Argentina se enfrentó a una elección tan decisiva con menos certezas. Incluso en la ceguera de la previa de las PASO de 2019 había una convicción mayoritaria de cierta competitividad entre el gobierno de Cambiemos y el peronismo, que después se desplomó con el escrutinio. Influyen mucho los problemas instrumentales de las encuestadoras, pero mucho más la indiferencia y la volatilidad de los electores. Es una etapa de votantes líquidos, en términos del sociólogo Zygmunt Bauman.
Esta incertidumbre ha sumido en un clima de profundo nerviosismo a todo el ecosistema político porque, en línea con lo que ocurrió en algunas provincias, la definición de muchos ciudadanos se está produciendo en estos últimos días y no hay rastros claros de hacia dónde se puede inclinar la balanza. ¿Acaso la sociedad prepara una sorpresa que los sondeos no pueden detectar? El recuerdo de 2019 ahora perturba al peronismo, que se pregunta todo el tiempo si no les espera una emboscada imperceptible.
La primera que pareció haberse hecho esa pregunta es Cristina Kirchner, quien con disimulo se corrió del centro de la campaña. Su última aparición con Sergio Massa fue el 17 de julio, cuando jugaron a ser piloto y copilota en un avión de Aerolíneas. Después de eso, la economía se encargó de aportarle realismo a la escena con una buena dosis de turbulencia. Tras dos meses de cierta calma, el dólar volvió a corcovear, la inflación recobró vigor y las reservas quedaron exhaustas después de un costoso y aún impreciso acuerdo con el FMI. Algunos en el equipo de campaña se preguntaban cómo habían dejado llegar facturas de luz con incrementos de entre 100 y 400% a una semana de las elecciones, un error que el peronismo en general no comete. Este panorama disuadió a la vicepresidenta de retroceder un paso. Recuerdos de 2015 con Daniel Scioli. “¿Dónde está el Instituto Patria, dónde está (Jorge) Ferraresi o (Oscar) Parrilli? No aparecen. Eso es Cristina”, interpretan en algunas usinas de UP. En el oficialismo lo explican como parte de una estrategia electoral, que después de una primera etapa en la que era necesario que Cristina diera señales a su feligresía de que Massa era su candidato, ahora es mejor que lo deje correr solo para que sume votos por fuera de la pecera kirchnerista. Pero no sería la única explicación.
Dos datos de los últimos días empezaron a generar dudas sobre el grado de compromiso de la doctora. El primero fue la orden que bajó para darle a Juan Grabois un tratamiento igualitario al de Massa. Por eso el líder social fue recibido en una semana por Axel Kicillof, Alicia Kirchner y Mayra Mendoza, e hizo la recorrida por La Matanza que el ministro debió suspender. Es más: Eduardo “Wado” de Pedro, jefe de campaña de Massa, le prestó a Grabois el local de San Telmo que iba a ser el bunker de su fallida candidatura. Allí el dirigente social armó su base de operaciones hace un par de semanas. Es todo bastante curioso, porque al mismo tiempo La Cámpora orgánica, que responde a Máximo Kirchner, no hace más que viralizar mensajes y videos críticos hacia Grabois. Incluso se ocuparon de difundir una entrevista en la que Amado Boudou lo cuestionaba duramente. ¿Wado, con el imprescindible guiño de Cristina, le facilita la campaña a Grabois, mientras Máximo y los suyos dicen que su candidatura “no existe”? Juan Manuel Olmos, otro de los operadores de Massa, también recibió una indicación de Cristina en su rol de armador: garantizar que los gobernadores lleven en su boleta al dirigente social y que esas boletas estén presentes efectivamente en el cuarto oscuro. Lo logró en 21 distritos, con la excepción de Misiones, Salta y Santiago del Estero.
El segundo dato ocurrió en Tigre, Stalingrado para Massa. Cuando el ministro quiso barrer la boleta del intendente Julio Zamora, quien compite contra la acuática Malena Galmarini por el control del municipio, la que se interpuso fue Cristina Kirchner. El mensaje de la vicepresidenta hacia Massa pareció ser el mismo que en el caso de Grabois: “Yo acepté que vos fueras candidato, pero tenés que competir”. La Cámara Electoral le hizo un guiño a Massa y solo queda el recurso de queja ante la Corte Suprema.
Debajo de estas ambigüedades, el territorio bonaerense está sumergido en una guerra de guerrillas cruzada de internas y deslealtades. La Matanza es Saigón. El intendente Fernando Espinoza nunca pudo digerir la concesión que le hizo La Cámpora a Emilio Pérsico para que su esposa, Patricia Cubría, compitiera por el municipio en nombre del Movimiento Evita. Los habían amenazado con ir por afuera y terminaron por aceptar. Hoy el distrito es intransitable, al punto de que Massa debió reunirse con Cubría en el Ministerio de Economía. Como la temperatura se elevó demasiado, Cristina recibió a Espinoza en su despacho. A ella le preocupa el antecedente de 2015, cuando el gremialista Heraldo Cayuqueo compitió contra Verónica Magario y sacó 6 por ciento de los votos. Cuando fue la elección general, ese porcentaje no se trasladó a Magario. “Estamos convencidos de que lo que saque Cubría después no va a quedar dentro de Unión por la Patria (UP). En esta pelea van a quedar muchos heridos”, resumen en el entorno de Espinoza, donde responsabilizan a Máximo por el desorden. Otra vez, lo que el hijo descuida, la madre protege, básicamente porque sigue desconfiando de las chances de Massa a nivel nacional y apuesta a la provincia de Buenos Aires, donde ve que Kicillof puede resistir una ola de renovación. Máximo, en cambio, sigue furioso con el gobernador; nunca le perdonó que no se hubiese puesto a disposición del proyecto para ser candidato a presidente. Algunas fuentes dicen que la relación entre Cristina y Kicillof también se enfrió mucho después de ese tironeo, pero en todo caso ella es más pragmática.
Lo que tiene alterado al peronismo bonaerense es que los números que colectan en sus históricos bastiones se han depreciado mucho. Según algunos números que manejan los intendentes, en La Matanza UP está sumando 45 puntos, en Berazategui 41, en Florencio Varela 34. Si estos indicadores se confirman el próximo domingo, el peronismo estará definitivamente perdido porque no tendrá de dónde compensar la sangría de votos de toda la zona centro del país, además del retroceso en algunas provincias cuyas gobernaciones perdieron (San Juan, San Luis, Chubut) o que podrían resignar (Chaco, Santa Fe, Entre Ríos). Este panorama tiene en estado de alerta a un oficialismo que no sabe si confiar en las encuestas que le aseguran competitividad, o en las señales que perciben en el territorio, que le auguran un cachetazo histórico.
Para revertir el ánimo, el asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubi reunió a los gladiadores mediáticos para bajar algunas consignas centrales y mantener un orden discursivo que hasta ahora se logró. Ahí les mostró un gráfico según el cual Juntos por el Cambio está en 33 puntos y UP en 31; pero mientras que la coalición se mantiene sin cambios desde el cierre de lista, el oficialismo subió cuatro puntos desde los 24 de fin de junio (a Javier Milei lo tiene en 21 puntos). Eso le permitió sustentar la idea de que el espacio recuperó competitividad y de que Massa puede terminar como el más votado individualmente. En el oficialismo confían en que entre las PASO y las generales el oficialismo puede fidelizar mejor su voto que JxC y por eso es crucial que Milei mantenga competitividad. Sin embargo el dato que más sorprendió a algunos de los presentes fue el desglose de los atributos del candidato, porque entre ellos se abordó en modo virtuoso el concepto de “panqueque” que se le atribuye. Fue el punto 5 del Power Point que exhibió que se llama: “De panqueque a habilidoso”. Allí Gutiérrez-Rubí explicó cómo Massa logró reconvertir el sentido negativo del término para concluir con una placa que dice: “panqueque = versátil”. Un homenaje a Groucho Marx.
En el campamento de UP ven como ganadora de la interna opositora a Bullrich, quizás con la expectativa de polarizar con ella y con Milei, en el viejo juego de la grieta ideológica. Pero algunos plantean que sería más conveniente que sea Larreta quien pase a la general, porque de ese modo habría una filtración de votos más grandes hacia Milei, mientras que si Bullrich quedara en la cancha sería más probable que ella le absorba votos al libertario. Alquimistas de una realidad demasiado caprichosa como para encapsular en un laboratorio.
La semifinal que importa
Así como Cristina interpretó el cuadro de situación, también lo hizo Mauricio Macri en la otra vereda. Desde principio de la semana empezó a llamar con visible preocupación a empresarios, operadores y encuestadores para preguntarles qué escenario estaban percibiendo. Lo alertó ver que en las últimas semanas Rodríguez Larreta hilvanó un buen cierre de listas con el triunfos en elecciones provinciales de algunos aliados (se mostrará el martes en Córdoba con los gobernadores electos Marcelo Orrego, de San Juan; Ignacio Torres, de Chubut, y Claudio Poggi, de San Luis, más el santafesino Maximiliano Pullaro y quizás el chaqueño Leandro Zdero), y apoyos de supuestos neutrales, como María Eugenia Vidal, Facundo Manes y Rodrigo de Loredo. “Los empresarios me están diciendo que Horacio llega mejor, ¿qué está diciendo el electorado?”, inquirió en busca de información. Las encuestas parecen marcar que el jefe porteño repuntó un poco y que Bullrich no creció, pero no está claro que sea suficiente para superarla. El dato que nadie mira es lo mucho que le cuesta crecer a la marca Juntos por el Cambio. Macri venía algo disconforme con algunos aspectos de la campaña de Bullrich, aunque nunca dejó de sentirla como su preferida, sobre todo por lo que Larreta hace para enfrentarlo. Hubo algún llamado de atención interno en el campamento de la exministra para evitar errores discursivos como los de las últimas semanas. De todos modos, ella se sigue mostrando segura de que triunfará en la interna. Su convicción contrasta con las tensiones que siempre transmiten en la sede de Uspallata.
En el bunker larretista hay entusiasmo porque después de mucho tiempo creen ver un repunte, pero al mismo tiempo angustia por saber si el esfuerzo alcanza. Larreta desplegó la campaña electoral a nivel nacional probablemente más costosa de la historia, un contraste muy fuerte con la austeridad que exhibe Bullrich. Apoyó a candidatos en todo el interior para asegurarse una territorialidad que supla su falta de nitidez. Una encuesta de la consultora Opinaia aporta un dato muy interesante respecto de las principales razones del voto. En el caso de Bullrich el principal driver es “capacidad para combatir la inseguridad”, con el 28%; mientras que en el caso de Larreta los dos indicadores más fuertes son “por descarte/es el candidato menos malo” y “por una renovación y cambio de la política”, ambas con 18%. Un señuelo incierto para los desencantados. Uno de sus estrategas de campaña admite: “El voto de Horacio no es un voto pasional, es un voto que se charla”, y pone como ejemplo lo que ocurrió con Pullaro en Santa Fe, en donde con trabajo territorial y sin estridencias logró imponerse a la intensidad de Carolina Losada. Otro de los que aportan datos a la campaña del jefe porteño explica que “Horacio es una respuesta para los que están cansados de las refundaciones, de los quilombos. Es un voto más sereno, también más gris”.
Por esa razón la variable que más interesa es el nivel de participación que habrá en las PASO: con una concurrencia en el orden del 65%, Larreta estará complicado porque el peso de los más intensos, que prefieren a Bullrich, se hará valer; si por el contrario la participación supera el 70%, sus chances aumentan porque querrá decir que los silenciosos decidieron hacerse oír.
Mientras los dos candidatos llevan al extremo la tensión, esta semana aparecieron por primera vez algunos apaciguadores de ambos bandos para pensar en serio en el día después de las PASO. Hasta el viernes había desilusión por no poder siquiera coordinar un bunker común. Bullrich no aceptaba ir a Costa Salguero porque para ella es sinónimo de ostentación. Finalmente se acordó esperar los resultados en un lugar común. Eso alentó la retórica de quienes aseguran que el día después de las primarias los encontrará trabajando unidos. Los que conocen la entretela de las relaciones entre ambos bandos son más escépticos. Habrá que ver si tienen la capacidad de interpretar que se van a estar jugando el poder real del país.
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