Eugenia Rolón y Lucía Montenegro encarnan una juventud insatisfecha con las políticas estatales y encuentran en las propuestas del economista una guía para reconstruir la Argentina; cómo piensan y qué aspiraciones tienen las caras femeninas del movimiento de derecha
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-Es la primera vez que me hacen una entrevista así.
- ¿Así cómo?
- Así, a la antigua, en un café.
Su avance en la escena pública coincidió con la pandemia. La joven libertaria Eugenia Rolón salió en televisión, en radio y en podcasts, pero dice que nunca había tenido la oportunidad de ser entrevistada en persona, cara a cara. Hasta hoy. Está contenta. “En la tele siempre dan tiempos cortos, cosa que no me juega a favor… Mi novio siempre me lo dice…”, cuenta. Su pareja es Iñaki Gutiérrez, un influencer libertario, quien compartió un video criticando el triunfo de Alberto Fernández en 2019 que se hizo viral. “Él siempre me dice: ‘en la tele tenés que ir a expresar una idea muy compleja en pocos minutos’. Y yo soy más de la teoría, de dar una larga explicación”, afirma. De hecho, mucho antes de contar con 4000 likes en sus tuits más “picantes”, Eugenia escribió sus teorías políticas en largas carillas de Google Docs. “Claro, ahí no me leía nadie -admite, enseñando unos dientes perfectos- pero siempre me gustó escribir y expresar mis pensamientos”.
- ¿Nunca pensaste en ser periodista?
- Lo pensé, lo que pasa es que soy muy poco imparcial. Es algo que me juega en contra. En cualquier situación no puedo quedarme en el medio, no puedo no tomar bando por alguien.
Llega la carta. Concentrada, agranda los ojos y repiquetea sobre el plástico del menú con sus uñas fucsias -que hacen juego con su gorro- hasta encontrar la sección de cafés. Se pide un mocha.
No es que Eugenia no haya incursionado en el periodismo: escribió durante un tiempo en La Derecha Diario, el medio favorito de los libertarios. Pero entre la carrera de Derecho en la Universidad Católica Argentina (UCA) y el activismo digital (que en su caso consiste en compartir primicias, memes e ideas políticas libertarias 24 por 7), no llega con los tiempos. “Igual, estoy curtida”, aclara ante la pregunta de si estar tan pendiente de sus redes sociales, donde tiene más de 230.000 seguidores, afecta su salud mental.
Milei me representa muchísimo mejor que el colectivo feminista que intenta hacernos creer a las mujeres que somos incapaces e inútiles y que por eso necesitamos leyes absurdas de cupo femenino o un Ministerio de la Mujer que gasta 26 millones de pesos en catering.
— Eugenia Rolón (@EugeniaRolon_) May 15, 2022
“Yo empecé mi militancia en la vida real, en el secundario”, cuenta, mientras acomoda su cabello rubio hacia sus hombros. Cuando tenía 13 años y todavía vivía en Santa Fe (hoy tiene 20 y su familia le alquila un departamento en la ciudad de Buenos Aires), sintió que sus profesores tenían una orientación “de tinte marxista”. A Eugenia, la idea no le gustó nada. “Por un tiempo lo intenté, me dije: ‘si todas mis compañeras son feministas, ¿por qué yo no?’”, recuerda. Incluso, se puso la condición de ser una feminista superinformada para ganarle a todas sus compañeras. “Leyendo, me di cuenta de que las mujeres no tenían derechos en la Unión Soviética mientras que en los países más capitalistas accedían hasta a cargos públicos. La izquierda no había ayudado a la mujer, pero las ideas liberales capitalistas, sí”, sostiene.
Fue como un antes y un después. Eugenia comenzó a imponerse en clase y a opinar en contra del feminismo: “Lo que derivó en un bullying tremendo por parte de mis compañeras”, dice. Hoy es abiertamente antifeminista y antiaborto. “La mujer que aborta debería hacer servicio comunitario”, propone.
Si bien el movimiento libertario es predominantemente masculino, cada vez son más las mujeres que simpatizan con “las ideas de la libertad”. Según una encuesta de D’Alessio y Berensztein, realizada en abril pasado, más del 40% de las mujeres encuestadas cree que el fenómeno libertario es positivo para el país y un 30% lo votaría.
Según un sondeo realizado en julio por la consultora Isonomía, entre quienes no aprueban a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri, Javier Milei tiene una imagen positiva del 45% de cara a 2023.
Tras años de presencia en internet, Eugenia pasó de los haters a los fans. Su crecimiento en las redes sociales fue exponencial: mientras en 2018 sus posteos recibieron 300 likes, en 2022 alcanzaron los 13.000. Tiene fotos con remeras que dicen “A la mierda la corrección política”, recomienda lecturas libertarias y comparte reflexiones políticas. Suele aparecer acompañada por Milei, por el comunicador Agustín Laje y por su novio, con quien maneja la cuenta de Tik Tok de Milei.
Según Eugenia, el valor del líder de La Libertad Avanza es que tiene fundamentos. Y, lejos de cuestionar sus declaraciones más polémicas, las aprecia: “Él dice lo que piensa a pesar de los resultados que puede llegar a tener en su electorado; esa es su esencia, por eso confiamos en él”.
“Por hacer política, cambié la forma de vivir mi adolescencia”
Hace unos años, mientras sus amigas salían a los boliches en minifalda y top, Eugenia se ponía un buzo y un pantalón. “Ellas estaban hermosas. Y me decían ‘te prestamos ropa’, ¡pero yo tenía ropa!”, recuerda. Su temor era que se instalara que su presencia en política había llegado de la mano de algún amorío. “Por hacer política cambié la forma de vivir mi adolescencia”, indica.
El vaso de mocha queda vacío. Eugenia podría seguir hablando, con pasión. Sobre la vez que hizo una campaña para aumentar las penas a los violadores o aquella otra cuando la directora del colegio la mandó al consejero por haberle dicho a una compañera que, si quería probar el comunismo, se fuera a Cuba o a Venezuela .
La noche cae, se despide y emprende su camino a casa por la avenida Elcano, Colegiales.
* * *
La legisladora porteña por La Libertad Avanza Lucía Montenegro tiene 28 años, el pelo castaño y largo hasta la cadera, los ojos café y un lunar en la mejilla. “Se te cayó un pétalo”, le dice un hombre al verla pasar, y ella sonríe. Es uno de los chicos que va todos los martes a un comedor de menos de 6 metros de largo y 1,5 de ancho, en el Barrio 31. Según Lucía, estuvo cerrado por falta de presupuesto hasta que decidió donar parte de su sueldo para que vuelva al ruedo. Todos los martes, junto con las dueñas del espacio, alimentan a más de 100 personas. Hacia allí se dirige junto a su asesora pública (la expareja de su padre) y un grupo de policías.
Hoy toca estofado de pollo. En una carnicería de camino, su asesora pide que le hagan precio. “A mí no me va”, aclara Lucía. La escena se repite en la panadería, Lucía ríe y mira para abajo. A pesar de sus diferencias, su relación es buena. Cuando llegan al comedor, los policías se despiden y ambas se unen a un grupo de mujeres que pelan papas, rallan zanahorias y llenan la olla.
“Volví a confiar en la gente”
Lucia se para derecha. Mientras habla, sus manos acompañan sus palabras y su torso queda duro, petrificado. Es el cuerpo de una atleta. “Yo siempre me dediqué a las artes marciales. Al cabo de unos años, llegué a ser profesora y conocí las ideas de Milei. Ahí me di cuenta de que la política no es solo hablar de cuestiones ideológicas, sino una herramienta para transformar la realidad”, reflexiona. La disciplina a la que hace referencia es Chaiu Do Kwan, un arte marcial que practica desde los 10 años y que fue creado por su padre, figura de su admiración. “De chica, tuve muchos problemas familiares y personales. Con el Chaiu Do Kwan, volví a confiar en los hombres y en la gente. Me di cuenta de que no todo era maldad”, expone. Ser profesora la puso en contacto con la falta del día a día. “Conocí en carne y hueso las vivencias de los distintos chicos y chicas: padres borrachos, madres golpeadas, hermanos presos y hermanas prostitutas… A través de Chaiu Do Kwan, conocí un aspecto social que me inquietó y la política fue solo otra de las herramientas que tomé para dar una mano, esta vez desde lo parlamentario”, señala.
La dueña del comedor levantó el espacio a puro pulmón. Ella también simpatiza con los libertarios y se ve reflejada en la figura de Milei, una persona que -dice- “trabajó y luchó por lo que hoy tiene”. En las PASO 2021, la mayor cantidad de votos conseguidos por Milei provinieron del Barrio 31, de Retiro, y de los más humildes del sur de la ciudad.
“Los pibes no quieren estudiar, no quieren trabajar, se les da todo gratis y no es así. A la gente mayor está bien que el Estado la ayude, pero no a los jóvenes, porque se están acostumbrando a la vagancia”, apunta, mientras revuelve la cacerola. “Antes de que llegaran ustedes -señala con el cucharón a Lucía y su asesora- mi hijo ya me había hablado de los libertarios. Me decía: ‘Mamá, lo que dice Milei está muy bien, cómo se expresa, lo que propone…’ Él me hizo entenderlo”, afirma.
Lucía se postuló como precandidata a diputados por la ciudad por el partido Acción Ciudadana, fundado por su padre y otras figuras de las artes marciales. En 2005, el partido fue denunciado por periodistas y por la comunidad judía por ser una “máscara” para habilitar la postulación de personas ligadas al dirigente neonazi Alejandro Biondini y su agrupación Partido Nuevo Triunfo. Biondini habría encontrado, mediante Acción Ciudadana, una puerta legal para ubicar a su hijo, esposa y a otras personas cercanas, como el comisario retirado de la Policía Federal Jorge Colotto, relacionado con la Triple A, en las listas para candidatos a diputados. Ambos se postularon y obtuvieron escasos votos. Según el padre, viejo amigo y profesor de Chaiu Do Kwan del jefe carapintada Mohamed Alí Seineldín y sus subordinados, se trató de un “intento de cooptación” por parte de Biondini, por lo que, ese mismo año, todos fueron expulsados. En 2017, Lucía no dudó en sumarse a la lista de Milei.
De la redes a la acción en las calles
Según el sitio web oficial de la Legislatura, Lucía presentó 17 proyectos como autora y otros 24 como coautora. Y no duda en defenderse de las críticas sobre la presunta falta de acción. “No me votaron para presentar proyectos, me votaron para ayudar”, subraya. Por eso, las clases gratuitas y la ayuda en las villas. Asegura que le duele no poder hacer más. “Lo parlamentario está perfecto, hay que hacerlo, pero mientras tanto ¿qué carajo hacemos?”, se pregunta. Además, invita a “a los libertarios de las redes sociales” a pisar la calle.
El estofado de pollo comienza a tomar color y el grupo de mujeres va y viene de la mesada a la olla con los vegetales para el último toque. Al igual que Eugenia, Lucía es antifeminista: “El feminismo es un movimiento que dejará cero resultados positivos”, opina. La legisladora sostiene que “el gran porcentaje de las denuncias por violencia de género son falsas” y que el movimiento fragmenta a la familia, perjudica a los niños y a muchos “hombres inocentes”.
Llega el momento de repartir la comida. Durante más de 40 minutos, Lucía se acercará a hombres y mujeres de todas las edades para ofrecer bandejas con estofado. “Una servida por familia”, le recuerda la dueña del comedor desde la cocina. En una de esas idas y venidas, entabla conversación con un grupo de hombres: uno de ellos se quiere sumar a sus clases gratuitas de artes marciales. Lucía pide un papel y una birome, usa la espalda del hombre como apoyo y escribe los datos de las clases de los miércoles y viernes. “Te espero”, le dice con una sonrisa.
Es hora de volver a casa. O a Perú al 100. Fuera del Barrio 31, entre los puestos de choripanes, sandwiches de milanesa y la feria de ropa deportiva, suena She’s a Maniac, de Hall and Oates. Lucía se aleja y se mezcla entre la multitud al ritmo de la canción. “Solo una chica de Steel-Town en un sábado por la noche, buscando la pelea de su vida. En el mundo en tiempo real nadie la ve en absoluto. Todos dicen que está loca”.
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