Milei, el kirchnerismo y el riesgo de la fatal arrogancia
El peligro para el libertario es interpretar el éxito contundente en la batalla electoral como una oportunidad para dar una batalla cultural total y final desde ya y sin gradualismos
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Javier Milei acaba de ganar una batalla clave, la electoral, a costa de una derrota histórica del massismo-kirchnerismo. Su triunfo, incluso, dejó chico al del mismo Mauricio Macri y Cambiemos en 2015, en aquel otro balotaje. Desde ahora empiezan los desafíos de su futura gestión. El riesgo del libertario es interpretar el éxito contundente en la batalla electoral como una oportunidad para dar una batalla cultural total y final desde ya y sin gradualismos. Una cosa es el consenso para dar la batalla contra la inflación, el déficit, el intervencionismo económico del Estado hipertrofiado y para reconstruir el sector privado y otra cosa, la reivindicación de un ideario identitario que la sociedad resiste o rechaza de plano o ni siquiera se plantea en este presente crítico.
Por eso Milei deberá ser capaz de resistir la tentación que capturó al kirchnerismo por dos décadas y terminó por aislarlo políticamente: esa tentación de ir por todo para buscar la avanzada a fondo que cambie la cultura social y política de la Argentina. Una fatal arrogancia de nuevo cuño, parafraseando el título de Friedrich Hayek que Milei admira, donde cuestiona la arrogancia de un Estado que pretende centralizar la planificación de la vida social. El objetivo, a la larga imposible, es hegemonizar el sentido en todos los planos, no sólo en el plano económico. La tentación es apuntar a dar batallas simbólicas y en terrenos que tienen que ver con la vida más privada de los ciudadanos a costa de dividir a la sociedad. El resultado del domingo dejó expuesto que, en algún momento, esa empresa de la política se vuelve agotadora para una sociedad: la reducción histórica de la base política del kirchnerismo se debe, en parte, a ese problema.
En esa concepción, el horizonte es, de alguna manera, el fin de la historia: la consolidación de una suerte de democracia de partido único que siempre ve en el adversario político un escándalo lógico político a resistir. Es la aspiración a que se repita al infinito una misma noción sobre la vida y la economía, sin matices.
La derrota de Sergio Massa el domingo tiene múltiples causas. Se pueden señalar dos. Una, la crisis económica: el resultado repuso lógica al escenario político y se confirmó que el votante sigue funcionando con una racionalidad que le da importancia central al voto bolsillo y el sentido común que sintetiza. Ese realismo electoral mostró que la astucia política elevada a la enésima potencia por un ministro de la crisis económica puede llevar al balotaje pero, al final, encuentra su límite: el voto condena. La otra causa señalable es el hartazgo social ante un ejercicio de apropiación de la superioridad político moral del kirchnerismo, traducida esta vez en la captura de la noción de democracia. A mayor crisis económica, más intensa esa micro militancia. La construcción simbólica en torno al miedo a Milei y el riesgo democrático que implicaría no logró disimular los estragos de la ineficacia económica.
Hay señales de que el libertario y sus hombres de mayor espesor político, como Guillermo Francos, son conscientes de esas restricciones. Su discurso de triunfo, el domingo a la noche, no incluyó ni una sola referencia a los temas más polémicos y definitorios de su perfil libertario, como su rechazo a la legalización del aborto, los vouchers, la portación de armas, el mercado de órganos o el cambio climático. Tampoco hubo ni una sola palabra sobre los temas más caros a su vicepresidenta, Victoria Villarruel, como sus críticas a la política de memoria, verdad y justicia en relación a la dictadura. Ni una sola referencia.
En cambio, Milei propuso una visión de la Argentina digerible para todos sus votantes, e inclusive más allá, basada en “tres premisas”: “Un gobierno limitado, que cumple a rajatabla con los compromisos que ha tomado; respeto a la propiedad privada y comercio libre”. “Nuestro compromiso es con la democracia, con el comercio libre y con la paz”, afirmó. Un tono Miss Universo que sorprendió a algunos en comparación con las batallas culturales que venía proponiendo.
El discurso del domingo a la noche no sólo fue de triunfo. También sentó el tono y las bases para la gobernabilidad que Milei deberá construir. Los problemas que decidió plantear como prioritarios también son transversales: inflación, estancamiento, falta de empleo genuino, inseguridad, pobreza e indigencia.
No hubo tampoco referencias destempladas a China o Brasil. En el frente internacional, el mayor riesgo llegó en esta frase: “Vamos a trabajar codo a codo con todas las naciones del mundo libre para ayudar a construir un mundo mejor”, donde “mundo libre” abría una tensión con China. Bueno, ayer, el primer comunicado de la original Oficina del Presidente Electo que creó La Libertad Avanza eliminó esa limitación y planteó que el presidente electo trabajará “en defensa de la democracia y el comercio libre con todos los países del mundo”, a secas. Una moderación geopolítica sintomática en su primer comunicado “oficial”.
En un punto, el mensaje de triunfo de Milei pudo haber estado en boca de un Mauricio Macri modelo 2015, excepto lo de “se necesitan cambios drásticos”, “no hay lugar para gradualismo, no hay lugar para la tibieza, no hay lugar para medias tintas” y lo de “avanzar rápido con los cambios estructurales”.
Milei acaba de fundar una derecha popular dueña de una transversalidad ideológica, geográfica y socioeconómica que Néstor Kirchner habría envidiado, y que ahora Macri busca potenciar. Pero el balotaje es, en cierta forma, un espejismo: es siempre deudor de votantes independientes que se quedaron sin oferta electoral. El mapa de las ideas de Milei no contiene en sus bordes las ideas de todos sus votantes. Ahí está uno de los principales desafíos de su gobernabilidad.
Además del económico, el otro tema que catapultó a Milei a la popularidad es su posición en contra de la legalización del aborto. En 2018, en pleno debate por el aborto, Milei alcanzó su pico de menciones en los medios. El presidente electo se corrió de esas banderas identitarias. Pero no todos sus seguidores más destacados. “Una alianza entre libertarios y conservadores”: así definió a la fórmula presidencial electa Agustín Laje, el politólogo y filósofo cercano a Milei, la noche del triunfo. Se refería a las figuras de Milei y de Villarruel. Laje planteó el objetivo de “sacar al progresismo del Estado” y en dos años, luego de la elección de medio término y la recofiguración del Congreso, volver a discutir la legalización del aborto. Para Laje, Villarruel encarna ese ideario.
De seguir ese andarivel más restringido, Milei enfrenta dos riesgos. El peligro de acortar su representación. Y también, el de restarse apoyo parlamentario en los temas económicos como reacción a esa agenda.
La cuestión ahora es cómo gobernará: las batallas que el libertario pondrá en el centro de su agenda de presidente definirán el grado de resistencia o apoyo que encuentre en el Congreso, por donde deberán pasar la mayoría de las reformas con las que sueña. En las urnas, el voto de Juntos por el Cambio en todo el país, además del schiarettismo en Córdoba, fueron clave para el tamaño del triunfo de Milei. Pero el Congreso es otra cosa. En Diputados y el Senado, con los votos propios, no le alcanza. Con los de Pro, tampoco, y menos con los de una parte de Pro. Milei está obligado a una representación más amplia que sus contenidos identitarios.
El balotaje trae lecciones para todos. Para el kirchnerismo, sin dudas: las derrotas ponen la realidad ante los ojos. Pero también para Milei: todo parece indicar que el camino de la batalla cultural en sentido amplio y con el cuchillo entre los dientes, como la que se propuso el kirchnerismo durante cuatro gestiones de gobierno e intensificó en estos meses de campaña, lleva a la pérdida de contacto con la sociedad. Al kirchnerismo, ese proceso le llevó 20 años. Ahora todo es mucho más veloz: la Argentina que acumula crisis no da tiempo y en tiempos de redes sociales, la sociedad se organiza rápido y efectivamente para hacerse escuchar. Por ejemplo, para dar nacimiento a un presidente impensado.
El crecimiento más consistente de Milei en la esfera pública está atado a una pedagogía liberal libertaria ejercida en los límites de la esfera económica: ahí se vuelve popular y crossover. En esa línea, un buen ejemplo fue su explicación sobre el rol de Fátima Flórez como primera dama: “Nuestra posición es que se trabaja, que se genera riqueza desde el sector privado”, planteó. “Fátima es una mujer brillante, es exitosa sirviendo al prójimo con un bien de mejor calidad, a buen precio, donde vos pagás y te llevás dos horas de alegría. Eso es el valor que ella aporta”, desarrolló. Un momento de iluminación de Milei que resignificó el tema de la institución de la primera dama, un debate interminable, y al mismo tiempo bajó línea sobre algunos de sus temas más productivos, como el rol virtuoso de la actividad privada. Ese es el ideario con el que conecta con el trabajador informal, el monotributista vapuleado, el voto Rappi, el emprendedor esforzado o el empresario global.
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