Mientras siguen las tensiones en la Cancillería, la Iglesia revalorizó la misión de la diplomacia
El obispo Oscar Ojea presidió una misa en la Catedral por los 40 años del Tratado de Paz y Amistad con Chile y pidió “construir la paz todos los días”; estuvieron la vicepresidenta Victoria Villarruel, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el ministro Gerardo Werthein
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Un llamado a construir la paz en la vida de todos los días y una fuerte revalorización de la misión de la diplomacia formuló el presidente del Episcopado y obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, al presidir una misa de acción de gracias por los 40 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile, que puso fin al conflicto limítrofe por el Canal de Beagle.
El mensaje de la Iglesia fue en la Catedral porteña, delante de la vicepresidenta Victoria Villarruel, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el flamante canciller Gerardo Werthein, en momentos en que persiste la crisis por los desplazamientos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y no cesan las tensiones del Gobierno con los embajadores de carrera.
“Cuanta necesidad tiene el mundo en el que vivimos del ejercicio de esta diplomacia”, remarcó Ojea, acompañado por el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva; el administrador apostólico de la arquidiócesis de La Plata, monseñor Alberto Bochatey, y el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk. El Episcopado recordó, así, la mediación de Juan Pablo II en el diferendo austral que estuvo a punto de llevar a un enfrentamiento armado a la Argentina y Chile, así como el trabajo paciente del cardenal Antonio Samoré, quien en aquellos momentos de extrema gravedad transmitió la esperanza de que existía “una luz al final del túnel”.
En ese sentido, el titular de la Conferencia Episcopal Argentina pidió “reconocer el inmenso valor de la diplomacia en la vida de los Estados y sus efectos fecundos” en la vida concreta de cada ciudadano.
En su tercera jornada como canciller, Werthein recibió el mensaje de la Iglesia cuando aún continúan las tensiones por los desplazamientos en el equipo de la Cancillería y el malestar extendido en el cuerpo diplomático por la intimación del presidente Javier Milei a acatar las posiciones del Gobierno en el escenario internacional.
También concurrió a la Catedral el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, quien destacó a LA NACION el “fuerte mensaje de unidad” transmitido en la celebración. Estuvieron, además, el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala (La Libertad Avanza) y el diputado nacional Julio Cobos (UCR), quien en los momentos de mayor tensión del conflicto con Chile cumplía el servicio militar y fue movilizado a la frontera.
El arte de la diplomacia
“La diplomacia es un arte, es un trabajo que exige paciencia y constancia, muchas veces silencioso, que busca unir la diversidad de vivencias históricas diferentes y muy arraigadas en la educación y en la cultura. Es un servicio a la armonía entre las diferencias. La paz social es laboriosa y artesanal. Solo es posible lograrla integrando a todos”, afirmó Ojea en la homilía.
Sin inmiscuirse en el conflicto interno que aqueja al Gobierno, el mensaje de Ojea sobrevoló el escenario internacional y animó a dar pasos para buscar la paz y frenar la violencia. Valoró, así, la mediación del papa polaco Juan Pablo II, aceptada a poco de llegar a la Santa Sede, en el último trimestre de 1978, por pedido de los cardenales Raúl Francisco Primatesta y Raúl Silva Henriquez, que presidían en ese momento los episcopados de la Argentina y de Chile.
“La violencia desatada hoy en tantos frentes va logrando oscurecer el valor de la palabra, pierden importancia los gestos que acercan la vida de los seres humanos y que crean los puentes necesarios para que los espíritus se sosieguen y para que el diálogo se restablezca a partir de nuevas escuchas más atentas y superadoras”, señaló el obispo de San Isidro.
Advirtió, así, que “la violencia que nos envuelve corre el riesgo de cerrar los canales del espíritu para salvar vidas humanas, vidas de hombres y mujeres, de niños y ancianos, que se exterminan infligiendo una derrota incalculable en el corazón de la humanidad”.
El sentido de la misa apuntó a rescatar el valor del Tratado de Paz y Amistad con Chile, que se firmó el 29 de noviembre de 1984, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, una figura descalificada públicamente por el actual mandatario libertario. Suscribieron el acuerdo en el Vaticano, a un lado y otro de Juan Pablo II, los cancilleres Jaime del Valle (Chile) y Dante Caputo (Argentina).
El obispo Ojea recordó el escenario que se vivía a fines de 1978, cuando “la amenaza de la guerra era inminente y se iniciaban los preparativos para el combate, al tiempo que las negociaciones directas sobre la fijación del límite desde el Canal de Beagle hasta el pasaje de Drake al Sur del cabo de Hornos habían fracasado”. En esa situación, puntualizó, los representantes de la Argentina y Chile decidieron “abrir paso a una nueva vía para la resolución del conflicto: la mediación papal solicitada al papa San Juan Pablo II”.
Puso como ejemplo los esfuerzos para alcanzar la paz, en momentos en que “la sombra de la guerra entre nosotros, países hermanos, parecía visitarnos inexorablemente”.
“Incluso en los momentos más tensos y complejos es posible tomar decisiones que nos saquen del encierro y del temor, abriendo paso a la esperanza para reencontrar esa fraternidad tan seriamente amenazada”, señaló el obispo, al citar un pensamiento del papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti.
Finalmente, Ojea pidió “construir la paz en la vida de todos los días, en nuestros espacios familiares, en nuestros lugares de trabajo, y en todos los ambientes en donde podamos sembrar la semilla de la paz”.
Declaración conjunta
En tanto, con motivo del aniversario, la Conferencia Episcopal Argentina y la Conferencia Episcopal Chilena agradecieron en una declaración conjunta la firma del Tratado de Paz y Amistad, que “evitó la guerra entre pueblos hermanos”.
“Confiamos en que este camino se pueda seguir profundizando, para bien de nuestros pueblos. Esperamos que el espíritu de encuentro y de acuerdo entre las naciones, especialmente en nuestra América Latina, pueda suscitar iniciativas y políticas para resolver tantas carencias y crisis sociales que vivimos en nuestro continente, y que afectan especialmente la vida de los más pobres”, señalan los obispos de ambos lados de la Cordillera en el pronunciamiento conjunto.
Cuatro días antes de la firma del Tratado de Paz y Amistad, en la Argentina se realizó una consulta popular, con un alto nivel de participación: el 80% votó en favor del acuerdo y el 20%, en contra. A pesar de la abrumadora mayoría, el tratado se aprobó en el Senado apenas por un voto, con la resistencia del peronismo.