Milei, Bullrich, Massa: cómo es el vínculo y qué les reclama la Iglesia a los principales candidatos
Por su estilo y agresividad, genera resistencia la figura del libertario; el tigrense no recompuso su relación con Francisco; la exministra podría ser “un mal menor”, aunque también existen distancias con los sectores católicos
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Firme rechazo a la legalización del aborto y a la ideología de género que impulsan las Naciones Unidas en la Agenda 2030. Así y todo, la figura de Javier Milei, el candidato de La Libertad Avanza que arrasó en las PASO y conmovió el tablero político, está mal vista por la mayoría de los obispos, confiaron a LA NACION fuentes eclesiásticas.
La percepción es que la Iglesia se quedó sin candidatos. Sergio Massa, al frente de la propuesta de Unión por la Patria, sigue arrastrando desconfianza en los creyentes fieles al papa Francisco, pese a que transcurrieron ya 15 años de la maniobra urdida por el entonces jefe de Gabinete de Cristina Kirchner para desplazar al cardenal Jorge Bergoglio y lograr que el Vaticano lo designara en algún organismo en Roma, para evitar sus incómodas homilías en la Catedral porteña. Hoy Bergoglio está en Roma, pero es el Papa y no olvida esa jugada. Nunca se recompuso la relación.
Más allá de esa anécdota, lo que más preocupa es el crecimiento de la pobreza y de la inflación, que se consolida como el signo más visible y preocupante de la herencia del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
En la interna de Juntos por el Cambio existía en la Iglesia una mayor sintonía con Horacio Rodríguez Larreta. Pero el resultado de las PASO cambió el escenario y la candidatura presidencial de Patricia Bullrich, que no tiene lazos muy arraigados con la Iglesia, podría presentarse como “el mal menor” para determinados sectores católicos, admitieron fuentes eclesiásticas consultadas por LA NACION.
Pese a esa percepción, en octubre de 2018 la entonces ministra de Seguridad tomó distancia de Francisco y de la Iglesia, al cuestionar una misa celebrada frente a la Basílica de Luján con una fuerte presencia de dirigentes sindicales y de agrupaciones peronistas. “Es hora de que la Argentina tenga un Estado laico de verdad”, sentenció Bullrich ese día.
El huracán libertario
Una de las características que aleja a Milei del voto católico es el perfil populista y el carácter mesiánico de su figura. “En su afán de diferenciarse de sus opositores y de mostrarse como alternativa, los populistas tienden a acentuar la división y la polarización en la sociedad. A veces, hasta el punto del enfrentamiento físico y el conflicto civil interno”, describió el fraile dominico Nelson Medina, doctor en Teología Fundamental, en el sitio católico ACIprensa.
Otras voces añadieron que el lenguaje agresivo y sin matices cierra los caminos al diálogo y al consenso, sin los cuales será más difícil la salida de la crisis. Al respecto, tras las recientes PASO, que mostraron una campaña de excesivos enfrentamientos y escasas propuestas, el Episcopado, que preside el obispo Oscar Ojea, expresó en una declaración conjunta con otras confesiones religiosas e instituciones civiles la preocupación por “la falta alarmante de diálogo entre las diferentes corrientes políticas y de éstas con la sociedad”.
“No hay país posible sin diálogo. Tampoco hay diálogo con insultos, gritos y descalificaciones del que piensa distinto. El mundo entero existe por el mérito de aquel que modera sus palabras en el momento de una disidencia”, añadieron los credos, al incluir una cita del Talmud.
“La jerarquía de la Iglesia está aturdida y desconcertada. El huracán Milei constituye un desafío. Los jóvenes, los pobres, muchos católicos lo votan y el mensaje evangélico llega con otras claves, no las que predican Francisco y los pastores locales”, reflexionó una fuente consultada por LA NACION.
La candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, mantiene diálogo con sectores católicos, pero ubicados en posiciones extremas en el campo ideológico, afines a posiciones conservadoras, según explicaron fuentes eclesiásticas a este diario.
El 15 de agosto pasado, festividad de la Virgen y 48 horas después de las elecciones primarias, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, compartió una misa en la plaza Constitución con vecinos del barrio y centenares de usuarios del ferrocarril y los animó a combatir la desesperanza. “A partir del resultado de las PASO, hay algunos mensajes que asustan. Yo quiero que los derechos sociales suban y sean cada vez más. Algunos quieren que bajen y que tengamos menos derechos. Pidamos a la Virgen con fuerza por nuestra Argentina”, dijo, en un mensaje que se interpretó como una crítica a las propuestas libertarias extremas.
La maniobra de Massa
El caso de Massa conduce al archivo. En julio de 2008 llevaba menos de una semana como jefe de Gabinete, en reemplazo de Alberto Fernández - tras la derrota del gobierno de Cristina Kirchner en su enfrentamiento con el campo por la resolución 125-, y le encomendó a su asesor Jorge O’Reilly, un empresario de su confianza dedicado a desarrollos inmobiliarios, con el que se había relacionado en Tigre, la misión de superar los enfrentamientos con la Iglesia. No encontraron mejor plan que intentar una gestión con la Secretaría de Estado del Vaticano para conseguir el traslado del arzobispo de Buenos Aires a un organismo de la Santa Sede.
La intención era gestionar el nombramiento de un nuevo arzobispo de Buenos Aires y acallar las críticas del molesto cardenal Bergoglio. Las miradas de Massa y O’Reilly apuntaron al entonces obispo de Zárate-Campana, Oscar Sarlinga, aunque otras fuentes aludían al entonces rector de la Universidad Católica Argentina, Alfredo Zecca, designado luego arzobispo de Tucumán y fallecido en 2022.
Sectores del propio gobierno kirchnerista, ubicados en las antípodas ideológicas del empresario conservador que rodeaba a Massa, admitieron que el intento existió pero que rápidamente funcionaron las antenas de alerta para lograr que el operativo se frustrara.
Elegido Papa en marzo de 2013, entre tantos políticos y dirigentes de distintas ramas que viajaron a Roma para verlo, especialmente en los primeros años, Francisco recibió en Roma a uno de los obispos que se vio envuelto en la maniobra y también al empresario O’Reilly, quienes lamentaron por separado lo sucedido y se pusieron a su disposición. Pero el Papa nunca recibió a Massa.
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