Mejoran las expectativas sociales; el Congreso, pulverizado; el temor a Cristina Kirchner; Martín Menem, en peligro; Massa, mediador entre Máximo y Kicillof; Macri, más opositor; el difícil pacto por la Corte
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Una de las publicaciones más prestigiosas del mundo, The Economist, puso en el centro de su tapa y como tema principal a Javier Milei y destacó una frase del Presidente: “Mi desprecio hacia el Estado es infinito”. Algo todavía más curioso es el título de la entrevista que se le hizo: “¿Qué puede enseñarle Javier Milei a Donald Trump?”.
El Gobierno, por supuesto, se regocija con esta centralidad. Más allá de su rol de gobernante, Milei se siente un profeta internacional y le gusta destacar ese aspecto y esa dimensión que ha adquirido.
Llega a este lugar tras haber generado tantos signos de interrogación sobre si realmente se constituía como un fenómeno político estable, un centro de gravedad consistente. Llegó al poder por el azar de una crisis de representación muy importante, vivida sobre todo en los últimos años, particularmente desde la pandemia. Llegó sin partido, sin programa, sin equipo, sin diputados, senadores, gobernadores ni intendentes. No llegó a pesar de estas carencias, sino gracias a ellas, porque un sector importante de la sociedad argentina decidió repudiar la política tradicional, eligiendo a alguien que encarnaba todas las supuestas virtudes de la antipolítica.
Es una experiencia rarísima. Un grupo social, el 30% del electorado, lo eligió en la primera vuelta, y ese apoyo se convirtió en el 56% en el balotaje. Este sector repudió lo conocido y optó por algo tan extraño como caminar hacia lo desconocido. Durante meses, la pregunta fue cuál era la consistencia de este fenómeno en medio de una política colapsada por su propia irrupción.
Su continuidad se sostiene en la opinión pública, como muestran los números de la consultora de Hugo Haime. Los niveles de aprobación y desaprobación presentan un patrón claro: la desaprobación es mayor, pero está disminuyendo, mientras que la aprobación está subiendo. En noviembre, según este estudio, el 52% desaprueba a Milei y el 44% lo aprueba. En septiembre, quienes lo aprobaban eran el 40%; en octubre, subió al 41%; y en noviembre, al 44%. La desaprobación, en cambio, cae.
¿A qué se debe esto? No se sabe con certeza, pero uno de los factores más predictivos para la aprobación o rechazo de un gobierno es el comportamiento del poder adquisitivo del salario, especialmente en un país como el nuestro, con alta inflación.
Al analizar la situación de los ingresos familiares en los últimos tres meses, la cantidad de personas que confiesan cubrir sólo sus gastos con salario está cayendo. Esto coincide con los datos del Indec y de la consultora ExQuanti, que reflejan una caída de la pobreza del 55% al 52%. Aumenta el número de personas que cubren sus gastos y disponen de algo más y los que incluso pueden ahorrar con su sueldo.
Es probable que esta mejora en la situación económica explique el aumento en la aprobación de Milei. Sin embargo, a diferencia de otros encuestadores, Haime sigue mostrando que la imagen negativa de Milei es superior a la positiva. Esto indica una visión prudente, no optimista ni fanática, pero consistente en su análisis del fenómeno.
Si bien hubo una crisis de confianza extrema en la Argentina desde el segundo semestre de 2020, probablemente relacionada con el encierro por la pandemia, donde alrededor del 75% de la población expresaba pesimismo, hoy parece que eso se estuviera revirtiendo. En las encuestas actuales, los optimistas son minoría, pero están en ascenso, mientras que los pesimistas caen.
En octubre, según Haime, se cruzaron las expectativas: los que creen que el próximo año será mejor superaron a los que creen que será peor (45% contra 35%). Este cambio de ánimo podría estar relacionado con la percepción de mayor estabilidad en torno al liderazgo de Milei.
Lo importante es que, en medio de la incertidumbre generada por las elecciones pasadas sobre la consistencia del Gobierno, hoy parece haber un centro de gravedad en la política argentina llamado Javier Milei. No obstante, según los números de Haime, ese núcleo no tiene aún la dimensión que el Gobierno calibra al mirar la tapa de The Economist. Es un fenómeno en construcción, basado exclusivamente en su liderazgo, pero sin una ecuación que vuelva a la política argentina previsible.
Aún no se sabe, en medio de la fragmentación política y las luchas internas de cada espacio, dónde empieza y termina el oficialismo, y dónde empieza y termina la oposición. Por lo tanto, es muy difícil predecir el comportamiento de la política, los límites y las potencialidades del propio Gobierno. Es un punto clave porque la densidad que Milei aporta a la política se traduce en la consistencia de su liderazgo, que parece sostenerse tras tanta incertidumbre.
Pero el oficialismo es minoritario, sobre todo en el Congreso donde la mayoría está dispersa, pulverizada y fragmentada. En este contexto, uno recuerda el libro Antifrágil de Nassim Taleb, autor también de El cisne negro. En Antifrágil, Taleb reflexiona sobre un tipo de personas que no sólo resisten la adversidad, sino que se fortalecen ante lo imprevisto, lo caótico y lo volátil. Milei es eso: se mueve como pez en el agua en medio de una situación caótica, la misma que lo llevó al poder y que sigue predominando en la Argentina.
Más allá de ese núcleo que constituye su liderazgo, si miramos el Congreso y lo que ha ocurrido allí en las últimas semanas, observamos un panorama fragmentado: la ley de ficha limpia; la decisión frustrada de anular un decreto de necesidad y urgencia que libera al Poder Ejecutivo de pasar por el Congreso para renegociar la deuda pública; el presupuesto nacional; y la ley para limitar la oferta de juegos de azar frente al problema de la ludopatía, especialmente en adolescentes. Todos estos proyectos encontraron a los bloques divididos internamente, sin que ninguna fuerza política logre una posición homogénea frente a la agenda parlamentaria, sobre todo la que propone el Gobierno.
Un caso insólito es la división del bloque radical. Algunos diputados, en desacuerdo con la conducción de Rodrigo de Loredo, a quien acusan de estar demasiado cerca de Milei, se separaron para formar otro bloque, Democracia para siempre. Este grupo, liderado por Pablo Juliano y compuesto por 12 legisladores ligados a Martín Lousteau y Facundo Manes, ya mostró divisiones internas en sus dos primeras iniciativas: la ley de ludopatía y la anulación del decreto mencionado. En ambos casos, no lograron presentarse unidos en el recinto. En apenas 15 días, este bloque ya está dividido, y en casos como el de los juegos de azar pareciera que debido a influencias empresariales, como la del binguero Daniel Angelici.
Esta dinámica caótica en los bloques parlamentarios también se refleja en las relaciones entre el oficialismo y la oposición. Aquí se observa la compleja relación de Milei con Cristina Kirchner y el kirchnerismo. Hay un intento del Presidente por acordar con Cristina, motivado por un temor sensato: el kirchnerismo es el único actor político capaz de desestabilizar la escena pública, frente a un Milei con bastante consenso popular pero poco poder institucional. Este temor al peronismo, y especialmente al kirchnerismo, se asocia a la amenaza latente de desorden e ingobernabilidad, en especial en el conurbano bonaerense.
Este temor ha llevado a concesiones notables. Por ejemplo, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, afirmó que Cristina Kirchner fue víctima de una persecución política, adoptando la narrativa del “lawfare” que denuncia el kirchnerismo. En su momento se pensó en designar a María Eugenia Talerico, una figura identificada con el antikirchnerismo, como directora de Migraciones, pero Milei vetó su nombramiento debido a las querellas que ella había impulsado contra la señora de Kirchner. Por otra parte, a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le quitaron el manejo de las custodias presidenciales porque la expresidenta no quería que dependieran de alguien que considera su principal adversaria. Milei accedió, y ahora las custodias reportan a la Casa Militar.
Todas estas concesiones reflejan un intento de Milei por mantener una relación funcional con el kirchnerismo, en donde evita adoptar una postura de confrontación directa como la que caracterizó al gobierno de Macri. Milei no busca convertir a Cristina en el símbolo de “lo otro”, todo lo que no es La Libertad Avanza. Esta estrategia ha permitido acuerdos como el de la ley de ficha limpia. Una ley cuyo concepto, inclusive su nombre, está importado desde Brasil y que introduce un enorme problema: cruzar el derecho penal con el derecho electoral. Hacer que, cuando hay determinadas condenas judiciales, un ciudadano sea privado de su derecho a ser elegido y a postularse. Un ciudadano que quiere ser candidato pero tiene una sentencia de primera instancia que lo condena y una segunda sentencia que lo condena en un tribunal de alzada no puede postularse. En el caso de Menem, llegó a la Corte que no se expidió y, por lo tanto, las condenas quedaron en suspenso. La ley de ficha limpia pretende eliminar esa posibilidad: eliminar que el recurso ante la Corte mantenga el derecho a postularse. Es decir, un candidato que, como Cristina Kirchner, tiene primera instancia con condena, segunda instancia con condena, aunque recurra ante la Corte, no podría ser candidato.
Es una cuestión donde la política, a través del Congreso que sanciona esa ley, pretende ser edificante: emitir un mensaje moral, la aspiración de “sanear la política”. Pero después aparecen los problemas. No es tan sencillo, no es tan lineal. El primer problema es: el Poder Judicial, que excluiría a ese ciudadano de la posibilidad de competir, ¿es idóneo o algunos jueces son más mafiosos que los políticos que quieren sacar de la carrera? ¿Un gobernador que maneja la justicia en su provincia no podría usar esta ley como una forma de seleccionar quiénes son los candidatos de su oposición? Son preguntas que se hacen algunos diputados y, por eso, dicen: “Nosotros no vamos a votar esta ley”.
Hay otro problema que ya no tiene que ver con lo moral, sino con lo político, un problema difícil de resolver, que se vio en Brasil. Aunque uno adhiera a la idea de excluir gente por corrupción, aunque crea que esa condena es legítima y crea en la autoridad y la sensatez de los jueces que la decidieron, no despeja el problema que introduce en la política el hecho de quitar a un actor importante en el juego democrático. Lo que pasó en Brasil: se lo sacó a Lula, apareció Bolsonaro, y un sector de la opinión pública y del electorado brasileño siente que eso es una malversación del juego, sobre todo porque después el juez Sergio Moro, que sacó a Lula, terminó como ministro de Bolsonaro. Con lo cual quedó la imagen de que era una patraña, una maniobra.
Supongamos que Cristina Kirchner está bien condenada, cosa que cree muchísima gente, seguramente la mayoría. Supongamos que no hubo “lawfare”. ¿Por qué? Porque hubo muchas instancias que se pudieron revisar unas a otras; es muy difícil pensar en la complicidad de 15 juzgados para perseguir a alguien; y hay pruebas en los expedientes. Aun así, sigue siendo un problema para la democracia tener que excluir, aunque sea por razones atendibles, a una gran protagonista del juego, alguien con legitimidad política en quien mucha gente se siente representada. Por eso, cuando la corrupción se vuelve sistemática, endémica, como pasa en la Argentina y en otros países de América Latina, esa enfermedad genera distorsiones en el sistema democrático, más allá del problema moral o económico que entraña.
Milei decidió que parte de sus diputados, siete, no dieran quórum para el tratamiento de esa ley. Hubo diputados del PRO, se dice que ligados a Patricia Bullrich, que tampoco dieron quórum. Incluso se habló de un diputado del PRO al cual se le pidió internarse en una clínica importante de Buenos Aires, aunque no estaba enfermo. Las autoridades de esa clínica dijeron: “Es una locura”. Según trascendió, sería alguien ligado a Bullrich y tiene 50 años. No es difícil identificarlo si se revisa quiénes faltaron.
Macri, dicen, quiere saber si los que promovieron dentro del PRO la idea de no aprobar esta ley están solo ligados a Bullrich o si hubo otra trampa, si alguien más cercano a él estuvo involucrado.
Milei enfrenta un gran problema dentro de este diseño político: quiere pactar con el kirchnerismo o desactivar el peligro que representa para su esquema político, que es frágil. Pero se encuentra con un límite: la opinión pública sigue polarizada entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Pactó que no se trate la ley de ficha limpia y que Cristina pueda ser candidata en 2025 en la provincia de Buenos Aires. Probablemente le dio un enorme temor excluirla. Germán Martínez, presidente del bloque peronista en Diputados, advirtió al oficialismo: “Ojo, si excluyen a Cristina, incendiamos el país”. Es decir, que la calma que introducen los sindicatos, el peronismo y los movimientos sociales desaparece ¿tendrá el peronismo la capacidad de generar ese caos? En el Gobierno creyeron esa amenaza, sumada a otra: “Vamos a votar en contra y formar una mayoría para rechazar al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem. Lo vamos a nombrar a Emilio Monzó”. El Gobierno otra vez creyó en eso. Tanto que el martes hubo una reunión en la Cámara de Diputados donde participaron Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem, pariente de Martín Menem, para ver si podían desactivar esta bomba. El propio Martín Menem se encargó de negociar e invitar varias veces a almorzar y a comer a sus disidentes, aquellos que no lo quieren votar. Veremos qué pasa el miércoles. ¿Puede ser que el miércoles no se rechace la candidatura de Martín Menem, pero tampoco se la apruebe por falta de quórum? Nunca pasó. ¿Puede ser que un grupo de diputados le mande una señal al Gobierno diciendo que le va a costar un poco más tener a Martín Menem como presidente de la Cámara de Diputados y, por lo tanto, como integrante de la línea de sucesión, aunque más adelante se lo vote? Es una incógnita.
Lo cierto es que Milei propuso, o va a proponer, su propio proyecto de ficha limpia, que consiste en mantener a la Corte como una instancia final. Por lo tanto, sería un proyecto de ficha limpia donde no haya condenados como candidatos, pero esa condena la tiene que emitir la Corte. Esto habilitaría a Cristina Kirchner para el año que viene. Ese proyecto se lo encargó al doctor Alejandro Fargosi. Una curiosidad: Fargosi ha sido uno de los críticos más importantes de la candidatura de Ariel Lijo, que es una de las dos candidaturas de Javier Milei para la Corte; la otra es Manuel García Manilla.
El Presidente pactó con el kirchnerismo, y el kirchnerismo pactó con Milei. La consecuencia está en los números que surgen de un estudio de la consultora Enter. En el voto del PRO, el 19% vio como positivo (línea verde) que se haya caído la posibilidad de este proyecto de ficha limpia. Cuidado, no es que se rechazó: no hubo quórum para tratarlo. Probablemente el Gobierno lo mande en extraordinarias. El 10% de los votantes del PRO está indeciso, mientras que el 71% está en contra, según una encuesta. Había encuestadores haciendo un estudio de opinión pública en la Ciudad de Buenos Aires estos días cuando sucedió lo de ficha limpia. El PRO subió 10 puntos como opción electoral, del mismo modo que había subido 10 puntos Milei cuando le quitó la jubilación a Cristina Kirchner. Esto indica que hay un electorado urbano de clase media en el que la oposición entre kirchnerismo y antikirchnerismo sigue funcionando, y es lo que Milei no puede romper cuando busca pactar con la expresidenta.
En La Libertad Avanza, los que aprueban que se haya caído el proyecto representan un 29%, mucho más que en el PRO. Un 2% está indiferente, y solo un pequeño porcentaje está en contra. Esto sugiere que el público de Milei no es tan antikirchnerista como el del PRO. En este escenario, Milei pierde adhesión entre los votantes de Patricia Bullrich, quienes fueron los últimos en sumarse a su electorado, especialmente en la segunda vuelta. Siempre los últimos en llegar son los primeros en irse, algo obvio en términos políticos.
Un 55% de los votantes de Unión por la Patria aprueba que no se haya tratado el proyecto, mientras que un 38% no le otorga importancia, y solo un 17% de votantes kirchneristas está en desacuerdo con que no se haya tratado el proyecto que habría dejado fuera de juego a Cristina Kirchner para competir el año próximo por las diputaciones de la Provincia de Buenos Aires.
Aquí surge una contradicción para Milei: un intento de pactar con el kirchnerismo basado en que en su base política el kirchnerismo no está tan demonizado, mientras que en el PRO y en el resto de la opinión pública no peronista Cristina Kirchner sigue siendo una figura altamente estigmatizada.
¿Cuál es el próximo pacto? El Gobierno pretende eliminar las PASO. Entre los argumentos para hacerlo, el más movilizante es el costo: son muy caras, y la gente tiende a apoyar que no se gaste en eso. ¿A quién beneficiaría esta eliminación? En principio, a Cristina. Si puede ser candidata y encabezar la lista del peronismo en la Provincia de Buenos Aires, su candidatura sería inapelable por el peso que tiene dentro del partido. Es la figura con más consenso, y no necesitaría pactar con nadie. Por otro lado, también beneficiaría a Milei. Siempre, quien tiene el poder y el Estado a su favor, cuenta con recursos para ordenar la dispersión política, ya sea a través de cargos o amenazas.
A Milei la eliminación de las PASO le sirve en relación a Macri y el PRO. Les quitaría la posibilidad de disputar internas. Si no les gustan los lugares que les ofrecen en las listas, tendrían que armar listas por fuera y competir contra el Gobierno, lo que sería complicado para su electorado. Actualmente, la relación entre Macri y Milei está muy tensa, en gran parte por estas disputas electorales que el público no tiene por qué ver pero que en el corazón de los partidos es central.
Un dato relevante: estaba previsto para este martes 3 un almuerzo entre senadores del PRO y el presidente Milei, pero no se llevaría a cabo porque, aparentemente, Macri llamó desde Qatar para ordenar que no asistieran. Macri tensa la cuerda, buscando un acuerdo con Milei que le garantice mantener el control de la Ciudad de Buenos Aires, donde gobierna su primo Jorge y donde él tiene su principal base de poder.
En este clima de tensión, cabe la pregunta: ¿podría el PRO condicionar el quórum cuando se abran las sesiones extraordinarias? Algunos piensan que la relación entre Macri y Milei está tan deteriorada que esto podría complicar la gestión parlamentaria del Gobierno.
El tema de las PASO, es decir, la necesidad de que los partidos divididos y con dificultades internas tengan una primaria para ordenarse, es crucial. Aunque se trata de un aspecto técnico relacionado con el sistema electoral, su impacto en el diseño final del poder, la oferta política y el equilibrio entre oficialismo y oposición en el Congreso es innegable.
Otro asunto de mayor relevancia es el calendario electoral. Mauricio Macri y su primo Jorge Macri, actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se sienten amenazados por las acciones del presidente Milei en ese distrito. El Gobierno ha anunciado que competirá con sus propios candidatos, lo que pone en riesgo la hegemonía del PRO en la Ciudad. Ante esta situación, Jorge Macri evalúa desdoblar las elecciones, separando las municipales de las nacionales para garantizar la mayoría en la Legislatura porteña. Sin embargo, esto podría debilitar al PRO como fuerza nacional. Aparece entonces la pregunta: ¿puede Jorge Macri desentenderse de los intereses políticos de su primo Mauricio?
En la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof también considera desdoblar las elecciones. Este movimiento permitiría al gobierno provincial garantizar el control de la Legislatura bonaerense y a los intendentes mantener la mayoría en los concejos deliberantes. Si Cristina Kirchner decide presentarse como candidata a diputada nacional, su campaña podría no recibir el respaldo del aparato territorial del peronismo, lo que sería un obstáculo importante para su éxito electoral.
Este escenario plantea tres novedades significativas: una posible ruptura importante entre Kicillof y Cristina Kirchner. Kicillof no quiere enfrentar a Cristina, sino a Maximo Kirchner, pero todavía no se dio cuenta que son la misma persona en términos de estructura de poder. Sergio Massa intentó mediar entre Kicillof y Máximo Kirchner en una reunión de hace 15 días, pero no logró reconciliarlos. Aunque ambos representan al mismo espacio político, el gobernador podría sustraer el aparato territorial del peronismo en el conurbano, dejando a Cristina en desventaja.
La segunda novedad sería la actitud de un Kicillof decidido a dominar el poder político provincial. Por primera vez, el gobernador busca ser el dueño de su destino político, alejándose de la tutela de Cristina Kirchner. Esto plantea el interrogante de si ella aceptará que, en su bastión territorial, alguien le dispute el control político.
Hay una tercera consecuencia de mucha mayor duración: si en la provincia de Buenos Aires las elecciones se realizan desdobladas de la elección nacional, por primera vez en más de un siglo surgiría una novedad. Probablemente, con el tiempo, la provincia de Buenos Aires comenzaría a generar una agenda política propia. En Salta hay una agenda salteña, en Córdoba hay una agenda cordobesa, pero en la provincia de Buenos Aires es muy difícil evaluar si un gobernador es bueno o malo porque la agenda de la provincia es, prácticamente, nacional. A tal punto, que ha sido muy común que los candidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires provengan de la Ciudad de Buenos Aires y de la política porteña.
Si comienzan a realizarse elecciones desdobladas en la provincia, este rasgo característico de la política nacional podría empezar a desdibujarse. Habrá que ver qué decide Cristina frente a esta amenaza que, como vemos, toca un nervio importante de la historia y del diseño político.
Existe otro tema que también sigue siendo relevante: el acuerdo imposible entre Milei y Cristina. Es el acuerdo sobre la Corte. Cristina impulsó el dictamen que favorece al juez Ariel Lijo, tan controvertido, para integrar el tribunal. ¿Qué le dijo a Milei con esta decisión? Al ordenar a la senadora por Catamarca, Lucía Corpacci, que firme el dictamen, le plantea algo así como: “Si querés a Lijo, lo tenés, pero cambiá a García-Mansilla. Poné a una mujer, que sea tolerable para nosotros”. Cristina Kirchner está dispuesta hasta a entregar el Procurador General de la Nación, que es el jefe de los fiscales. Es un cargo de un poder extraordinario especialmente si el sistema penal avanza hacia el sistema acusatorio en todo el país, donde los fiscales manejan las causas.
Sin embargo, Milei mandó a decir: “No me interesa ese negocio. Siguen siendo Lijo y García-Mansilla o ninguno”. El Presidente evalúa emitir un decreto para designarlos en comisión. Desde el Senado, los legisladores cercanos a Cristina advierten: “Si hacés eso, tratamos los pliegos y los rechazamos. Te quedás sin ninguno de los dos candidatos, ni Lijo ni García-Mansilla”.
Por su parte, Lijo no quiere ser nombrado en comisión, ya que esto implicaría renunciar a su juzgado, un lugar de extraordinaria rentabilidad. Cuidado: rentabilidad política. No vale la pena renunciar al cargo actual para asumir bajo un decreto que podría ser revocado por los senadores. Bajo esas condiciones, Lijo se rehúsa.
Esto significa que, en su intransigencia, Milei podría hacer colapsar todo el trámite para cubrir las dos vacantes de la Corte sin llegar a un acuerdo con Cristina. ¿Es esta intransigencia simple tozudez, o encubre un arrepentimiento no confesado? Podría ser una manera de abortar la candidatura de Lijo, culpando a la oposición en el Congreso.
Estamos ante la posible frustración de una operación impulsada por el juez Ricardo Lorenzetti, que ha tenido un costo institucional inmenso para el Gobierno. La candidatura de Lijo y la falta de quórum, promovida por La Libertad Avanza en relación con la ley de ficha limpia, parecen conectarse. Son dos momentos donde Milei no logra explicar su postura en materia institucional. ¿Estará reconsiderando la candidatura de Lijo? Lo sabremos en los próximos días.
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