Milei y un viaje capitalista a Marte en 150 días
El Presidente inscribió su gobierno en una gesta épica ya no sólo de los argentinos sino de la “especie humana” toda: la defensa de los valores de la civilización occidental y del capitalismo estilo Musk como su máxima realización
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Mucho más que una defensa del libre mercado. Mucho más que un alegato a favor de sus primeros meses de gestión. Este lunes, en la Milken Institute Global Conference, Javier Milei dio un salto de escala en su visión del caso argentino y del proceso de cambio global que sirve de telón de fondo. Fue un discurso curioso: con imágenes y analogías atípicas en la retórica política de los presidentes, Milei desreguló también la normalidad de la palabra política. Optó por una mezcla articulada de futurismo social, cruzado con teoría evolutiva de la especie humana y el señalamiento del empresario aventurero y su egoísmo atávico, inscripto en la especie, como la máxima realización de esa aventura evolutiva, con beneficio para todos, no sólo para los ricos. Una superación individualista sin el atajo “moralista”, en términos de Milei, de la justicia social. La huella de la filósofa Ayn Rand, una de las musas de las ideas libertarias, en cada oración del discurso presidencial. Toda una novedad para la historia política argentina: un síntoma de una transformación única de lo esperable en un político, y de lo aceptable para la ciudadanía. ¿Otro signo de cambio de época?
El viaje de Milei al exterior dejó en claro el tamaño de la utopía global con la que se esfuerza en soñar hoy y el rol que le atribuye a la Argentina en ese horizonte. Cuando la crisis argentina no lo interrumpe, Milei se dedica a pintar en el lienzo mundial una percepción del momento histórico y de su rol para interpretar como pocos la imagen autoconstruida de una poderosa élite planetaria de hombres y mujeres de negocios.
“Es un economista, un libertario y un especialista en crecimiento económico”: así lo describió Conrad Kiechel, un directivo del Milken Institute. “Sólo dos años después de entrar en política, fue elegido presidente de la Argentina con 14 millones de votos, la mayor cantidad de votos obtenidas por un presidente en la historia argentina”, señaló. Para el poder del mundo de los negocios, Milei representa el poder del voto popular que, además, entiende la lengua de los negocios.
¿Milei como un vocero privilegiado de la casta? No para Milei, que planteó su propia polarización en el mundo de la élite. “De Davos a la Conferencia del Milken Institute es como ir de Woodstock al VIP de la élite global”, define un argentino del mundo de los mercados que conoce el paño. Del barrio más progre dentro de la gobernanza política y de negocios al rincón más depurado de ese universo. Milei cuestionó a los burócratas de Davos y elogió a los empresarios-benefactores del Milken Institute. A ese lado de la grieta le planteó una idea de la libertad que encuentra, efectivamente, más apoyo en el mundo de los negocios globales que en la política. De Milken y Musk, con un cameo de Trump, cercano a ambos y a las ideas que cuestionan la corrección política del progresismo político, y de ahí a Mercado Libre y Marcos Galperín en la Argentina: la política de Milei como una versión de la visión política cada vez más tallada en la lógica de los negocios: libertarianismo de mercado.
Tanto en Davos como en la conferencia de Los Ángeles sobrevolaron datos que ratifican la potencia social y política con la que se autopercibe el mundo de los negocios competitivos y globales. Surgen de los reportes globales 2023 y 2024, el Trust Barometer, de la consultora Edelman, basados en una encuesta conducida de forma online entre 32.000 personas de 28 países, incluida la Argentina. En confianza percibida, la Argentina está tercera por los niveles de “desconfianza”. Los gobiernos en general inspiran menos confianza que el mundo de los negocios: se ven como menos competentes y menos éticos. Y respecto de la confianza a la hora de introducir innovaciones, el mundo de los negocios se lleva la mayor cuota de confianza, aún entre los ciudadanos de ingresos más bajos: 50 por ciento de confianza para los gobiernos; 59 por ciento para el mundo de los negocios.
En su presentación de ayer en Los Ángeles, el Presidente inscribió su gobierno en una gesta épica ya no sólo de los argentinos sino de la “especie humana” toda: la defensa de los valores de la civilización occidental y del capitalismo estilo Musk como su máxima realización. “No quiero dejar de celebrar el esfuerzo de mi amigo Elon Musk por pisar Marte porque entendemos que la exploración espacial está a la altura de nuestro destino como especie exploradora”, dijo. Un pequeño paso para la humanidad, un gran paso para los argentinos.
Milei llegó a Estados Unidos cargado de metáforas. “No tenemos que perder la fe en esa ambición primal que los humanos tenemos como guía. Somos una especie de exploradores, de creadores, de inventores y es el empresario aventurero, no el burócrata de escritorio, la clase de hombre que encarna en el presente esta cualidad atemporal del espíritu humano”, planteó. “Hemos puesto hombres en la Luna y ahora miramos a Marte. Y lo hemos hecho gracias a la ambición y el optimismo de hombres como ustedes que se asocian entre sí en pos de la búsqueda de la propia felicidad”, insistió.
Su presentación en el Milken Institute, y también las declaraciones a la BBC que se conocieron ayer, llegan justo esta semana, cuando se retoma la batalla de la Ley Bases. Milei lo hizo de nuevo: otra salida del país en un rol atípico de Presidente y explorador fan del mundo de los negocios que también desarma el modus operandi de las visitas presidenciales. Milei y su vuelta al mundo en ciento cincuenta días de gestión con dos objetivos centrales. Por un lado, consolidar un poder débil en lo institucional que requiere el apoyo continuo, casi diario, de la gente, no importa si se trata de los argentinos de a pie o de las élites de los negocios globales. Por eso las salidas repetidas al exterior: para reforzar todo el tiempo la imagen que le devuelve ese espejo, la mejor de sus versiones posibles.
Milei recurre otra vez al lienzo planetario para reafirmar su autopercepción como líder de un cambio histórico de la Argentina y la percepción de la Argentina como un leading case para el mundo. A partir de su gestión, Milei propuso a una Argentina como ejemplo a seguir: “Mientras que en el resto del mundo las ideas de la libertad están bajo asedio, en la Argentina se erige una fe renovada en ellas”, sintetizó. El mundo se ve atrapado por “el chamanismo económico” de los Estados de bienestar mientras la Argentina entra en “el sendero de la razón” y “consenso procapitalista”. Su triunfo electoral le sirve como prueba. Respecto del pasado, la Argentina también es un caso: es el contrafáctico hecho realidad de lo que pasaría en el mundo si la restricción de la libertad lograra triunfar. “Vengo de la Argentina donde todo esto, tristemente, ya ocurrió. Los argentinos somos profetas de un futuro apocalíptico que ya hemos vivido”, planteó.
Por otro lado, su veinte mil leguas de viaje en avión ahora también se justifica en la búsqueda abierta y directa de inversiones, no de financiación: la distinción es del propio Milei. La inversión del mundo de los negocios como la culminación genuina de un proceso donde los roles quedan bien claros: el Estado genera las condiciones; el sector privado hace. El desafio de Milei es que esas palabras concreten la lluvia de inversiones que quedaron en meras promesas en el pionero de las ideas liberales, el expresidente Macri.
El discurso de Milei tuvo de todo. Hubo cita del papa Joseph Ratzinger, en oposición velada al papa Francisco, un defensor de “las ideas bien pensantes de querer ayudar al prójimo”, como definió en su conferencia, alertando sobre lo mismo que cuestiona Milei: un alejamiento de Occidente y del capitalismo de los valores que lo fundaron, y que generaron prosperidad. Hubo una alusión implícita pero indudable al filósofo Baruch Spinozza y su crítica a las “pasiones tristes”, las que se apartan de la potencia constructiva del ser humano. Hubo referencias a Hayek, por supuesto, y a la “tarea de descubrimiento del mercado”. Hubo una redefinición del concepto de “responsabilidad social empresaria”, tan mentada en el mundo corporativo: “La responsabilidad social del empresario es ganar dinero y eso solo puede hacer sirviendo al prójimo con bienes y servicios de mejor calidad”, desafió Milei. Hubo, incluso, elogios para el capital humano argentino y el rol de las universidades: “Tenemos recursos formados en universidades locales que son líderes en la región, el país con más Premios Nobel de América Latina y con más unicornios per cápita de la región”, destacó. También remarcó la capacidad de “ciudadanos entrenados al calor de una vida entera de volatilidad económica”.
En la entrevista con la BBC, hubo matices sobre otro tema central: los tiempos y plazos de la mejora y del rebote. “Hacer milagros es caer en la emisión”, dijo. Nada de promesas de rebote en V, una de las expectativas más problemáticas generadas por su gobierno. Desde su asunción, Milei fue eficaz en plantear la magnitud del problema. La velocidad de la mejora es una de sus promesas más difíciles de cumplir. Ahí depende de los hombres de negocios.
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