Milei, un peligro que crece
La historia reciente de la política argentina está cargada de casos de dirigentes que parecían desquiciados y que, al final, fueron desquiciados cuando llegaron al poder
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¿Es Javier Milei un fenómeno electoral? La historia reciente está llena de ejemplos en el mundo en los que se vio cómo políticos marginales llegaban rápidamente al poder con un discurso de extremos ideológicos, ya sea de izquierda o de derecha. Últimamente, es más habitual que lleguen los que predican ideas de derecha. Según la unanimidad de los encuestadores, la Argentina podría estar frente a un caso parecido con la figura de Milei. El analista de opinión pública Federico Aurelio fue el primero en arriesgar un pronóstico: “Podríamos tener un triple empate en la primera vuelta de octubre”, vaticinó. Es decir, Juntos por el Cambio, el Frente de Todos y los libertarios de Milei sacarían en esa primera vuelta porcentajes más o menos parecidos (que algunos calculan entre el 25 y el 29 por ciento de los votos). Si fuere así, Milei quedaría a un paso de entrar en la segunda vuelta de noviembre, que establecerá quién será el futuro presidente del país. Debe advertirse que todos los encuestadores señalan una novedad: analizan la realidad sobre bases muy precarias, porque la mayoría de la sociedad –algunas estiman que es el 60 por ciento de los consultados– se niega a responder las preguntas políticas de los agencias de opinión pública. “Estamos navegando casi sin instrumentos”, dramatizó uno de ellos, quien, no obstante, señaló que el manejo profesional de los datos puede arrimarlos a una versión fiel de la situación actual.
La abrupta aparición de Milei abrió un debate dentro de Juntos por el Cambio. Hay quienes prefieren advertirle a la sociedad sobre los riesgo de elegir a un hombre de discursos hiperbólicos, cargados de un claro intento para llamar la atención de la gente común o para remar en la dirección de la corriente social predominante. Otros, en cambio, prefieren no herir prematuramente esa relación porque suponen que Juntos por el Cambio ganará la presidencia, pero que necesitará los votos parlamentarios de Milei para la aprobación de leyes esenciales. El Congreso se constituye con las elecciones de la primera vuelta electoral; la segunda vuelta solo dirime la presidencia de la Nación. Desde el propio Frente de Todos, el dirigente del Movimiento Evita Fernando “Chino” Navarro, un cercano colaborador de Alberto Fernández, acaba de contar en público que ellos ruegan para que Milei saque muchos votos porque estos debilitarán sobre todo a Juntos por el Cambio y podrían dejarle la puerta abierta a la actual coalición gobernante para una continuidad en el poder. Los encuestadores acotan, en cambio, que Milei les saca votos a Juntos por el Cambio en las grandes ciudades, pero que en el conurbano bonaerense se está llevando a los jóvenes que históricamente votaron por el kirchnerismo. Es cierto, de todos modos, que la mayoría de los votos de Milei perjudica más a Juntos por el Cambio que al oficialismo. ¿Culpa de Milei? Milei tiene muchos aspectos controvertidos, pero no ése. Los dirigentes del viejo Cambiemos hicieron excelentes elecciones legislativas en 2021, pero luego se dedicaron casi obsesivamente a disputar quién sería el próximo presidente del país. Un descomunal error político. La sociedad los miró lejanos y distraídos. Milei viene a representar ahora el hartazgo social con toda la dirigencia política más que con una fracción de esa dirigencia.
Sin embargo, Milei expresa también serios peligros para el sistema político que está a punto de cumplir 40 años desde su reinstauración. Para el dirigente libertario el mundo se divide entre blancos y negros; desprecia la grisura de los matices que abundan en la vida política. Solo hay para él amigos o enemigos. Estamos ante un populismo parecido al de Donald Trump o, con otra ideología, al de los propios Kirchner. Algunos dirigentes de Juntos por el Cambio, como Patricia Bullrich, intentaron varias veces conversar con Milei sobre la posibilidad de una alianza, pero el dirigente libertario les contestó que tales negociaciones lo confundirían con “la casta” que él denuncia. Bullrich, con quien mantiene una cordial relación personal, se dio por vencida en sus última declaraciones. “No quiere”, aceptó públicamente.
El tremendismo de sus declaraciones llegó al extremo de prometer que le prendería fuego al Banco Central si llegara a la presidencia. Nunca se preguntó qué habría sido de Estados Unidos si la Fed (el Banco Central norteamericano) no hubiera intervenido en la crisis financiera de 2008, en la parálisis económica que provocó la pandemia o en la reciente crisis producto del colapso del Silicon Valley Bank. ¿Qué hubiera sido de Europa sin el Banco Central Europeo durante la crisis de Grecia, consecuencia del trance financiero de 2008? ¿Qué hubiera sido de las finanzas mundiales sin la intervención reciente del Banco Central suizo luego del desplome del banco Credit Suisse, conflicto que aun no terminó? Por supuesto, no es el caso del Banco Central que manejó Cristina Kirchner cuando fue presidenta o del que maneja ahora Alberto Fernández, porque los dos lo convirtieron al Banco en un mero impresor de billetes espurios para financiar los derroches del Estado kirchnerista. Pero una cosa es una propuesta como la que hace el diputado y economista Martín Tetaz, que prepara una ley para independizar totalmente al Banco Central del poder político de turno, y otra cosa es prenderle fuego a la entidad monetaria que tiene jerarquía constitucional. Pero esas son las declaraciones de Milei que llegan al corazón de la juventud decepcionada y sin esperanzas.
Milei tiene un conflicto permanente con la Constitución. Promete, por ejemplo, la dolarización de la economía sin tener en cuenta que está prometiendo una decisión inconstitucional. La Constitución establece la existencia de una entidad bancaria que emita y defienda la moneda nacional. Puede existir una economía bimonetaria, con libre circulación del dólar como ocurrió durante la convertibilidad, pero no una dolarización absoluta. Habrá que cambiar la Constitución, responde Milei. Es una propuesta audaz y aventurada. Hace poco, en Chile, el entonces presidente Sebastián Piñera convocó a una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución chilena, seguramente convencido de que ganarían en las elecciones los sectores más sensatos y moderados de la sociedad. No fue así. Ganaron los extremos de la izquierda chilena y la Constitución que hicieron fue rechazada a tiempo por un plebiscito salvador. En una elección de constituyentes, la sociedades no votan por la Constitución que quieren, sino por el humor social del momento. Milei promete también que saltará sobre el Congreso, si llegara a la presidencia, acudiendo al plebiscito. El plebiscito se puede ganar una vez, pero no todas las veces, porque también en esa clase de elecciones la gente vota por cosas que nada tienen que ver con la convocatoria. Lo saben los británicos que votaron por el Brexit porque estaban desconformes en ese momento con la gestión del entonces primer ministro David Cameron; un porcentaje importante de los británicos se arrepintió luego del voto que depositó.
Mieli tiene otro conflicto con los periodistas. Ya les inició juicio a cinco porque lo criticaron luego de que dijera que “los libertarios somos superiores moral y estéticamente”. El escopetazo de su juicio pegó tanto en periodistas oficialista como Pablo Duggan, de C5N, o en independientes como Débora Plager, de LN+, pasando por Fabián Doman o Paulo Vilouta. En el caso de Débora Plager, la periodista señaló que aquella declaración de Mieli era “un concepto hitleriano”. En rigor, es mejor no hablar de superioridad, ni moral ni estética ni de raza. Son conceptos agresivos, obsoletos y segregacionistas que no expresan ni siquiera la superioridad intelectual del que habla. Acaba de enojarse con la periodista Jésica Bossi, de TN, porque esta le preguntó si estaba de acuerdo con un spot de campaña del candidato a gobernador de Tucumán de su espacio, Ricardo Bussi, hijo del exdictador tucumano Antonio Domingo Bussi. Bussi hijo promete ahora que decretará la libre portación de armas en su provincia y que la gente común podrá matar a los delincuentes en lugar, según él, de que los delincuentes maten a la gente común. La justicia por mano propia es la destrucción del Estado de Derecho, pero Milei acusó a los gritos a Jésica Bossi de estar del lado de los delincuentes cuando la periodista solo había hecho una pregunta pertinente. Es Milei en estado puro. O se puede matar a delincuentes o se está con los delincuentes. El estado de insoportable inseguridad que vive la sociedad, producto de la ineptitud y de los prejuicios de la facción kirchnerista del peronismo (y también de su ideología), les abre un enorme margen de acción a los que proponen la justicia por mano propia, que es la eliminación lisa y llana de la justicia que establecen la Constitución y las leyes.
Hay quienes dicen que el Javier Milei de hoy no será el mismo Milei si tuviera responsabilidades de gobierno o de significativa oposición. El economista Juan Carlos de Pablo lo adelantó públicamente. “Cálmense. No será presidente y será mucho más previsible después de las elecciones”, serenó. Sin embargo, la historia reciente de la política argentina está cargada de casos de dirigentes que parecían desquiciados y que, al final, fueron desquiciados cuando llegaron al poder. Es mejor señalar lo que está mal cuando está mal, antes de que ya la oportunidad se haya perdido, sin remedio.
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