Máximo termina la internación, rodeado sólo por el círculo íntimo
Apenas pudieron verlo en el hospital sus familiares y tres dirigentes de La Cámpora
Camina ayudado por un bastón o por el hombro de quien se ofrezca a sostenerlo. Hoy espera ya trasladarse solo cuando, al atardecer, le den el alta médica y abandone el Hospital Austral de Pilar. Sin visitas de funcionarios y más familia que tertulias políticas, Máximo Kirchner cumplió a rajatabla su semana de internación después de que fuera operado por una artritis séptica en su rodilla derecha, el lunes pasado.
Está en una habitación estándar con un gigantesco ventanal, en el segundo piso del edificio rodeado de parques. Una sola persona no se movió de su lado en todos estos días: su novia, Rocío García, que durmió cada noche en el sofá al lado de la cama de él. Cristina Kirchner sorprendió a más de uno: demostró ser una suegra poco invasiva. Jamás insinuó siquiera pasar la noche allí. Se iba después de cenar junto a su hijo –lunes, martes y miércoles, antes de viajar a Nueva York–.
Ya en Estados Unidos, la Presidenta mantuvo un constante intercambio de llamadas con su hijo, según contaron en la delegación argentina.
Ningún ministro del gabinete nacional –salvo su tía Alicia Kirchner– pasó estos días por el hospital de Pilar; y entre los jóvenes de La Cámpora que se dieron una vuelta, todos tienen una característica común: son los más amigos del hijo presidencial, como el legislador porteño Juan Cabandié y los diputados Eduardo "Wado" De Pedro y Andrés "El Cuervo" Larroque.
Los tres habían estado también en la clínica cuando operaron a la Presidenta en enero pasado. "Wado" hasta la vio a Cristina en deshabillé. Todo contado por la propia Cristina.
Los amigos de Máximo repitieron el ritual. Las visitas fueron el lunes, después de la operación, que consistió en una artroscopia con la que se le limpió la infección que había provocado la intervención urgente.
Ni Axel Kicillof, la nueva estrella del mundo juvenil kirchnerista, ni Mariano Recalde, el presidente de Aerolíneas Argentinas, o el diputado bonaerense José Ottavis tienen tanta cercanía a Máximo como para compartir con él esa intimidad.
Otra que estuvo poco fue su hermana, Florencia: se la vio sólo el lunes. También estuvieron su tía y ministra de Desarrollo Social; su abuela, Ofelia Wilhelm, y su otra tía, del lado materno, Giselle Fernández.
¿Si se aburre? Sí, cuentan quienes lo vieron, pero tiene un televisor, le llevaron una computadora y algún libro (imposible saber el título), y un rato en la mañana y otro en la tarde dedica a los ejercicios de rehabilitación. Los hace con un fisioterapeuta. Hoy por la tarde debería dejar la clínica y poder irse sin bastón.
Máximo seguirá el tratamiento durante una semana más con antibióticos endovenosos y se irá a la quinta de Olivos con un catéter. Tiene dos puntos en la rodilla, apenas perceptibles, después de que se le hiciera una microincisión.
Las fuentes consultadas, que nada tienen que ver con la política, coincidieron en destacar que Máximo se manejó como uno más, sin caprichos ni pedidos excéntricos.
Ya pasada la emergencia, la explicación que dieron en el Gobierno sobre el despliegue del Tango 01 para trasladarlo es que fue producto de una combinación de factores. "Cristina se asustó porque se mezcló todo", apuntó una fuente oficial. Máximo tuvo primero una gripe con compromiso en vías respiratorias, hace 15 días. Eso podría haber generado la infección en la rodilla. En el medio, tuvo una diverticulitis. Herencia de su padre, padece colon irritable. La mezcla de complicaciones, decían en la Casa Rosada, alarmó a la Presidenta.
En la clínica no hubo gran despliegue de seguridad. Dos custodios en la puerta de la habitación y otro más en la entrada del sanatorio. A diferencia de la internación de Cristina, cuando una puerta de blindex aislaba el ala del piso que ocupó ella, en los cuartos contiguos al de Máximo no se restringió el ingreso.
Al irse, Cristina Kirchner no dejó a cualquiera a cargo del cuidado de su hijo: el jefe de la Unidad Médica Presidencial, Luis Buonomo, y su segundo, Marcelo Ballesteros, que siempre van en el avión con ella, se quedaron en el país con Máximo.
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