Milei, entre la incorrección política que cautivó a sus votantes y los acuerdos de la transición con “la casta”
Transcurre los días previos a su asunción entre dos aguas: la necesidad de mantener el contrato electoral contra la dirigencia tradicional y la búsqueda de gobernabilidad
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Las frenéticas jornadas de la transición generaron una disyuntiva enorme para el presidente electo Javier Milei. ¿Cómo hacer para mantener la incorrección con la que irrumpió en la arena política y cautivó a sus votantes, si ahora necesita alcanzar acuerdos con sectores mucho menos disruptivos para conseguir gobernabilidad? El cambio en la dinámica discursiva que impuso el libertario a los dirigentes y partidos tradicionales, a los que acusó con inusual dureza de haber abandonado los intereses de la sociedad, se choca ahora con su necesidad de empezar a atender los “reclamos de la mayoría”.
Desde que le ganó el balotaje a Sergio Massa, a Milei lo atrapó un torbellino político en medio del cual busca formar su gabinete. Hasta el momento trascendieron acuerdos con un sector del Pro de Mauricio Macri para integrar dirigentes a la estructura que estará bajo su comando, así como la designación de funcionarios del gobernador cordobés Juan Schiaretti. De esa amalgama espera el jefe libertario conseguir también apoyo en el Congreso, dado que La Libertad Avanza contará con solo 38 diputados y siete senadores propios desde el recambio del 10 de diciembre.
El analista político Martín Paolucci ofrece una pista para comprender el trance que afronta Milei. “La Libertad Avanza no es la expresión de la mayoría, sino que expresa reclamos de la mayoría”, precisa en contacto con LA NACION. En ese punto, define el fenómeno libertario como “un voto de hartazgo por parte de amplios sectores de la sociedad frente a la incapacidad del Estado para resolver sus problemas”. De ahí que la campaña de LLA haya calado tan hondo en distintos segmentos de la escala social que estaban frustrados con el “establishment gubernamental, cultural e institucional”.
Carmen Alcántara tiene 55 años y realiza servicios de limpieza en hogares particulares y oficinas. Se define como “una mujer que labura de lunes a lunes desde las 5 de la mañana, que está cansada de las injusticias y quiere que en Argentina haya un cambio”. El domingo pasado también trabajó a la mañana, pero alrededor del mediodía se acercó a la sede de la UTN en el barrio porteño de Almagro, donde Milei emitió su voto. “Yo nunca acepté tener subsidios, saqué a mi hija adelante y ahora ella es veterinaria, tiene un bebé, sigue trabajando, estudiando y está bien”, asegura.
Paolucci considera que la praxis del Estado quedó en la mira “por parte de una clase trabajadora empobrecida que también se manifiesta cansada de las sobrecargas impositivas y los paliativos mediante el asistencialismo social, que son temas centrales en el vínculo de Milei con sus votantes”. En la misma dirección de razonamiento, el especialista remarca el papel clave que tuvieron “las serias problemáticas de progreso para los jóvenes y nuevos adultos” que se verificaron en los últimos años y que tienen relación con el apoyo electoral del presidente electo.
Consignas antiprogresistas
Apalancada en esa insatisfacción, la comunidad libertaria se propagó de manera exponencial a través de la virtualidad bajo consignas antiprogresistas. En especial, en contra del feminismo, la cultura woke y el cambio climático. Lo mismo ocurre con los valores que tradujo la comunidad internacional en la Agenda 2030, una hoja de ruta global a la que entre los seguidores de Milei tildan de “marxismo cultural” para intelectuales. Es una lista de angustias propias de un “vulgo freak”, dice Sofía Posleman, licenciada en Ciencias Sociales (UTDT) y doctoranda en Ciencia Política (Austral).
Así, de acuerdo a los especialistas, el discurso libertario penetró en el universo de capas medias y bajas que vivieron a la sombra de narrativas dominantes, así como también a contracorriente de la publicidad de la inclusión. En esa senda, el triunfo de Milei se gestó al calor de una oleada de jóvenes afectados por correcciones que incurrieron en dogmas binarios y la anulación del otro. “La campaña del miedo no resonó porque el oficialismo había perdido autoridad moral y porque los colectivos estaban buscando mantener su posición”, define Posleman en diálogo con LA NACION.
La falta de una agenda propia entre los espacios que habitan el peronismo contra la corrupción o “el acomodo” marcó otro punto de distancia con los intereses generales de la sociedad. La misma carencia afectó al oficialismo con la problemática de la seguridad. En ese sentido, Paolucci explica también la irrupción de Milei en el hecho de que la función pública ha estado minada de dirigentes “más ocupados en disputas endogámicas, eslóganes identitarios y coacciones ideológicas que en temas como inflación, inseguridad e informalidad laboral, que son causas acuciantes”.
En la construcción de su propio relato, LLA convocó a una generación signada por la precarización que se siente traicionada por las prestaciones del Estado, al que acusa de ser parte del problema. En un mercado laboral donde la informalidad es del 50%, el mensaje penetró entre los empleados de las aplicaciones de delivery, constituido como un modelo de votante de Milei. “Trabajo 12 horas y no me alcanza para llegar a fin de mes. Lo peor es que tengo que salir con el miedo de que me roben”, dice Jorge, de 25 años, en las afueras del Hotel Libertador, el bunker del presidente electo.
Milei prometió avanzar sin gradualismos hacia programas de ajuste, desfinanciamiento de cajas y cierres de ministerios. Organizaciones de derechos humanos, científicos del Conicet, universidades públicas, la comunidad artística y comunicadores figuran en la lista de los que el libertario acusa de recibir y despilfarrar fondos del Estado por razones de afinidad partidaria e ideológica. “Parte de la sociedad, y no solo los libertarios, ve con resentimiento que el que recibe fondos públicos cuente con ingresos o estilos de vida contrastados al del trabajador común”, sostiene Paolucci.
A solo 15 días de asumir la Presidencia, Milei se debate ahora entre aquel fenómeno mediático que irrumpió en la escena política a los gritos, como si fuera una estrella de rock “antisistema”, y el dirigente que toma contacto con todos los factores del poder real, incluido el Fondo Monetario Internacional, al que llamó “institución delincuencial” en su último libro, titulado “El fin de la inflación”. Las encuestas indican que buena parte de la sociedad tiene expectativas en su gestión, pero ya le advierten que el ajuste debe ser “moderado”. En un giro pragmático, Milei parece asimilar ese dilema que, sin embargo, ya afrontan sus seguidores libertarios.
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