Sergio Massa, el mediador entre el kirchnerismo y la oposición que no desatiende su propio partido
Cuando en charlas reservadas le preguntan por sus postergadas ambiciones presidenciales, Sergio Massa recurre a una metáfora futbolística. "Soy un 9 viejo, ya no corro detrás de la pelota, pero si me llega la voy a empujar hacia el arco", asegura, con una dosis de autocrítica y el objetivo adicional de no despertar desconfianzas prematuras en el seno de la coalición gobernante que integra.
Cómodo en su rol de "mediador" entre el Gobierno y la oposición y dentro mismo del Frente de Todos, el presidente de la Cámara de Diputados consultó la semana pasada a economistas de distintos orígenes y a empresarios de primera línea en la búsqueda de soluciones para la escasez de dólares, mientras intentaba suturar las heridas que la pelea por la coparticipación dejó en la relación entre el presidente Alberto Fernández y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, al que define como su "amigo de la vida". Dos ejemplos de una postura "equilibrada y de diálogo" que, aseguran a su lado, le ganó no solo la confianza del Presidente, sino además el "respeto" de su antigua rival, la vicepresidenta Cristina Kirchner. Ayer se diferenció, nuevamente, con su apoyo al regreso gradual a las aulas en medio de la pandemia por el coronavirus.
Tan lejos de los "halcones" de Juntos por el Cambio y de Mauricio Macri como de las posturas de miembros del gabinete nacional en relación a la seguridad o la situación en Venezuela, el exintendente de Tigre no descuida, de todos modos, la búsqueda de cohesión y un perfil propio en su Frente Renovador, lejos hoy del caudal electoral que lo llevó al 20 por ciento de los votos en 2015, pero con varios de sus principales dirigentes ubicados en espacios estratégicos de poder en el Poder Ejecutivo, el Congreso y las intendencias bonaerenses.
"Sostenemos siempre el mismo discurso, no nos corremos de ahí", afirman desde la mesa chica que acompaña a Massa, y que integran su esposa Malena Galmarini (titular de AySA), Mario Meoni (ministro de Transporte), Claudio Ambrosini (titular del Enacom) e Ignacio de Mendiguren (titular del BICE). La postura "centrista" en favor del uso de las pistolas Taser o en contra de la "dictadura" en Venezuela fueron dos de las "banderas" que Massa y sus dirigentes de confianza no se esforzaron en esconder, dentro de la estrategia de un "perfil propio" que también incluye a representantes –como Ramiro Gutiérrez o Cecilia Moreau– en el Congreso, en la Legislatura bonaerense o en la decena de municipios que responden al espacio.
Reuniones cada 15 días vía Zoom con dirigentes del Frente Renovador de todo el país y una escuela de gobierno que el 30 de octubre volverá a abrir sus puertas (virtuales) son muestras de la intención de cohesionar un espacio propio más allá del discurso de unidad en la coalición oficialista. "Somos chiquitos pero eficaces y pragmáticos. En los lugares donde tenemos poder no hay puterío político ni internas", definen cerca de Massa. Nadie niega que el año que viene el líder renovador "hará valer" su lugar en las listas de candidatos a diputados, sobre todo en terreno bonaerense.
Esa búsqueda por mantener su perfil lo lleva, inevitablemente, a tomar distancia de las posturas del kirchnerismo duro. Además de su prédica pública en favor del retorno a las clases presenciales (efectivizada por estas horas por el Gobierno), en el massismo recuerdan el reciente freno de Massa a la diputada kirchneristaFernanda Vallejos, cuando intentó modificar un proyecto ya consensuado que prohibía ayudar a empresas con fondos en paraísos fiscales. También su estrategia centrada en "tratar con más tiempo" la reforma judicial, uno de los caballitos de batalla de la vicepresidenta que por el momento duerme el sueño de los justos en la Cámara baja, luego de aprobarse en el Senado.
"A mí nadie me dice nada y siempre me piden que haga de intermediario", responde Massa cuando le hablan de la presión de la expresidenta, con quien habla "cada tanto" y "por temas puntuales", lejos de las durísimas batallas que los enfrentaron en el pasado.
Escurridizo
"A veces lo veo un poco apretado por Cristina, aunque después él se las ingenia para corregir. Sergio es como el conejo, no sabés nunca para dónde va a correr", lo elogia con una sonrisa uno de sus amigos de Juntos por el Cambio, un listado que incluye, además de Rodríguez Larreta, al titular del bloque Pro, Cristian Ritondo, y al vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, y en un plano menos intimista a María Eugenia Vidal y Emilio Monzó. La relación con el principal espacio opositor se tensó en Diputados por la discusión por las sesiones presenciales, pero "la espuma ya bajó", dicen desde el kirchnerismo.
Amigos desde que militaron juntos en el espacio que encabezaba Ramón "Palito" Ortega, a fines de la década del noventa, Massa y Larreta sostienen un vínculo político que inquieta al kirchnerismo duro –que ataca al jefe de gobierno porteño e intenta quitarle fondos– tanto como a los halcones de Juntos por el Cambio, que hasta hace poco le criticaban al dirigente macrista su "tibieza" con el Gobierno y su cercanía con el tigrense. La foto de "gestión", la semana pasada, de Larreta y la titular de AySA fue todo un símbolo de la vigencia de ese pacto político.
¿Y con Macri? "Ahí está todo roto desde que Mauricio agregó por decreto a los familiares en la ley de blanqueo", señalan desde el massismo, e incluso hablan de una pelea final, a los gritos, como fin del corto idilio entre ambos en el inicio del gobierno de Cambiemos.
La relación con Máximo Kirchner, el titular del bloque del Frente de Todos, es otro motivo de orgullo para él. "Desde lo político el vínculo es óptimo", asegura un colaborador en referencia al líder de La Cámpora, que también distingue a Ritondo como interlocutor mientras descarta a sus pares de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro, o de la UCR, Mario Negri. "A Máximo lo pone loco que Negri vaya a la tele a hablar de la riqueza de la familia Kirchner", relata un testigo de los enojos del hijo mayor de Néstor y Cristina.
Participante de los ya clásicos almuerzos con el Presidente, el jefe de gabinete, Santiago Cafiero; el ministro del Interior, Eduardo de Pedro; y el propio Máximo, Massa insiste en esas reuniones en que al Gobierno "le está costando imponer agenda", aunque desde el FR aseguran que las medidas anunciadas el jueves por el ministro de Economía Martín Guzmán fueron "un buen paso en ese sentido".
"En este avión estamos todos, sea en primera clase o en cabina principal. Si se estrella, nos hacemos pelota todos", resume Massa, preocupado por la economía y a la vez concentrado en su rol de "equilibrista" dentro y fuera del frente que gobierna el país.
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