Milei, político, obligado a nuevas funciones
El tiempo ha empezado a correr más rápido para el Gobierno y le impuso al Presidente una nueva tarea, de la que hasta ahora había preferido desentenderse
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Fue un cambio radical desde que llegó a la Presidencia. Por primera vez, Javier Milei bajó al barro de la negociación política directa con legisladores aliados y colaboracionistas.
La excepción no se transformaría en un hábito, pero “la rosca” con “la casta” promete dejar de ser una rareza. La realidad le impuso al Presidente una nueva tarea, de la que hasta ahora había preferido desentenderse.
La defensa del presupuesto 2025 y más diálogos para evitar que la oposición reúna los dos tercios y le voltee el veto total que se dispone a oficializar contra el aumento de la jubilaciones lo tendrán en la primera fila. Otro tanto está decidido a hacer si el Senado termina por sancionar la ley de financiamiento universitario, que ya fue aprobada por la Cámara de Diputados.
“Javier le va a poner el cuerpo y hasta podría ir a explicar el Presupuesto al Congreso. Para los que dicen que se desentiende de todo lo que no sea economía”, desafían a su lado.
Es una obviedad, de todas maneras, que fue obligado a la nueva actividad por la economía o, mejor dicho, por el temor al impacto que tendrían estos temas sobre el objetivo prioritario de sostener el precario equilibrio fiscal, base de sustentación de todo, junto con la caída de la inflación, que se resiste a acercarse al dos por ciento pretendido y prometido. La política (no el poder) es ajena a sus pasiones.
La peor semana del Gobierno en el Congreso no es lo único que lo impulsó a Milei a ampliar su monofoco de interés. Algunos indicadores y encuestas de opinión pública muestran números menos halagüeños o más inquietantes que los que el discurso oficial admite y promociona. No habrían estado esos tópicos fuera de la última conversación que el Presidente tuvo hace una semana con Mauricio Macri.
“Ustedes saben que esto no es lo que más me gusta ni lo que más me divierte hacer, pero es lo que me toca. Así que junto con Guillermo [Francos] vamos a tener más de estos encuentros y diálogos”, se sinceró y les anticipó Milei a los diputados oficialistas, semioficialistas y colaboracionistas con los que se reunió al caer la tarde del viernes pasado. Un anfitrión demasiado singular que les dice a sus huéspedes que preferiría otras visitas.
La resignada frase fue, por otra parte, una reivindicación y un empoderamiento público de su jefe de Gabinete, a cuya autoridad y enorme paciencia venía gastando la omnipresencia, omnipotencia y multifuncionalidad del asesor Santiago Caputo. Son promesas de una nueva etapa. Y anuncios de que habrá más funciones de “Milei, político”, el nuevo y obligado papel con el que, junto al de “Javier, casado”, busca reordenar su gestión y reposicionar su imagen, aunque sin perder su esencia disruptiva. Para que nadie se ilusione ni se desilusione demasiado. Juegos de roles obligados, para los que el Presidente siempre ha dicho que nunca tuvo vocación.
Los inminentes desafíos legislativos que le esperan (Presupuesto, aumento de jubilaciones y financiamiento universitario) se suman a la proyección que ya empieza hacerse hacia el año electoral. Demasiado desflecado tiene el oficialismo su propio espacio como para evitar más descontentos y obturar fugas de aliados, que han sostenido sus proyectos con más disciplina que los legisladores libertarios.
Las insidiosas palabras que Milei le dedicó a Macri por el voto de algunos legisladores amarillos al cambio en el sistema previsional podrían haber rebotado en sus oídos como un eco incómodo. Lo de que “no controla a su tropa” bien se lo podría haber dicho a sí mismo, después de las nuevas fracturas (con escándalos incluidos) en los bloques libertarios de Diputados y del Senado.
Ni hablar de la relación con su vicepresidenta Victoria Villarruel, a quien en la Casa Rosada ya no solo le facturan recientes disidencias, sino que siguen abiertos viejos recelos. “Desde la campaña ella está armando su propio espacio. No es de ahora”, coinciden la hermana Karina y Caputo, el gurú, dos de los tres lados del “triángulo de hierro” del poder. Ni olvido ni perdón, le devuelven a la vicepresidenta, con malicia.
Villarruel es la dirigente oficialista más valorada, junto al Presidente, y, además, es la única mujer del espacio con imagen neta positiva, que supera por mucho a otras. Sobre todo, a Karina Milei, que tiene un diferencial negativo de imagen de 18,2 contra un +7,2% de la vicepresidenta, según una encuesta del Grupo de Opinión Pública y Trespuntozero.
En el universo amarillo el debut de “Milei, político”, a cuyos ensayos generales y a la avant premier había asistido Macri, dejó impresiones ambiguas. Lo celebraron como un primer paso positivo, a la espera de que se consolide y sea más que una puesta en escena forzada por las circunstancias. Las dudas persisten.
“Veremos si el vínculo se profundiza y deriva en algo más concreto. Por ahora, prometió que las reuniones se van a repetir”, dijo, con extrema prudencia y sin alimentar ilusiones, una de las principales figuras de Pro que estuvo en la residencia de Olivos.
Con la distancia que mira aún esa relación incipiente, la fuente macrista ahondó sobre algunos de los tópicos tratados por Milei: “Se mostró muy convencido del veto total a la ley de aumento a las jubilaciones y sobre el rumbo económico. Y creo que si sale el financiamiento a las universidades también lo va a vetar. Le importa más mostrarle al mercado que va en serio, que los resultados que logre”. Una forma de subrayar que les quedó en claro que la discusión política es para el Presidente una obligación inherente a su “trabajo” (como llama Milei al ejercicio de la primera magistratura), pero que no la aprecia.
En Pro, además, saben que la desconfianza sigue atravesando el vínculo con el oficialismo, más allá de la relación personal que sostienen Macri y Milei. En la Casa Rosada no se cuidan de que se sepa que hay diferencias. Todo lo contrario. Recuerdan viejos entredichos y nuevas suspicacias.
“Eso de que gracias al Pro pudimos fiscalizar la segunda vuelta y tener recursos esenciales para poder ganar es bastante discutible. En muchos lugares ni aparecieron sus fiscales y aportaron mucho menos de lo que dicen ahora para tratar de cobrar con cargos y cajas, como pide Macri”, dice un estrecho colaborador presidencial. El autor de la frase fue parte central de la organización del último tramo de la campaña y ahora integra con Karina Milei el equipo chico dedicado a la construcción electoral para el año próximo. Demasiados cabos sueltos y cables pelados.
Luces de alarma
Ante ese escenario, algunos indicadores se cruzan en las discusiones políticas con los aliados y eventuales socios del oficialismo.
La declamada recuperación económica que se estaría dando en el último bimestre empieza a encontrar evidencias que la relativizan. La reactivación no solo es muy heterogénea sino que la actividad y el consumo, además de seguir en un piso muy por debajo del que estaba hace un año, también muestran en el cotejo intermensual que siguen sin levantarse, salvo en actividades puntuales y en segmentos de la economía y de la sociedad acotados.
En ese plano, una novedosa medición realizada por la consultora Casa3, que dirige Mora Jozami, generó un llamado de atención. Lo que esa encuestadora denomina el Índice de Indignación Social (IDI) mostró en agosto, por tercer mes consecutivo, “un empeoramiento y, por ende, una mayor crispación en el humor social”. “Es la marca más baja de la serie, que se inició en marzo”, destacan. El trabajo se publicó en el sitio Seúl, creado por Hernán Iglesias Illia, un colaborador de Mauricio Macri (como Jozami), que en estos meses se ha mostrado afín a la gestión de Milei.
“El deterioro del IDI significa que la ‘paciencia social’ se está reduciendo. Esto impacta directamente (aunque quizás no inmediatamente) en la imagen del Presidente y en la valoración de la gestión nacional. Esta caída en el IDI se atribuye principalmente a la pérdida de confianza en las expectativas futuras, una notable disminución en el estado de ánimo de los argentinos y la percepción sobre la capacidad del Gobierno para resolver los problemas económicos”, explican.
Los sectores donde ese deterioro es mayor son los adultos mayores de 65 años (justo a los que afectaría el veto a la ley de recomposición de los haberes jubilatorios), los más pobres y los hombres, que han sido un importante apoyo a Milei.
Donde el humor se mantiene más firme a favor del oficialismo sigue encontrándose entre los jóvenes de 16 a 35 años, aunque es más fuerte entre los que están en mejor situación económica. Ergo, entre los de mayor edad y los más pobres empieza a abrirse el piso sobre el que Milei se lanzó hacia la Presidencia y lo ha sostenido hasta acá.
Jozami advierte que el índice de este mes no preanuncia una crisis y todavía podría bajar sin que esta se precipite. No obstante, lo considera una luz de alarma (de hecho el título de la nota de Seúl es “Una señal de alerta”), ya que se trata de un indicador construido sobre nueve variables, que permite auscultar qué está pasando debajo de lo que muestran las encuestas de imagen e intención de voto.
A ello, la consultora agrega un dato más que relevante tanto para el oficialismo como para el macrismo: “En vísperas de un año de elecciones legislativas, en los que los votantes suelen optar con más libertad y fragmentar más el voto estas percepciones sobre la situación pueden ser muy relevantes”, advierte.
En el macrismo suman a esta medición casi propia del humor social otro dato significativo: “El humor del votante de Patricia Bullrich cayó 30 por ciento”.
Son números que van sumando en vista no solo a las elecciones del año próximo sino también al tipo de relación que tendrán con el oficialismo. Eso podría explicar la reciente disposición de Milei a reunirse tan seguido con Macri, como acto de contención, así como la cautela con la que reciben los dirigentes macristas los gestos de Milei, mientras no se traduzcan en efectividades conducentes.
De consolidarse este escenario, los macristas consideran que los incentivos para asociarse solo electoralmente con el mileísmo podrían reducirse.
“En ese caso, Pro tendrá que evitar que la elección resulte un plebiscito sobre el Presidente y lograr que el voto se defina por los resultados de la gestión”, advierte un consultor escuchado por Macri. En la mesa de control macrista hay ahora nuevas variables.
El tiempo ha empezado a correr más rápido para el Gobierno. Y la dirigencia política, sea colaboracionista, opositora crítica o adversaria a ultranza, comienza a mirar desde otra perspectiva, a pesar de que su imagen sigue siendo más negativa que positiva en todas las encuestas y que no deja de aportar razones para eso.
Así crece la demanda para que “Milei, economista” y “Javier profeta” muestren resultados positivos, que excedan la estadística y lleguen a la vida cotidiana. También, obliga a “Milei político” a amigarse con el rol y a hacerlo más creíble. Habrá que esperar las nuevas funciones prometidas.
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